El conflicto ucraniano, como lo fue en su momento el caso yugoslavo, es el nuevo motivo de fricción en las relaciones Moscú-Washington. En los años trascurridos desde los bombardeos de Belgrado, EEUU ha dejado de ser la superpotencia indiscutible. Es, como la definen muchos analistas, una potencia en declive. Rusia, que aclarémoslo no es un país socialista, está alcanzando en cambio una creciente pujanza internacional. Su decisiva intervención en la guerra siria es el ejemplo más inmediato.
Un sector muy importante de la UE está apoyando a las fuerzas fascistas que propiciaron el golpe de Estado y la elección del actual presidente Piotr Poroshenko. Los representantes de la política exterior de la UE, Catherine Ashton y Durao Barroso, han hecho oídos sordos al crecimiento de las fuerzas pronazis en Ucrania. Lo denunciaba la diputada de Die Linke Sahra Wagenknecht-Niemeyer; la parlamentaria acusó a la canciller Merkel de apoyar un gobierno en el que cuatro de sus ministros se han declarado abiertamente a favor de matar y expulsar a judíos y rusos.
Ni Barroso, ni Merkel, ni Obama tienen intereses específicos en Ucrania, sólo se trata de desgastar a Rusia. Las Declaraciones de los Jefes de Estado o de Gobierno sobre Ucrania de 6 de marzo y 27 de mayo, las Conclusiones del Consejo Europeo de 21 de marzo y las Conclusiones del Consejo de Asuntos Exteriores sobre Ucrania de 23 de junio han representado un apoyo directo al presidente Poroshenko. El oligarca ucraniano se siente ahora refrendando por la Unión Europea para proceder al aplastamiento de la oposición. No está resultando un paseo militar. La falta de efectivos del ejército de Kiev (en los últimos 4 meses más de 17.000 policías han sido expulsados por no cumplir el juramento), el riesgo de motines en el ejército, la negativa de muchos soldados a disparar contra la población civil ha obligado a las nuevas autoridades a proceder a una movilización masiva e incrementar la afluencia de mercenarios. El gobierno ucraniano, con el permiso del departamento de Estado de EEUU y el apoyo financiero y político de la UE, ha decidido el cerco y el bombardeo de la ciudad de Slaviansk. A finales de abril el presidente ucraniano recibió la orden de iniciar la ofensiva militar. Todas las fuerzas pro-Kiev actúan bajo el control operativo de oficiales de la OTAN.
Obama persigue varios objetivos: enfrentar a una dócil y cobarde Europa contra Rusia, incrementar la presión sobre Moscú en las zonas ocupadas anteriormente por las antiguas repúblicas exsoviéticas, ganar posiciones en la guerra por la energía que se ha desatado tras la crisis siria y finalmente desgastar a Rusia cara a la reunión de los países BRIC del 16 y 17 de julio donde, si se cumplen las expectativas, se iniciará la creación de un contrapoder económico al dólar y la creación de un banco sustituto del FMI.
La evolución del conflicto parece evidente. Se ha utilizado de artillería pesada (lanzacohetes tipo Grad, aviación…) y se ha comprobado que el 11 de junio se usaron armas químicas contra la población civil, entre ellas el fósforo blanco y la cloropicrina. La crisis humanitaria que está sufriendo la región es de características colosales: más de 110.000 personas han huido, 54.000 han sido desplazadas internamente y unas 25.000 han sido internadas a la fuerza. Los medios occidentales callan frente a estos hechos. La Europa de las “intervenciones humanitarias” observa complacida. Washington, en un ejercicio de infinito cinismo, duda de los informes de la ONU sobre el número de los refugiados, afirmando que muchos de ellos no lo son puesto que cruzan la frontera para «visitar a sus abuelas».
La actual presidencia de Ucrania no sólo persigue recuperar el control sobre las zonas sublevadas. Las provocaciones contra la frontera rusa se acrecientan: violaciones del espacio aéreo, bombardeos de puestos fronterizos…Putin no desea verse inmerso en una crisis militar directa de muy difícil control.
Sobre Ucrania se va imponiendo una mordaza: cualquier voz crítica de los medios es acallada por la fuerza y la coacción como sucedió con la emisora INTER a finales de marzo. El asesinato de cinco periodistas rusos (uno de los cuales grabó el ataque a un autobús lleno de madres que pretendían impedir que sus hijos fueran a la guerra) es un ejemplo más de esta conducta fascista. El 9 de mayo el periodista Vlad Alexandróvich de la agencia Anna News emitía las imágenes de los tanques ucranianos disparando contra población civil indefensa en la ciudad de Mariúpol; posteriormente fue secuestrado y torturado por elementos del partido Pravy Sektor (Sector de Derechas) actualmente en el gobierno.
Se están aplicando ya medidas de limpieza étnica. En marzo, la diputada Irina Farión pedía siete años de cárcel por utilizar el ruso en lugares públicos, aunque es la segunda lengua más usada del país. El ministro de Defensa de Ucrania, Mijaíl Koval, dibujó el horizonte inmediato tras la “victoria militar” al anunciar su proyecto de internar a los residentes del Donbass en campos de «filtraje» y reinstalarlos posteriormente en otras regiones. Días después fue el primer ministro, Arseny Yatseniuk, quien calificó de «subhombres» a los defensores del federalismo. En otro orden de cosas, la Agencia de Bienes Inmobiliarios del Estado ucraniano ha preparado un decreto que permitiría la expropiación de tierras y su asignación gratuita a los miembros de los servicios especiales del ministerio del interior y del ejército que estén luchando contra los federalistas.
La manipulación informativa en Occidente, el silencio cómplice de los medios de comunicación, el mutismo de los grandes partidos del gobierno y la oposición europeos ponen en peligro la propia esencia de la UE. No puede haber estabilidad en suelo europeo estando enfrentados a Rusia. La política de Estados Unidos, amparada por Bruselas, conduce a la crisis ucraniana a un callejón sin salida. Las declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores ruso Sergéiv Lavrov el 7 de julio destilan un enorme pesimismo.
Se pretendía hacer creer que el gobierno de Kiev con la ayuda “democrática” de la UE reinstauraría el Estado de derecho y la democracia; nada más lejos de la verdad. Hoy la Europa del capital y los bancos protege y alimenta, como un futuro ejército de reserva, al embrión de la serpiente.