La historia del 1º de Mayo arranca del Congreso Socialista Internacional reunido en París el año 1889, donde se acordó celebrar una manifestación internacional en recuerdo de los “mártires de Chicago”. Dado su éxito, dos años más tarde se decide su celebración anual.

¿Cuál fue el desarrollo de esta jornada en España? Hasta 1902, las celebraciones del 1º de Mayo se limitaron en Madrid a mítines y reuniones en lugares cerrados, únicos autorizados, si bien a partir de 1894 se celebran también jiras campestres en los merenderos y zonas verdes existentes alrededor de la capital.

En 1903, los trabajadores no respetaron la prohibición. Al año siguiente, las distintas sociedades obreras se manifestarían legalmente, sumando a las iniciales reivindicaciones de reforma y protección social otras consignas más políticas.

En 1924, el Gobierno de Primo de Rivera prohibió las manifestaciones, estando sólo permitidos los actos en locales cerrados y la entrega de peticiones a las autoridades.

El 1º de Mayo de 1931 presidió la manifestación Miguel de Unamuno, con Largo Caballero e Indalecio Prieto a su lado. Detrás iban los manifestantes, en número superior a 300.000, cantando “La Marsellesa” y “La Internacional”. El programa incluía puntos como el derecho al voto a los 21 años; la ratificación de la jornada de ocho horas; medidas contra el paro y la carestía de la vida; la construcción de casas baratas; la implantación de seguros sociales; la creación de escuelas; el estímulo del cooperativismo; una ley de control sindical de las industrias… La Casa de Campo, entregada días antes por la República al pueblo de Madrid, se llenó asimismo de gente, al igual que la Dehesa de la Villa.

La guerra del 36 supuso un nuevo giro en las celebraciones del 1 de Mayo, prohibiéndose las manifestaciones, si bien en zona republicana las organizaciones obreras publican manifiestos y celebran actos en recintos cerrados. La propaganda insistía en el esfuerzo bélico contra el fascismo y en la unidad, la disciplina y el sacrificio de los trabajadores. Concluida la guerra, el franquismo ratifica la suspensión, dotando al 18 de julio del carácter de fiesta de Exaltación del Trabajo Nacional.

En 1975 y 1976 los trabajadores desafiaron en la calle a las autoridades, celebrando el 1 de Mayo de manera masiva. Además de los saltos por la mañana hubo convocatoria por la tarde en la Casa de Campo, donde intervino la policía armada a caballo para dispersar a los que trataban de concentrarse y recuperar una parte del ritual que se remontaba a los años de la Segunda República.
En abril de 1977 fueron legalizadas las organizaciones sindicales, lo que no impidió que el gobierno de Adolfo Suárez prohibiera las manifestaciones que reclamaban plena libertad sindical, derecho de huelga y amnistía laboral, exigiéndose el desmantelamiento del sindicato vertical.

Será en 1978 cuando se celebre el primer 1 de Mayo “legal” tras la vuelta de la democracia. A la manifestación de Madrid acudieron alrededor de trescientas mil personas, coreando consignas contra el paro, por la unidad sindical y por la devolución del patrimonio sindical. Otro tanto ocurrió en Cataluña, País Vasco, Galicia, Andalucía y Asturias.

El 1 de Mayo de 1983 dejó patente el deterioro de las relaciones entre CCOO y UGT tras el acceso del PSOE al gobierno de la nación. Por primera vez desde la Transición no hubo ni manifiesto ni llamamiento conjunto a manifestaciones unitarias. La cuestión de la paz estuvo presente en las manifestaciones convocadas por CCOO en 1985 y 1986, expresando así el rechazo del sindicato a la entrada de España en la OTAN.

Tras la huelga general del 14 de diciembre de 1988, el 1 de Mayo se volvió a organizar conjuntamente en todo el país. El carácter unitario del 1 de Mayo se ha mantenido desde aquella fecha, así como la preocupación de las organizaciones obreras por el empleo, la calidad del mismo y los derechos a él asociados.