No nos une el amor
sino el espanto.
Tomás Borges
Desde la caída del último Sha y el advenimiento de la revolución jomeneista, EEUU ha pretendido de diversas formas desintegrar al Estado iraní. Desde el apoyo a Iraq en la guerra entre Iraq e Irán, que se prolongó durante 10 años, hasta las sanciones impuestas a este país que pretendían estrangular su economía, pasando por el intento de provocar el cambio de gobierno en una nueva versión iraní de las “primaveras árabes” en la época del presidente Mahmud Ahmadinejad. La opción militar (el ataque directo contra los centros de procesamiento) siempre ha estado en la mesa del Pentágono en las últimos años; Los fracasos militares en Iraq, Afganistán, en el Líbano y Siria, la situación explosiva y cada vez más incontrolable en el Medio Oriente, el profundo nacionalismo del pueblo iraní, y su capacidad demográfica[1] y militar, han hecho de esta opción un enorme interrogante. Hoy en día EEUU, que se declaró capaz de ganar al mismo tiempo varias guerras parciales en diversos lugares del mundo, se siente impotente, su capacidad no corresponde a su ambición.
La negociación entre EEUU e Irán por el tema nuclear se inició hace ya dos años en Omán. La propaganda sólo es propaganda. El eventual acuerdo, -aún están por definir aspectos muy importantes-, no es la “huella” en la historia dejada por el presidente Obama, como pretende hacernos creer la propaganda al uso, sino la constatación de un fracaso geoestratégico. EEUU después de décadas de presiones y bloqueos económicos no ha podido doblegar al país persa. El “eje de la resistencia” encabezado por Teherán ha obligado al coloso estadounidense a negociar. El presidente de EE.UU, Barack Obama lo ha reconocido al afirmar: «el acuerdo pacífico con el país es la mejor opción encontrada hasta el momento». El acuerdo debe analizarse, pues, en el marco de un reposicionamiento global de Estados Unidos en el medio y lejano Oriente.
La apuesta de EEUU durante todo este tiempo, ha sido y sigue siendo Israel y Arabia Saudita como garantes de sus intereses en Oriente Medio, por ello ha boicoteado sistemáticamente la posibilidad de alcanzar un auténtico desarme en la zona. No le interesaba, no podía permitir la existencia de una potencia regional que pudiera hacer sombra a sus protegidos.
En el mundo de la energía Irán es un elemento esencial puesto que desde sus yacimientos se abastece a Europa y Asia. Este último continente se está convirtiendo en el gran devorador energético. El país persa es uno de los mayores productores de petróleo en el mundo: le corresponde aproximadamente el 10% de las reservas globales sin incluir las enormes reservas de gas acumuladas. Una de las consecuencias inmediatas del levantamiento de las sanciones, si se producen, es poder ofrecer millones de barriles adicionales al mercado. La República Islámica de Irán elevará aún más la producción. En caso de levantarse las sanciones, Irán podrá aumentar muy rápidamente sus exportaciones hasta alcanzar un total de 2 millones de barriles/día según el ministro de Petróleo del país, Biyán Namdar Zangané.
Tanto Israel como Arabia Saudita (la casa gobernante lo ha hecho de forma menos visible) están sumamente preocupados por el acuerdo EEUU-Irán. La posición de Tel-Aviv raya en la histeria, Israel sabe que atacar directamente a Irán por su cuenta es una opción improbable a pesar de las declaraciones altisonantes de Nentanyahu y el ex ministro de defensa Moshe Yaalon. La capacidad militar de Tel Aviv es limitada. Ni contando con la ayuda de Arabia Saudita o EEUU, su fuerza aérea es capaz de atacar y destruir simultáneamente los miles de objetivos potenciales en los que ha dividido Irán sus plantas de procesamiento y eliminar su capacidad de respuesta.
Irán no está interesada en el arma nuclear, aunque la propaganda diga otra cosa. No hay ninguna prueba de que Irán esté más cerca ahora de las armas nucleares que Iraq en septiembre de 2002, cuando Blair y Dick Cheney, aseguraron al mundo que Bagdad representaba una verdadera «amenaza» nuclear. El tratado ahora esbozado obliga a Irán a disminuir en más de dos tercios su capacidad actual de enriquecimiento de uranio. Según la OIEA (Organismo internacional de la Energía) Irán es uno de los países más controlados del mundo, no ha refinado su Uranio más allá de un 5%, los acuerdos firmados ahora pretenden reducirlo al 3,5% y no ha obtenido en su único reactor de producción de plutonio (base para la fabricación de un arma nuclear) más allá de 100 gr de mineral, cuando una bomba de media potencia necesitaría unos 80kg. Irán es firmante del Protocolo de no Proliferación nuclear desde 1970 y ha aceptado las múltiples y repetidas supervisiones de los organismos internacionales de la Energía. Desde la época del Ayatola Jonenei Irán no ha perseguido el arma nuclear. Esta prohibición adquirió el rango de ley cuando se publicó una Fatwa en 2005 donde prohibía, como ajeno al islam, la fabricación de armas de destrucción masiva. A pesar de ello EEUU cercó al país persa intentando ahogarlo económicamente y propiciar un cambio de régimen. Para el iraní medio el acceso del país a la energía nuclear se ha convertido, en estos años, en una cuestión de orgullo nacional.
