Escrito en Bruselas en tiempo record, la primera edición del Manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels, sale a la luz en Londres un 21 de febrero de 1848. Se cumplen 170 años del Manifiesto, aniversario que se da precisamente en el año del bicentenario del nacimiento de Karl Marx.

Para el historiador marxista Eric Hobsbawm, dos cosas contribuyeron a la fuerza del Manifiesto. La primera es su visión, incluso en el mismo comienzo de la marcha triunfal del capitalismo, de que este modo de producción no era permanente, estable, que le capitalismo no es “el fin de la historia”, sino una fase temporal de la historia de la humanidad, destinada como sus predecesoras a ser sustituida por otro tipo de sociedad.

La segunda, es su reconocimiento de las necesarias tendencias históricas a largo plazo del desarrollo capitalista. En cierto sentido, siguiendo la idea de Hobsbawm, la fuerza de las predicciones del se pueden apreciar ahora con más claridad, que las generaciones que vivieron entre el momento de su publicación y ahora.

En pleno Siglo XXI y en un contexto de crisis como el actual, sorprende la visión aguda del Manifiesto sobre el futuro entonces remoto de un capitalismo masivamente globalizado. No hay texto de la década de 1840 que tenga esa capacidad.

Junto a las anteriores, el Manifiesto tiene el valor contemporáneo de ser el primer texto que, a mediados del Siglo XIX, realiza de una manera brillante una radiografía de la sociedad capitalista contemporánea, siendo precisamente ese, el núcleo central del Manifiesto.

Decir que estamos ante una obra de coyuntura, lo que llevó a sus propios autores a contextualizar el Manifiesto en cada prólogo de sus diferentes reediciones. En el prólogo a la edición inglesa de 1888, Marx y Engels precisan bien el núcleo central de la presente obra.

Esta idea consiste en lo siguiente: que en toda época histórica el modo de producción e intercambios económicos y la articulación social que de él se sigue constituye necesariamente el fundamento sobre el cual se constituye la historia política e intelectual de ésta época.

En este pequeño pasaje encontramos la primera idea central del Manifiesto y de toda la obra de Marx y Engels, el modo de producción sirve de base a la forma de organizar la vida política y cultural de una sociedad. Estamos ante los primeros esbozos, continuadores de La sagrada familia (1845), de la concepción materialista de la historia de Marx y Engels, si bien esa determinación entre la base material y la superestructura jurídica e ideológica aparece más matizada en su obra posterior. Es por tanto el estudio del modo de producción capitalista y de la sociedad burguesa que se deriva de éste, el núcleo central del Manifiesto.

En segundo lugar, el Manifiesto afirma que la sociedad capitalista tiende a dividirse en dos clases únicas, la capitalista y la proletaria. De esta forma en la primera parte de la obra los autores afirman:

Toda historia de la sociedad humana, hasta el día, es una historia de luchas de clases. Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes.

En la obra se nos presenta un aspecto esencial de la concepción marxista de las clases sociales, entendidas como un conjunto de individuos definidos por su relación con los medios de producción, y no por su renta o capacidad de consumo. Concepción de clases sociales correspondiente al marco metodológico utilizado por Marx, el cual parte de la abstracción a la concreción. La existencia de dos clases sociales tiene que ver con esa “abstracción” que permite a Marx a analizar el capitalismo a través de sus dos clases sociales fundamentales. Al analizar en sus escritos la situación política francesa El dieciocho de Brumario de Luis Bonaparte (1852) o La guerra civil en Francia (1871) Marx aborda el estudio de las clases sociales desde su “concreción”, identificando las diferentes clases sociales protagonistas del conflicto social dentro del capitalismo concreto de la Francia de la época.

Pero al igual que en los aspectos de la superestructura que influyen en la base económica, que en el Manifiesto se identifican con el descubrimiento de América o la colonización de África, en el estudio de las clases sociales, aparecen también en la obra elementos importantes para los comunistas que luchamos en esta segunda década del Siglo XXI, me refiero al papel de las capas medias. En el Manifiesto los autores se sirven del término Stand (estamento) y no Klasse (clase) cuando habla de la posición de los grupos de la sociedad feudal organizada en estamentos, o la posición de los grupos de la sociedad burguesa, que no son burgueses ni proletarios, es decir, que no son clases económicas fundamentales (Maguire, 1984). Análisis de la evolución de los “estamentos intermedios”, como elemento clave para la definición de la política de alianzas de la clase obrera.

Como tercer aspecto cabe destacar que en el Manifiesto aparece otro de los conceptos fundamentales del pensamiento de Marx, la perspectiva instrumentalista del Estado dentro de la sociedad burguesa, derivada de uno de los pasajes más famosos del Manifiesto:

por fin conquista para sí la burguesía, en el moderno Estado representativo, el predominio político exclusivo, a partir del establecimiento de la industria moderna y del mercado mundial. El gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa.

Perspectiva que analiza las vinculaciones entre la clase dominante y el Estado, donde la burguesía hace uso del Estado como “instrumento” para el dominio de la sociedad en virtud del poder económico y del control de los medios de producción que dicha clase detenta dentro del capitalismo. El Estado por tanto representa los intereses de clase, interpretación que marca para Marx la dependencia de lo político (el Estado) respecto de la sociedad (las clases sociales), consecuencia lógica de las necesidades de concentración política resultantes del proceso de concentración económica que se da dentro del capitalismo estudiado en el Manifiesto.

