Once años después de que Francia dijera NO al Tratado constitucional europeo, el pueblo francés vuelve a levantar la antorcha de otra batalla que, más allá de las frontera gala, es una lucha a nivel europeo, una lucha contra la políticas de austeridad de la Comisión Europea, en definitiva una lucha de clases. La Confederación General del Trabajo (CGT) encabeza, junto a otros sindicatos, la batalla contra una de las leyes más regresivas contra los derechos de los trabajadores que parten de las directivas de las instituciones europeas y que, con diferentes nombres pero con las mismas recetas neoliberales, se implantan en muchos países europeos. Todas ellas están diseñadas para debilitar la fuerza sindical, acabar con los convenios colectivos, bajar los salarios y aumentar el trabajo, la flexibilidad y la precariedad. España, Alemania, Grecia, Italia… ya lo sufren. Pero Francia se ha levantado con una fuerza contundente.
Los franceses llevan tres meses y medio manteniendo un duro pulso con el gobierno de Hollande y el proyecto de ley del trabajo, bautizado con el apellido de su ministra ley “El Khomri”, que con el mismo corte que la española está diseñada para destruir las conquistas sociales y laborales, recortar los derechos de los trabajadores y que en el Senado, de mayoría conservadora, amenaza entre otras cosas hasta con tocar las 35 horas semanales conquistadas hace años.
Han sido más de 100 días de manifestación y huelgas en las empresas que han parado el transporte, las refinerías, la distribución del carburante y muchas acciones dirigidas no sólo a bloquear las autopistas sino también la economía. Los franceses no se movilizaban tanto desde 2009 cuando se levantaron contra la ley de jubilación se Sarkozy. La diferencia es que aquella vez lo hicieron contra un gobierno de derechas y ahora lo hacen contra un gobierno socialista, que además está nervioso de una posible división en el Partido a causa de esta controvertida ley que cuenta con el rechazo de más del 70% de la población que apoya la lucha y el movimiento social. La CGT, uno de los sindicatos más fuertes de Europa mantiene el pulso al gobierno. El gobierno, tampoco cede un ápice. Espera que la movilización se debilite y para ello utiliza todas sus armas: “intenta desacreditar la protesta, ataca fuertemente a la CGT, como nunca antes, y les acusa de ser los instigadores de los episodios violentos de algunas manifestaciones”, según explicó a Mundo Obrero la sindicalista francesa Camille Montuelle.
Camille Montuelle, sindicalista de la CGT | Foto: Gema Delgado
Montuelle, Secretaria de la Unión Regional CGT de Ile de France y sindicalista de la federación de la salud, vino a España para explicar la lucha frente esa ley regresiva. Lo hizo días después de la huelga que el 14 de junio volviera a reunir en París a más de un millón de manifestantes, aunque la policía dijo que eran 80.000, “es la propaganda del gobierno y la batalla ideológica que quiere desinflar la lucha y la capacidad de movilización”. El día 17 de junio, después de tres meses, por fin, la ministra de trabajo se reunió con el Secretario General de la CGT Philippe Martínez. Una reunión de la que no se obtuvo ningún resultado.
Mientras el procedimiento sigue su curso, igual que lo harán las movilizaciones. La próxima será el 23 de junio. Y la siguiente el 28, que es cuando concluirá el debate en la Asamblea Nacional. Falta por ver lo que hará el primer ministro francés, Manuel Vals. Ya echó mano de un artículo de la Constitución para conseguir que la ley continuara su tramitación en el Senado, donde, debido a una mayoría conservadora, la ley se puede endurecer aún más hasta hacer peligrar la histórica conquista de las 35 horas semanales. Luego volverá a la Asamblea Nacional. Allí Manuel Vals tendrá que optar por el debate parlamentario, con el riesgo de una división interna ante una ley tan impopular, o dar otro golpe de mano y aprobarla por decreto, debilitando un poco más la democracia francesa y a su propio partido. Y todo esto a menos de un año de las elecciones presidenciales que se celebrarán en 2017.
Hay muchas cosas en juego, pero la más importante, como explica Montuelle, es poder defender los convenios colectivos, que otorgan los mismos derechos a todos los trabajadores, por encima de los convenios de las empresas, algo fundamental en un país donde el 80% del tejido social está constituido por pequeñas empresas con bajos niveles de sindicalización. Nos cuenta que han recibido la solidaridad internacional no sólo de sindicatos europeos sino a nivel mundial, lamentando de paso la debilidad mostrada por la Confederación Europea de Sindicatos. Explicó que esta batalla se realiza en un contexto europeo, que en Bélgica están tratando de hacer lo mismo en estos momentos y lo que pase en esta lucha será una referencia para otros países. Por eso la solidaridad internacional es tan importante, para que no suceda como con Grecia “porque es difícil batirse solos contra las instituciones europeas”.