La crisis económica iniciada en el año 2008 ha devenido en una crisis de valores y de estructuras políticas, sociales y económicas, de un modo de entender la sociedad, en definitiva en una crisis de civilización. El pacto constitucional fue roto hace mucho por los poderes fácticos en favor de una minoría que se ha lucrado con los sufrimientos de la mayoría social, todo ello con la complicidad de los partidos que conforman el sistema bipartidista monárquico apoyados cuando ha hecho falta por los partidos de las burguesías catalana y vasca.

En este marco de estado social, ha ido resaltando una nueva forma de organización social superadora de los movimientos sociales de la transición, de aquellas Asociaciones de Vecinos que de un modo global luchaban en tiempos y situaciones muy difíciles por la mejora de las condiciones de vida de las familias en los barrios y en las ciudades, por la sanidad y educación publica y de calidad, por las infraestructuras, por los derechos sociales y las libertades. Y también de las organizaciones sindicales tradicionales tan necesarias antes y ahora ante las agresiones a la clase trabajadora y a la mayoría social. Hoy están sufriendo ataques brutales por el poder económico en un intento de desprestigiarlas, es verdad que a veces estas organizaciones ayudan, pero una cosa es la crítica a sus actuaciones y otra al sindicalismo y al movimiento obrero, verdadero dique de contención ante la patronal y las políticas de los gobiernos de la Troika.

Antes de la crisis se dieron gérmenes de estos nuevos movimientos, como pudo ser la plataforma contra la OTAN, el Movimiento de Objeción de Conciencia o el 0,7%. Durante la crisis la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, las organizaciones de parados y paradas, los movimientos por la democracia y contra la represión, las plataformas por la sanidad y la educación, por la ley de dependencia, contra la guerra, contra el TTIP, contra la Troika, etc, y tantos otros de carácter amplio y plural que se especializan en un tema concreto buscando la tranversalidad social en defensa de los intereses de la mayoría social, como el 15M, las Mareas o el 22M, en definitiva organizarse de forma amplia frente a las políticas que empobrecen, recortan derechos y libertades, roban el futuro a las generaciones venideras y que se mueven en un sistema corrupto y antidemocrático.

Han sido estas organizaciones y plataformas sociales las que han mantenido viva la imagen de una crisis que está pagando la mayoría social, las que han protagonizado las movilizaciones y acciones de denuncia de lo que los gobiernos quieren ocultar: que en este país un porcentaje importante de la población pasa necesidades y hambre. Han dejado claro la necesidad de una sociedad estructurada para responder a las políticas globales del capitalismo en todas sus formas, de la necesidad de aunar fuerzas, de unir en la lucha contra los poderes que hoy ejercen un poder destructivo contra la población de este país.

Por lo que la construcción de un nuevo contexto social y político, de una nueva sociedad, de un nuevo país mediante un proceso constituyente hay que hacerlo con esta realidad organizada, que no puede ser sustituida por estrategias electoralistas, por proyectos a la búsqueda del voto sin tener en cuenta a los colectivos sociales o en su caso querer suplantarlos en la búsqueda del rédito electoral sin trasfondo radical de cambio.

Por ello, el Bloque Político y Social que aspiramos a construir, debe realizarse desde la perspectiva del respeto mutuo y a la identidad propia de cada parte. A la vez que hacemos participes a los movimientos de las propuestas y decisiones que afectan a la mayoría social. No cabe en esta situación fagocitarlos, sino potenciarlos, en la medida que la lucha es titánica, en una guerra contra los poderes fácticos en la que hay que conseguir una mayor ventaja en la correlación de fuerzas. Se puede concluir que para que sea viable la construcción de algo nuevo y realizar el proceso constituyente que la sociedad reclama es necesaria la estructuración social y un fuerte tejido ciudadano organizado.

En la historia reciente ha habido fases en las que salvando todas las distancias, tienen componentes parecidos. Hay que constatar el “deslizamiento” de una parte del activismo social a la participación electoralista. El anhelo de cambio, en el mejor de los casos y en otros intereses distintos a ello, lleva a entender a quienes hasta hace bien poco renegaban de las formaciones políticas a dar todo su tiempo a la estrategia electoral.

Los cambios que deben darse en el camino del proceso constituyente deberán ser apoyados por una inmensa mayoría social capaz de luchar por ellos en la calle y en las instituciones, no será en un solo ámbito donde se concrete el camino de una nueva realidad democrática. En este sentido es muy importe el papel de las formaciones políticas que desde su identidad ideológica en la izquierda, plantean el proceso de cambio de ciclo histórico sobre la base de políticas de clase, implicados en las movilizaciones sociales y en la estructuración social para hacer una realidad el anhelo social de un nuevo país.

Izquierda Unida y el PCE están comprometidos con este proceso de implicación social en la búsqueda de la Alternativa Política. Las propuestas de constitución de Bloque Social y Político, las referencias al proceso constituyente, la búsqueda de un programa participado y su constante práctica de apoyo a los colectivos sociales así lo demuestra. Es por convicción política y compromiso social por lo que se trabaja con los colectivos sociales y los movimientos, desde el respeto a la autonomía de las partes en la búsqueda de objetivos comunes no exentos de las lógicas contradicciones que pueden darse en estos procesos de confluencia política y social en este momento histórico. El trabajo del PCE e IU en el 22M lo deja patente: nos mezclamos con los que sufren y reclaman un cambio radical.