El control de los medios de producción le otorga a la burguesía el predominio político y cultural de la sociedad, que se sirve del Estado para su perpetuación, lo que lleva al proletariado a la necesidad de la lucha política. Aparece por tanto la toma del poder como el máximo objetivo del proletariado, que requiere de la independencia política de la clase obrera por medio de la formación de sus propios partidos políticos:

Esta organización de los proletarios como clase, que tanto vale decir como partido político.

La derrota de la Revolución de 1830 y de las posteriores insurrecciones populares llevan a Marx y a Engels abordar la necesidad de la lucha política desde una óptica de clase, no subordinada a la burguesía. Para los autores la burguesía en su fase revolucionaria había encabezado la lucha contra la aniquilación del orden feudal, pero con su ascenso definitivo como clase dominante, se convertía en obstáculo para el avance hacia una sociedad superior. Correspondía por tanto a una nueva clase, el proletariado, el asumir una nueva lucha política superadora del capitalismo, objetivo para el cual se debía constituir como sujeto político autónomo a través de la lucha política organizada.

Encontramos en este esquema el cuarto aspecto a destacar en el Manifiesto, los elementos básicos y apenas desarrollados de una concepción de Marx y Engels del partido político. Para los autores no se puede actuar como clase más que constituyéndose el proletariado en partido político independiente, aspecto relacionado con la dependencia de lo político respecto de lo social analizado anteriormente. Nos encontramos por tanto ante un momento de ruptura dentro de la lucha de la clase obrera, al marcar Marx y Engels la preponderancia de la lucha política (toma del poder) sobre la lucha económica (sindical). Para los autores la lucha económica se conecta con la lucha política, que aparece como el nivel superior de conciencia del proletariado, lo que marca una ruptura con las tradiciones anarquistas y premarxistas del movimiento obrero.

A modo de conclusión

El Manifiesto del Partido Comunista, es un documento para un determinado tiempo histórico. El Manifiesto describe el ascenso de la burguesía y de la transición hacia un capitalismo industrial pleno. Durante el texto, y de una forma en ocasiones premonitoria, se nos describe la formación de un capitalismo mundial, en expansión, que impulsa una división del trabajo sustentada en la manufactura, la mecanización y el trabajo asalariado de base fabril, sustentado en un Estado moderno y en una sociedad formada por clases sociales antagónicas, pero en la que aparecen también capas intermedias entre las clases sociales fundamentales. Aspectos todos que aparecen ante nosotros como algo “contemporáneo”.

A pesar de lo anterior, es importante tener en cuenta que el Manifiesto corresponde a una fase inmadura del pensamiento de Marx y de Engels. En la obra no se hace referencia alguna a la teoría de la plusvalía, aspecto esencial en el pensamiento de Marx, teoría que explica el origen del beneficio capitalista y de la acumulación del capital industrial, cuestiones esenciales para comprender el funcionamiento de la economía capitalista.

Esta ausencia del concepto de plusvalía en el Manifiesto tiene que ver con el escaso interés que para Marx tenía en aquellos momentos el estudio de la economía, que le llevaba a tener un planteamiento “ricardiano” del origen del beneficio y que explica la concepción del Manifiesto de un obrero que vende su mano de obra, a la venta de la fuerza de trabajo estudiada en El capital. No es hasta 1849, cuando un Marx expulsado de Bélgica llega a Inglaterra, y de la mano de Engels, conoce de primera mano el capitalismo más desarrollado del mundo, el inglés.

Después de todo lo expuesto, caben señalar cuatro aspectos fundamentales de la obra:

El capitalismo nos aparece como una realidad histórica, concreta, como una fase en la historia de la humanidad, y no como el final de la historia.

El capitalismo es un modo de producción en continua expansión. El Manifiesto nos expone de manera brillante, las tendencias históricas a largo plazo del capitalismo, esenciales para el análisis de su momento histórico concreto. Algo de lo que tomaría buena cuenta décadas después Lenin en su estudio de las transformaciones del capitalismo hacia su fase monopolista y la aparición del Imperialismo como una nueva fase del capitalismo.

Pocos textos tienes el “poder literario” del Manifiesto Comunista, el cual reside en que la obra no se escribe “para sí mismo” sino para el nuevo sujeto político al que se quiere dirigir, el proletariado. En este sentido es importante “saber cuál es la relación entre el texto y el espacio de la práctica política que dibuja” (Althusser, 2004: 59). El Manifiesto Comunista es un texto que se posiciona y toma partido, que tiene toda la “fuerza de un escritor al servicio de su causa por la que toma partido” (2004: 60), que entiende la coyuntura en términos de conflicto de fuerzas, y que exige “ser escrito bajo formas literarias nuevas”, la superación de la forma de tratado por la forma de manifiesto.

La división de la sociedad en clases antagónicas nos lleva a una conclusión fundamental: la política es el elemento central del Manifiesto Comunista. El cambio histórico lo consigue el hombre construyendo su propia historia, lo que nos permite afirmar que el Manifiesto no es una obra de la que se pueda extraer un contenido determinista.

El cambio histórico a través de la praxis revolucionaria y la acción colectiva forman parte de ese núcleo central, compromiso con la política que distingue al pensamiento marxista del anarquismo, y que encierra un planteamiento político nuevo, rupturista con el socialismo antiguo o más conocido como utópico.

Para terminar, dedicar el presente artículo a Javier Navascués, que nos enseñó a muchos jóvenes a leer a Marx en toda su dimensión.

Director de la Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM)