Juan Goytisolo recibió de los Reyes de España el Premio Cervantes en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá por su labor literaria, crítica y periodística el pasado mes de abril. Este escritor perteneciente a la burguesía catalana se sintió, según él, marginado y silenciado por quienes detentaban el monopolio de la palabra, y por la imposibilidad de expresar su disidencia desde las filas de la oposición, por lo que determinó exiliarse en París en el año 1956 donde, con una carta de presentación con el sello de “aristócrata antifranquista” le permitió encontrar acomodo en la Editorial Gallimard.

A partir de entonces, inicia una carrera de escritor comprometido y como compañero de viaje, primero, con el comunismo y, segundo, con otras diferentes causas. Su biografía, pues, además de escritor, y desde perspectivas complejas discutibles, ha sido testigo de algunos acontecimientos del siglo XX y, en el plano literario, de haber roto con la crítica tradicional imbricada en una visión histórica cercana al historiador Américo Castro.

En París conoce a Jean Genet con quien mantendría una gran amistad que le ayudó a reconciliarse con su homosexualidad. Este acontecimiento tiene especial relevancia, porque desde entonces no existe una línea definida entre su ideología y su sexualidad, uno de los elementos recurrentes en sus ataques a Cuba. Las referencias sobre este tema son muy frecuentes en sus artículos, cuestión que le persigue con obsesión y que a lo largo de los años son parte integrante de un anticomunismo militante en un largo recorrido. En el año 1961 realiza su primer viaje a Cuba donde Carlos Franqui, director del diario Revolución, le encarga una serie de artículos sobre la situación en la isla que escribe con gran maestría literaria y con la inclusión transcrita de los diálogos que mantiene el autor con los nativos en su lengua popular, que dan luminosidad a este documento del tiempo inaugural de la Revolución. Estos artículos formarán Pueblo en marcha. Instantáneas de un viaje a Cuba, libro publicado en París (1963). El autor escribiría poco después: Los sucesos de la Revolución cubana me sacudieron de mi apatía. Había una maldición que parecía pesar contra los pueblos de nuestra lengua, siempre dormidos, siempre inmóviles y como aplastados bajo el peso de las oligarquías y las castas. La odisea de Fidel y sus hombres era la negación de esa fatalidad […] Defender a Cuba era defender a España, como un cuarto de siglo atrás morir en España era morir por Cuba.

Pero este entusiasmo sufre un debilitamiento que se traduciría en un proceso de alejamiento y, al fin, en una ruptura, que podemos leer en su narrativa y sus memorias. Por ejemplo, en el espacio que va entre la publicación de la primera edición (1966) y la segunda (1969) de su novela Señas de identidad se produce un cambio significativo, pues comprobadas las diferencias que existen entre ambas, se puede hablar de dos novelas, -se ha escrito- de “castradas señas de identidad”, unas diferencias que se concretan en que la presencia en Cuba de la primera edición desaparece en la segunda, con la supresión del capítulo VIII, en el que el protagonista Álvaro Mendiola, trasunto del autor, inicia el capítulo con la evocación de Cuba para dar paso al relato en distintos planos, donde los escenarios son La Habana y Santa Fe en el histórico momento de la crisis entre los Estados Unidos y la Unión Soviética descrito a través de las peripecias y aventuras amorosas del protagonista y las expectativas del pueblo cubano.

Si continuamos este recorrido por la obra de Juan Goytisolo, nos encontramos con el primer volumen de sus memorias/confesiones Coto vedado en cuyas primeras páginas el autor explica la naturaleza de su relación con La Revolución Cubana: “El proceso revolucionario cubano sería vivido así, íntimamente, como una estricta sanción histórica a los pasados crímenes de mi linaje, una experiencia liberadora que me ayudaría a desprenderme, con la entusiasta inserción en él, del pesado fardo que llevaba encima”. Juan Goytisolo se refiere al imperio económico que su bisabuelo construyó en Cienfuegos. A continuación de esta confesión, éste transcribe cuatro cartas dirigidas a Don Agustín Goytisolo, fechadas en Cienfuegos y firmadas por varios de sus trabajadores, cartas que se encontraban en el archivo familiar. Sin arriesgarnos a enunciar comentarios freudianos, con todos los reparos, la primera impresión que transmiten estos documentos es culpabilidad y expiación, y un malestar de una conciencia desgraciada.

