Vi la otra noche a mi amigo Willy Toledo en la televisión. Era un programa de esos en los que los participantes fijos, quiero decir expertos y periodistas del espectáculo, salvo escasas excepciones, ponen cara de paladines de la libertad de información, olvidando los pingües cheques que cobran por encaminar la información hacia donde les mandan. Y esta vez lo que les habían mandado era que se hablara mal de Podemos, pero que quien lo hiciera fuera alguien tan sincero y tan reconocidamente de izquierdas como, afortunadamente, lo es Willy.
Llevo tiempo intuyendo una estrategia de los medios de comunicación con respecto a las opciones electorales de izquierda, encaminada a crear una cierta confusión, no entre si elegir a un partido o a otro, sino en cuanto a considerarlos como algo sin futuro, inútil. Nadie les niega a éstos sus buenas intenciones, nadie se opone a la esperanza en un mundo más justo ni a la necesidad de construirlo. Pero se presentan como un imposible, algo que podría ser pero nunca será porque el mundo es así y nada podrá cambiarlo. Y que los medios de comunicación actúen de esa manera, siguiendo el dictado de sus propietarios, es normal. Lo que no lo es, es que nosotros hayamos caído en el juego.
Me explico. Surge Podemos y los medios de comunicación se vuelcan y esfuerzan por ensalzarlo de tal manera que aparezca como la única opción que tiene la izquierda para, al menos, rozar el poder. Tanto es así, que de repente Izquierda Unida queda relegada a un plano que, ni por tradición, ni por presencia parlamentaria, le corresponde. Cuando se habla de encuestas, de intención de voto, de posibilidades de gobernar o de afinidad con la gente, solo existe Podemos. La tercera fuerza política de España en número de votos, se esfuma en los medios como por arte de magia.
Las expectativas de Podemos, entonces, crecen. Y no sólo eso, los futuros votantes de la izquierda empiezan a decantarse por esa opción, no por su programa, que es prácticamente el mismo para las dos formaciones, sino porque lo ven como una alternativa real, algo que finalmente podrá ser en este país donde el comunismo sigue, de alguna manera, estigmatizado.
Sin embargo, la estrategia acaba mostrando su cara perversa. Eliminada del imaginario colectivo Izquierda Unida, la saturación, la excesiva presencia de miembros de Podemos en los medios de comunicación, hace que esas expectativas desciendan. Lo que antes eran loas y parabienes a su modernidad, comienzan a tornarse, poco a poco, en indicios de desconfianza por su inexperiencia y bisoñez. Un poquito aquí, un poquito allá y como dice el refrán, “habla mal, que algo queda”.
A la vez, y en aras del posibilismo, el discurso de Podemos – y, desgraciadamente, con demasiada frecuencia, también otros – intenta acomodarse a los gustos de la mayoría. Cuando surge el tema de Venezuela, se salen por la tangente en vez de hablar de la realidad de la Revolución Bolivariana; o justifican sus propuestas diciendo que son las mismas que ha hecho el Papa Francisco, jerarca de una de las organizaciones más criminales de la historia y jefe de un país dictatorial; o bien del secretario general de la ONU, el mismo que se permite dar lecciones de democracia mientras consiente la ilegalidad internacional en el caso de Palestina o el Sahara Occidental, por poner ejemplos.
Y ante la aceptación de unas reglas del juego que no deben ser las nuestras, ante el destierro de conceptos como el de clase o izquierda y derecha, la gente vuelve a optar por lo malo conocido. Opta por eso o por decir que mi amigo Willy está loco por decir la verdad, no porque diga locuras, sino por, palabras textuales, por decir la verdad. Por eso y por no haber caído en el juego.
Y es, en mi modesta opinión, lo que hay que hacer, decir la verdad, ser sincero y denunciar a la OTAN, al FMI o al Banco Mundial como organizaciones que practican el terrorismo, explicar por qué hay que romper el concordato con el Vaticano, o que el cambio climático no es fruto de la mano del hombre como especie, sino del Capitalismo.
Tal vez entonces nos llamen locos o nos digan que usamos conceptos anticuados, tal vez tardemos más en alcanzar lugares donde poder tomar decisiones efectivas, pero lo que es seguro es que solo con la verdad y no con medias tintas, encontraremos compañía en el camino que recorremos.