Diciembre de 2018. El Ayuntamiento de Madrid coloca una placa en la esquina de Preciados: “El pueblo de Madrid, en reconocimiento al movimiento 15M que tuvo su origen en esta Puerta del Sol. Dormíamos, despertamos”. En otro punto de la plaza, protagonistas de aquel movimiento gritan: “Nada que celebrar si hay detenidos por luchar”. Hablan de las 14 personas acusadas, de las 19 detenidas durante la jornada de la manifestación de aquel 15 de mayo de 2011 en Madrid, y a las que la Fiscalía pide un total de 74 años de prisión (6 años para 13 de ellos y 6 meses para la restante). La Fiscalía les acusa de desordenes públicos y de atentado contra la autoridad. El 11 de febrero comenzará la vista oral de un juicio, que se prolongará durante tres días, en el que testificarán 41 agentes y 13 abogados defensores.

Aquel 15 de mayo de 2011, miles de personas salieron a las calles compartiendo indignación pero también esperanza. Lo hicieron bajo el lema “No somos mercancía en manos de políticos y banqueros”. Aquella manifestación en un día festivo en Madrid marcó el inicio de un movimiento que tomó masiva y continuamente las calles y plazas de todo el Estado para gritarle al sistema económico y político aquello de “No, que no, que no nos representan”. Aquella fecha fue precisamente la que dio nombre al movimiento. Y aquella tarde fueron detenidas 19 personas, 5 menores de edad. Entre ellas un joven que venía de jugar al fútbol y tuvo la mala suerte de coger el cercanías en Sol. También otro que se interpuso entre un joven que estaba siendo apelado en el suelo y su agresor, el antidisturbios, al que pide que pare de pegar y a modo de respuesta es también golpeado y detenido “por meterse donde nadie le llama”. Otros dos jóvenes fueron arrestados por policías secretas con estética de skins cuando intervinieron para levantar a unos chicos del suelo y evitar que les pisaran mientras los antidisturbios repartían porrazos a las personas sentadas en Gran Vía. Así lo contaron los detenidos en un comunicado que difundieron a su salida de comisaría. Después de 72 horas detenidos e incomunicados, fueron puestos en libertad con cargos en espera de juicio.

En el comunicado, los detenidos denunciaron las agresiones y vejaciones a las que fueron sometidos tanto en el momento de la detención como en el traslado y en esos tres días que pasaron en los calabozos. “A un compañero le dijeron: has tenido suerte de que no te he pegado dos tiros. Mientras nos arrastraban escaleras arriba dijeron: “Podríamos tirarlos por la ventana, que son unos rojos de mierda”. A un compañero, después de efectuar su detención, dentro del furgón y con las manos atadas, le cogieron de la cabeza y le dieron golpes con el asiento del furgón, diciéndole que llevar rastas es anti-higiénico y que le daba igual que no hubiera hecho nada, pero que era un guarro, y que eso les bastaba para pegarle. En el comunicado cuentan que tirados en el suelo, con las bridas apretadas en las muñecas y mirando hacia abajo, otro compañero advierte que tiene problemas de corazón, que ha sido operado y que toma medicación. Solicitó ser trasladado al hospital, a lo que los agentes respondieron burlándose de él y negándole la asistencia médica. Pasaron 2 horas hasta que un mando policial dijo que iba a llamar al Samur, que llegó una hora más tarde, relataron los detenidos.

Esas denuncias no se investigaron, las versiones de la policía sobre los hechos y los cargos sobre los detenidos fueron cambiando. Les acusan de delitos de “Desórdenes públicos”, con penas entre 6 meses y 3 años de prisión; “Atentado contra la autoridad”, penado de 1 a 3 años de prisión y “Resistencia”. El primer cargo es común a todos los detenidos, y luego varían de 2 a 3 cargos.

Adrián Almanzor fue testigo de la detención de uno de aquellos detenidos, su amigo Andrés, uno de los 14 imputados. Cuenta en un reportaje publicado en Contexto, cómo ocurrió. Dice que Andrés no hizo nada que justificara su detención “simplemente huyó más lento que el resto”, y niega que arrojara ninguna silla a ningún policía.

También relata cómo aquel 15 de mayo, tras las detenciones, una treintena de personas se reagrupó en la Puerta de El Sol y decidió pasar la noche allí para exigir la libertad de los detenidos. Al día siguiente la manifestación se repitió y comenzó la acampada en Sol que transformaría el mapa y las conciencias de la ciudad y del país durante meses.

Lo que se inició como una actuación represiva y un castigo ejemplarizante, se instrumentaliza hoy como un juicio que puede ser usado para impugnar a todo un movimiento social. Pero esas brasas pueden servir para avivar la indignación del 15-M, más en un momento en que los chalecos amarillos sacuden el gobierno y el poder francés, un movimiento masivo al alcance de la mano.

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CAMPAÑA POR LA LIBERACIÓN

Diferentes colectivos han lanzado una campaña con un manifiesto para la liberación de los 14 del 15-M (https://15mlibertad.wordpress.com) al que se van sumando organizaciones y personas a título individual. En él se recuerda que además del juicio a estas 14 personas hay cientos de juicios a activistas que también llevan esperando siete, ocho y nueve años, y multas que suman cientos de miles de euros. El manifiesto de la campaña de liberación exige la absolución para los 14 del 15 M y la revisión de todas las causas judiciales pendientes. Y, por encima de todo, subraya la voluntad de seguir luchando y no dejarse intimidar: “El objetivo de la represión es claro: servir de escarmiento, asegurarse de que todo el mundo sepa que por manifestarse, protestar, organizarse y luchar se puede acabar apaleado, detenido y encarcelado. Y con ello mantener la impunidad, esconder la verdad de quién ejerce realmente la violencia, crear un clima de miedo que asegure la desmovilización y la sumisión(…) Pero no les resultará fácil someternos y muchos menos callarnos ni encerrarnos. Frente a los viejos y nuevos autoritarismos, frente a la represión de las luchas sociales, frente a la nueva normalidad de la mordaza y las leyes de excepción, siempre responderemos con la solidaridad. Si nos tocan a una nos tocan a todas. En febrero de 2019 nos juzgan a todas y no nos quedaremos ni calladas ni quietas.