1. Frente a la fascinación por lo aparentemente nuevo hay reivindicar las raíces, la memoria, la historia y los principios. Nosotros no tememos a nuestro pasado, aprendemos de él y lo reivindicamos orgullosos. Decía Federico García Lorca:
No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro… Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan.
Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita.
¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: ‘amor, amor’, y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras.
El lema de la República debe ser: ‘Cultura’. Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz.
Libros, ordenadores, recursos. Salvando las distancias, lo esencial sigue siendo válido hoy.
2. La ofensiva contra la educación pública ha sido brutal. Y tiene dos tipos de razones:
a) Ideológicas. Porque a las élites les incomoda la mezcal social. Porque a la derecha no le gusta que haya ciudadanos formados, informados, críticos y comprometidos. Porque quieren poner en coherencia el modelo educativo con el mercado de trabajo y con el tipo de sociedad. Porque para qué van a gastar en formar ingenieros o filósofos para que se vayan fuera o trabajen aquí de camareros. Porque piensan que a la universidad no tiene que ir cualquiera (solo sus hijos, claro). Este planteamiento se resume en la acusación de que hemos estudiado por encima de nuestras posibilidades. Pero nunca un pueblo será todo lo culto que se merece si lo deciden los sectores privilegiados. Lo único cierto es que tenemos una clase política por debajo de la que nos merecemos.
b) De negocio: Los neoliberales no entienden la educación como un derecho fundamental y un bien público, sino como un servicio económico. Acabada la fiesta del ladrillo y otras fuentes especulativas, buscan invertir en nuevos nichos de negocio y uno de ellos es la educación. Porque necesitan transferir recursos al sector privado, recortar para deteriorar y luego privatizar la gestión y los servicios, transfiriendo alumnado de la educación pública a la privada y concertada.
3. Para la izquierda y para el país, la educación en una cuestión estratégica. Los dos objetivos fundamentales tienen que ser: revertir los recortes y derogar la LOMCE por otra ley educativa avanzada.
Los recortes de casi 7.000 millones de euros de los últimos cuatro años tienen graves consecuencias: despido de cerca de 30.000 profesores, aulas abarrotadas, abandono de la atención a la diversidad, recortes de becas de todo tipo, endurecimiento de las condiciones laborales, etc. Y si no ha habido más deterioro en la calidad educativa ha sido por el esfuerzo y el compromiso de la comunidad educativa para defender una escuela pública agredida.
La LOMCE supone la mercantilización de la educación y el darwinismo escolar al servicio del darwinismo social, económico y político. Es antidemocrática, segregadora, confesional y busca reducir el espacio educativo público. Por ello queremos una escuela inclusiva, sin discriminaciones de ningún tipo y sin ninguna excusa, que defienda el derecho a aprender con éxito de todo el alumnado, que atienda la diversidad y asegure el carácter compensatorio. Y para ello hay que saber distinguir la igualdad -dar a todos lo mismo- de la equidad: dar más a quien menos tiene y más lo necesita.
4. Tenemos programa, sabemos lo que queremos. Ahora hace falta, primero, conseguir una mayoría parlamentaria para echar al PP. En segundo lugar, una mayoría social y popular para afrontar la herencia de Rajoy (un país roto, unos trabajadores empobrecidos, una sociedad desmoralizada, unos jóvenes sin futuro) cambiar el país y dar solución a los problemas de las personas. Para ello necesitamos, además de un programa claro, seguir con la movilización: no se puede fiar todo a las urnas. Movilizaciones como las de la distintas mareas ciudadanas, las Marchas de la Dignidad o los trabajadores de Coca Cola son el camino. Por último, se necesita la unidad de las fuerzas políticas y sociales de izquierda y de progreso. Nadie puede solo, nadie sobra, hace falta todo el mundo. La unidad suma, evita competencias y optimiza el voto.
5. Necesitamos cambiar la escuela para mejorar la sociedad, y en estos momentos, cambiar el gobierno de esta sociedad para mejorar la escuela. No podemos olvidar que, como dijo Ítalo Calvino en 1974, “un país que destruye su Escuela Pública no lo hace nunca por dinero, porque falten recursos o su costo sea excesivo. Un país que desmonta la Educación, las Artes o las Culturas, está ya gobernado por aquellos que solo tienen algo que perder con la difusión del saber”. Y es evidente que cuando no hay educación, cuando el saber no se socializa, no hay manera de romper el círculo vicioso de la sumisión. Por eso la educación tiene que ser una cuestión estratégica para toda fuerza política que luche por la emancipación social.