A propósito del nuevo disco de Jeff Beck, que es el núcleo de este artículo, me vienen a la mente aquellos guitarristas que han liderado sus bandas no siendo cantantes, cuando lo habitual es que ambas facetas se unan. Pongo algunos ejemplos de uno y otro caso. Eric Clapton lleva muchos años grabando y tocando bajo su nombre; se busca los músicos que necesita, ensayan y se lanza a girar por el mundo. En España, un tipo similar es Rosendo. Rosendo y Eric Clapton son guitarristas solistas de sus formaciones, componen, cantan y en los carteles de sus directos aparece su nombre en letras bien grandes.
Ahora lo contrario. Un músico instrumentista como Mike Oldfield adquirió notable relevancia mundial por sus canciones pop que él no cantaba; buscó la colaboración con la cantante escocesa Maggie Reilly para bombazos como “Moonlight Shadow” o “Family Man”. Aquí, en nuestro país, esto mismo hace el guitarrista de blues-rock Javier Vargas para su banda Vargas Blues Band. Y los hay que no siendo conscientes de que como guitarristas son extraordinarios pero que como cantantes son nulos, se siguen empeñando en cantar. El músico más conocido con este obstinado error es Keith Richards (Rolling Stones), quien acaba de sacar disco de nuevo con él al micrófono.
Jeff Beck no es de los que se equivocan. Es un brillante guitarrista británico de la órbita de Eric Clapton o Jimmy Page (Led Zeppelin). Muy respetado por su finura y fiereza con la guitarra; nunca enormemente popular pero muy querido entre la comunidad de las seis cuerdas. Con 71 años, mantiene una envidiable forma en sus directos y una apertura a nuevas influencias que plasma con solvencia en sus composiciones. No canta, pero basta su nombre para que sea un gran reclamo. El nuevo disco ‘Jeff Beck Live+’ incluye un repertorio de 14 piezas escritas por Beck a lo largo de su dilatada carrera, versiones de clásicos del rock, el pop, el soul y el blues, más dos pistas extra de estudio con las voces de Ruth Lorenzo y Veronica Bellino en las que Jeff Beck se zambulle en el rock electrónico bailable, sobre todo en la titulada “Tribal”.
Las otras canciones del directo fueron grabadas el año pasado durante la gira estadounidense con ZZ Top. Una formación de rock y blues sencilla. Rhonda Smith al bajo, Nicolas Meier a las guitarras, Jonathan Joseph a la batería, junto a Jeff Beck a la guitarra principal. Cuatro músicos que parecen ocho por la fuerza brutal como suenan en los temas más vitales. Me refiero a títulos tan bien ejecutados como ‘Morning Dew’, ‘Superstition’, ‘Little Wing’, ‘Rollin’ and Tumblin’ o ‘Going Down’. Cualquier lector avezado habrá podido comprobar un par de detalles. Uno, estas canciones no son de Beck. Dos, son temas para ser cantados. Ciertas ambas apreciaciones. Son versiones geniales de Rosel/Dobson, Stevie Wonder, Jimmy Hendrix, Muddy Waters… están cantadas por una voz que desborda cualquiera de los registros que acomete; la de Jimmy Hall. En estos cortes se mueve por el rock y el blues.
Pero la pieza más redonda de todo el álbum, un tema de Sam Cooke titulado ‘A change is gonna come’, es soul desgarrador. Sin paliativos: Jimmy Hall está de matrícula de honor. Completan el álbum momentos instrumentales, la mayoría firmados por Beck más uno de John McLaughin y una preciosista versión de ‘A day in the life’ de The Beatles. Con estos ingredientes, Jeff Beck demuestra estar en muy buena forma cuando hace sus solos, cuando acompaña al grupo, cuando entra en terrenos de rock electrónico. ¡Qué bien que grabó y editó estos temas!