La situación internacional ha entrado en un proceso de cambio acelerado. El desgaste político de la administración demócrata pretende salvarse llegando a acuerdos con antiguos enemigos como Cuba o Irán. El acuerdo con el país persa ha de recorrer un largo y complejo camino. La posición del presidente Obama es débil. Los republicanos más “ultramontanos” no dudaron en ningunearlo cuando invitaron a Benjhamín Netanyahu a pronunciar un discurso en el Capitolio aún con la oposición de Obama. Las fuerzas más neoconservadores (en todo hay grados) sueñan con la división de Oriente Medio el múltiples estados enfrentados entre sí que pueden ser fácilmente gobernados por Estados Unidos o sus acólitos. Para estas fuerzas es un hecho que el tratado con Teherán implica que este país jugará aún más un papel clave en la región. Y podría significar que la posición de Israel quedara fuertemente debilitada; el anhelo sionista de expandirse y alcanzar desde “el Nilo hasta el Éufrates”, quedaría relegado al mundo de los sueños. La principal oposición vendrá, sin duda, dentro de los propios Estados Unidos más que en el interior de Irán; las fuerzas republicanas, opuestas a cualquier tratado con Teherán, dominan el Congreso y el Senado. Estos sectores cuentan con fuertes influencias en los medios de comunicación, en especial el New York Times y el Washington Post que apuestan únicamente por la vía de la guerra como fórmula para doblegar al país persa. La justificación es la de siempre “Irán es un estado agresivo”. La presión del lobby israelita será utilizada por Obama para redefinir el tratado inconcluso y retrasar el levantamiento de las sanciones económicas que penden sobre el país. La parte del acuerdo más volátil.
Mientras el gobierno israelí de Benjhamín Netanyahu, la variable no contemplada en esta ecuación porque se esperaba que perdiese las elecciones, va a necesitar una nueva guerra contra el Líbano o Cisjordania para intentar detener la influencia de Irán en la zona al mismo tiempo que aumenta la ayuda a los grupos terroristas que atacan Siria. Las dos opciones son malas para Israel, la capacidad militar de Hezbollah está demostrada y es prácticamente seguro que un ataque masivo contra el Líbano implicaría una nueva y dolorosísima derrota, la invasión de Gaza se saldó hace pocos meses con un fuerte revés militar que ni la censura militar ha podido ocultar[2]. Asimismo, y a pesar de los reveses puntuales, está clara la victoria de Al-Assad sobre los grupos terroristas.
Por otra parte sectores de las grandes multinacionales y del “establishment empresarial” ven en la apertura del mercado iraní nuevas fuentes de negocio (esta es otra clave del acuerdo) y al mismo tiempo permitirá disputar este país a la integración euroasiática en la que China ha puesto especial importancia y tiene al gobierno persa como un aliado clave, estratégico y confiable en una región profundamente inestable. Reinsertar a Irán en el sistema-mundo es jugar al clásico “divide y vencerás”. Se intenta así asegurar un flujo energético que permita al gas iraní de los campos South Pars (la segunda reserva a nivel mundial) viajar a Europa. De esta forma se generarían fricciones con Rusia. Se intenta así diversificar los intereses de Teherán entre Oriente y Occidente. Todo ello sin abandonar el objetivo de cambiar el gobierno. El fracaso de las primaveras árabes que se han convertido en otoños yihadistas, descarta de momento esta opción.
Estados Unidos juega con dos mazas de cartas en la mano, una partida donde va a permitir, porque no tiene otro remedio, que las milicias chiítas y efectivos del ejército iraní reconquisten las zonas controladas por el Estado islámico recuperando como han hecho Ticrik que es el camino para reconquistar Mosul, lo que ha reforzado aún más el liderazgo del país persa en la zona.
La segunda maza de EEUU es intentar limitar la expansión iraní en Yemen, utilizando para ello a los terroristas del ejército islámico financiados generosamente por Arabia Saudita. La relación directa entre los terroristas del EI y Arabia Saudita es manifiesta, este país ha enviado 5.000 combatientes del ejército islámico a Yemen, como si fueran tropas regulares. El objetivo a pesar de la “revuelta“ del premier israelí es asegurar la situación de Israel y para ello se creó una especie de pacto de la OTAN regional denominado Pacto de Bagdad, aunque está dirigido nominalmente por Arabia Saudita, para hacerlo aceptable a los países árabes, se haya bajo el control de Israel y Estados Unidos. Si a pesar de eso, Arabia Saudita es derrotada en la actual crisis en el Yemen, Irán podría tener el control no sólo del estrecho de Ormuz sino de la propia salida al canal de Suez que pasa obligatoriamente por el golfo de Adén.
Teherán se sabe deseada por varios jugadores de este tablero de ajedrez geoestratégico. Su posición en la partida quedará afianzada puesto que se le permitirá integrarse en la Organización de Cooperación de Shanghái, incrementando las inversiones y desarrollando muy rápidamente sus capacidades económicas. Precisamente el desarrollo económico de Irán es lo que más preocupa a Arabia Saudita, Israel y Turquía, los tres con deseos de liderazgo regional. Estados Unidos va a intentar que sean sus gendarmes. El objetivo principal es generar un fuerte control en la zona que permite el traslado de importantes fuerzas militares hacia China (el gran enemigo). Estados Unidos reforzará su dispositivo militar en el Mar de la China, intentando controlar el estrecho de Malaca hacia China. Decía el matemático y enciclopedista francés Jean Le Rond d´Alembert que “La guerra es el arte de destruir hombres, la política es el arte de engañarlos.” El acuerdo EEUU-Irán no deja de ser un caso evidente.
NOTAS:
1. Más de 70 millones de habitantes en la actualidad que se convertirán en 90 en 2025.
2. Ha sido publicitado en medios de comunicación israelitas las bajas que ha sufrido el Thasal en la última invasión de Gaza, más de cien muertos, cerca de 800 mutilados (con derecho a pensión), 2000 heridos de diversa consideración y algunos prisioneros que están negociando ahora su liberación.