¿Qué es un negro en una pista de esquí? Un blanco perfecto./¿Cómo se meten a cien judíos en un seiscientos? En el cenicero./Llegué a casa y le metí dos ostias a mi mujer. ¿Por qué?, me preguntó. ¡Por si acaso.!/Va un maricón y…/Va una niña enseñando las bragas y…/Va un moro y…

… Y sí, son chistes. Y el humor no tiene que tener límites. Y como decía Valle Inclán, “las coplas no son delitos mayores”. Incluso pueden hasta tener su gracia, evidentemente si no eres uno de los aludidos, quiero decir, si no eres negro en la Sudafrica del apartheid, judío durante el nazismo, mujer maltratada, homosexual en el franquismo, niña violada o cadáver de inmigrante flotando en el Mediterráneo.

Y es que el problema no es el chiste en sí, sino qué clase de aberración pasa por la cabeza de quien lo cuenta o inventa, usando la desgracia ajena, más aún si esa desgracia no es fortuita sino causada por esta devastadora y cruel organización social en la que nos ha tocado vivir. No quiere decir eso que uno defienda la autocensura, ¡faltaría más!, sino que, a mi entender, hay cosas de las que no debe hacerse ni mofa, ni escarnio. Es como si, estando en la playa de vacaciones, veo llegar una patera y en vez de echar una mano a los sufridos navegantes para que escapen de una “justicia” que les criminaliza por buscar una vida mejor, me dispongo a grabarles con el móvil para luego echarme unas risas con los amigotes saboreando un gin tonic de marca cara. No. No todo es motivo de chanza.

Saco esto a colación tras el monólogo de un tal Rober Bodegas quien, no contento con abundar en una serie de crueles tópicos sobre el pueblo gitano –por cierto, tan españoles como se pretende que sean los catalanes-, al disculparse por su basura dialéctica, nos deja sutilezas tales como “hagamos un trato. Yo no cuento chistes de gitanos pero que ellos se comporten como nosotros”. O sea, a ver si me entero. Cuando dice que se comporten igual que nosotros, ¿a qué nosotros se refiere? ¿A él mismo, a Aznar, a Albert Rivera, a Bárcenas, a Rato, al Rey emérito o al actual? ¿O tal vez lo que está diciendo es que la Cultura del Pueblo Gitano no vale una mierda y como tal debe de ser exterminada, cosa que llevan intentando reyes y legisladores desde hace más de 500 años con pragmáticas y castigos del tipo mandarles a galeras, cortarles las orejas, quemarles vivos, etc. etc.? ¿Acaso es tan bestia ese sujeto, que presume de escritor, que desconoce la historia de este país, en el que se incluye el pueblo gitano, cuya lengua, el romaní, entre otras cosas, es de las más antiguas del planeta y proviene directamente del sánscrito?

Y luego está la guinda del pastel, lo de “cada vez que en televisión hago un chiste de gitanos, llega una carta, sorprendentemente bien escrita…”. ¿Así que una cualidad del pueblo gitano, a parte del cante y el baile, es escribir mal? ¿Se puede ser tan imbécil para no saber la situación en la que viven la mayoría del pueblo Rom, no por su idiosincrasia, sino por siglos de persecución y rechazo, situación que a base de lucha y esfuerzo es el mismo pueblo gitano quien está intentando terminar de una vez? ¿A este simpático muchachote se le escapa lo que les cuesta que les alquilen un piso, encontrar un trabajo, plaza en una escuela? ¿Y aún así, a pesar de la lucha que mantienen por vencer las trabas que les vienen de afuera y también, por qué negarlo, desde dentro de su misma gente, porque a eso lleva la represión, a enrocarse en las más arcaicas tradiciones para no perder la identidad amenazada, se atreve a abundar en su desgracia a base de chistes malos?
Aunque lo peor del caso es el cierre de filas que la gran mayoría del gremio ha hecho a su alrededor. Y todo porque otro imbécil le ha mandado un mensaje diciendo que ojalá se muera.

En fin, ¡para matarles!