En el segundo volumen de sus memorias En los reinos de taifa (1986) encontramos abundantes referencias sobre su relación con Cuba que determinan el perfil y la evolución de algunos intelectuales relevantes comprometidos en los sesenta con los procesos revolucionarios latinoamericanos y que, por causas diversas, se alejan y se sitúan en distintos espacios políticos ambiguamente disidentes que le permiten pertenecer a una élite intelectual en los países capitalistas para asegurar así sus estatus y la venta de sus obras.

Cuando estalla la crisis de los misiles, nuestro autor se encuentra de vacaciones en Sicilia, vacaciones que interrumpe para viajar a La Habana por “convicción moral de que la Revolución castrista encarnaba los valores de justicia y libertad que defendías en tu vida”, al tiempo que afirmaba que por primera vez en su vida aceptaba el riesgo de perderla por una causa que estimaba digna: acudía a la Cuba sitiada y en vilo, confesión que a renglón seguido explica: Aunque sincero, tu gesto era excesivo y escamoteaba teatralmente el debate contigo y con tu verdad [… ] por la paulatina degradación del proceso revolucionario, la inquietud de escritores e intelectuales sobre la represión de las actividades inconformistas y la denominada conducta impropia.

En los reinos de taifa, Goytisolo relata varios acontecimientos relacionados con la Revolución cubana y con su creciente distanciamiento, como el nacimiento y muerte de la revista Libre y el affaire de Mundo Nuevo y de su director Emir Rodríguez Monegal, su autocrítica de su libro Pueblo en marcha, su crónica de su último viaje a Cuba y sus obsesivas reflexiones sobre su sexualidad.

En lo que respecta a las peripecias de la revista Libre, el lector interesado puede consultar, además de las opiniones de Juan Goytisolo, el estudio “Libre (1971-1972), más allá del exilio” de Aránzazu Buice (Universidad de Bourgogne- Dijon), que afirma que la mencionada revista fue concebida en un momento de la internacionalización de la literatura latinoamericana y en la que existe una confrontación de dos concepciones de intelectual, “intelectuales libres” e “intelectuales responsables,” los que eran afines al proceso revolucionario, y aquellos que defendían una conciencia crítica independiente. En medio de esta confrontación surge el caso Padilla, affaire que esgrime Juan Goytisolo para explicar la desaparición de Libre. Después de la “caída” de Libre sus colaboradores se reúnen en torno a la creación de una nueva revista: Mundo Nuevo. ¿Para qué? Su respuesta es la siguiente: “La radicalización de la revolución cubana y el recrudecimiento de los conflictos sociales y políticos de Latinoamérica tendían a instaurar una atmósfera de guerra fría en el campo de las letras hispánicas y recluir a los escritores de la isla en una mentalidad de fortaleza asediada perjudicial a sus intereses […] Una revista como la nuestra nos proponíamos, resuelta a prestar desde afuera un apoyo crítico al régimen de La Habana…” En suma, el propósito no era otro que ayudar a los intelectuales cubanos a luchar por la libertad de expresión y por una auténtica democracia. Pero años más tarde se desveló que la revista estaba financiada por la Fundación Ford, acusación que Juan Goytisolo rechazó, pero que después de los estudios “La CIA y la guerra fría cultural” de Frances Stonor Saunders y “Mundo Nuevo: Cultura y guerra fría en la década de los 60” de María Eugenia Mudrovcic, confirman la financiación de este tipo de revistas como instrumentos encubiertos de lucha contra los movimientos revolucionarios tanto latinoamericanos como europeos.

Esta es en líneas generales la trayectoria de un escritor que como otros se alejaron de los movimientos liberadores en nombre de unos derechos humanos decretados por las potencias capitalistas y que en el caso de Juan Goytisolo adquiere además una singularidad circunscrita a su legítima reivindicación de su manera de ser, pero que le enajena ver y existir como hace el héroe lorquiano, que pese a su insatisfactoria existencia erótica, como escribe J. María Aguirre, afirma su determinación de existir conscientemente en la realidad del mundo que le rechaza y en la del suyo propio y más íntimo, enraizándose en ambos con todas sus fuerzas.