Atrapasueños, cooperativa editorial, cumple 15 años como editorial dedicada a la conciencia crítica y a la conciencia política alternativa, en cuanto entidad independiente. Esto, que se puede decir en unos segundos, equivale a todo un proceso de supervivencia y combate en esa esquina donde más duro golpea el aire frío de los tinglados del mercado.
Atrapasueños no ha buscado un sitio en el tablero, desde la astucia de los yacimientos de la compra y venta. Atrapasueños pretende colaborar en la producción de una conciencia crítica desde las trincheras de la ideología antidominante que, por serlo, es una ideología contra las clases dominantes. Esas clases que, en la posmodernidad, han convertido al periodismo en posperiodismo y a la crítica literaria en policía científica de la dominación de clase.
Con los años 80, y hasta nuestros días, el editor no es tal (aquel editor coautor, compañero y palanca del escritor), sino un acondicionador que, al par que crea el texto, crea los clientes (no ya lectores) para este texto. El huevo o la gallina. Y todo el que no esté en este circuito deja de “vender”, deja de ser leído (es decir, consumido), pasa a la marginalidad congelada de los que no se venden y que, por tanto, no son comprados. Es el nuevo modelo de la censura. Hablamos ya, a estas alturas del capitalismo posmoderno, de la censura económica. De modo abrupto, como le ha ocurrido a Gregorio Morán con “El cura y los mandarines” (o quita usted esas once páginas, o no lo editamos); y de modo indirecto-comercial: o produce usted conforme a la norma, al canon, o está usted en fuera de juego.
Trabajar con Atrapasueños es algo distinto, pues, eso sí, tienes que acarrear muchos paquetes de libros y hacer cientos de kilómetros, que te programa de forma inmisericorde el pertinaz Joaquín Recio, el Feltrinelli de Las Sabinillas. Porque los libros no son como ciruelas, que entran catorce en un kilo, sino que se venden de uno en uno. Y más: no se buscan, en los circuitos de Atrapasueños, clientes, sino lectores. Y hay que teatralizar esa búsqueda. Así, pues, desde un escenario recitas y declamas, y sacas palomas de la manga (esa paloma blanca que dormía en la nieve). Y está acorde con los tiempos ese teatro, como espíritu mismo de los tiempos. Ya lo dijeron los del mayo-68 parisino: Cuando la política se convierte en un teatro, los teatros deben hacer política. Y junto a la declamación, la música insobornable de gentes como Juan Pinilla o Lucía Sócam. Empieza el contra-espectáculo, el funambulismo de la ideología antidominante, el birlibirloque de los que han roto el dogmatismo de la resignación.
Atrapasueños, a modo de misión pedagógica, llega a los escenarios de los pueblos ofreciendo independencia, crítica, teatro, música, combatividad; desde la coherencia tonal de fondo de que a pesar de las dificultades de una guerrilla contra el mercado, no faltarán ánimos para repetir, en forma de letanía, a gritos y en silencio, o en el crescendo final de la función: No podrán con nosotros. Gracias Recio.