La situación política y social de Brasil sigue girando alrededor de los dos grandes protagonistas de las últimas elecciones. Jair Bolsonaro, candidato vencedor en las urnas y Luiz Inacio Lula Da Silva, ex presidente, a quien la Justicia no le permitió presentarse a la convocatoria pero sigue siendo el referente indudable del centro-izquierda.

Mientras tanto el país se moviliza en direcciones opuestas.

Por una parte los seguidores del actual presidente convocaron a respaldar en las calles las acciones de gobierno, con un seguimiento escaso en la mayoría de las 42 ciudades donde se realizaron.

Por la otra los estudiantes y profesores universitarios salieron a defender la educación pública, en contra de los recortes previstos y otras medidas. Según informa el portal de noticias de Yahoo, “Los manifestantes apuntaron igualmente contra la reforma del sistema de jubilaciones (…) y contra la reciente ordenanza de Bolsonaro que flexibilizó el porte de armas. Las imágenes aéreas de la televisión mostraron impresionantes muchedumbres desfilando por Rio y Sao Paulo, donde los organizadores estimaron una participación de 150.000 personas que corearon consignas como «Saquen las manos de la educación» y «Libros sí, armas no».

Cabe destacar que el presidente Bolsonaro impulsó una iniciativa para facilitar la compra y tenencia de armas como fusiles. Medida que generó una honda preocupación en una sociedad que convive con un grado de violencia importante. Según Infobae.com “Brasil registró la tasa de homicidios más alta de su historia y suma más de 500 mil asesinatos en diez años. Así lo establece el Atlas de la Violencia 2018 publicado por el Instituto de Investigación Económica Aplicada, dependiente del gobierno de Brasilia. Con 30,3 muertes intencionales cada 100 mil habitantes, el país se ha convertido en uno de los más peligrosos del mundo” [1]. El pasado de militar golpista del ex capitán Bolsonaro, y el apoyo de los fabricantes de armamentos en su campaña electoral están detrás de este decreto presidencial. Las movilizaciones lograron que, al menos de momento, se paralice esta medida.

Mientras las organizaciones sociales comienzan a responder en las calles, a nivel político la figura de referencia sigue siendo el ex presidente Lula da Silva, que sigue reuniendo solidaridad explícita de personalidades a nivel mundial. Destaca por su repercusión la carta que le remitiera el Papa Francisco, en la que le dice entre otras reflexiones que “es posible creer ‘que, al final, el bien vencerá el mal, la verdad vencerá la mentira y la salvación vencerá la condenación’. [2]

En el marco de la contienda judicial, se ha producido un hecho que puede conllevar la nulidad de una de las causas que mantienen a Lula en prisión. Y es que la propia Justicia autorizó al propietario de una vivienda a venderla. El caso es que según el Juez que llevó la causa contra Lula sostuvo que esa vivienda era, pese a no existir evidencia alguna, propiedad del ex presidente y que la había recibido por tratos de favor a una multinacional. Informa Prensa Latina que “El Ministerio Público Federal (MPF) fue favorable a la solicitud de autorización del empresario Fernando Bittar, quien es el dueño del sitio, para venderlo. Tal aprobación refuerza los argumentos presentados por la defensa del ex mandatario de que no tiene nada que ver con la posesión, como argumentan los fiscales de la operación anticorrupción Lava Jato”. [3]

Ahora que otro Juzgado autoriza al propietario, que sí figura en todos los papeles, a vender la propiedad, la consecuencia implícita es que Lula no fue nunca el titular de la misma, con lo que esa acusación caería.

Valter Pomar, dirigente del Partido de los Trabajadores de Brasil (PT), da una pincelada de visión estratégica sobre los procesos de América Latina que se aplican perfectamente al país carioca: “Ni las fuerzas de izquierda que ocuparon el gobierno con el objetivo de emprender rupturas parciales sucesivas con el sistema capitalista, ni las fuerzas progresistas que lo ocuparon con el fin de realizar reformas de signo popular dentro del sistema social imperante, elaboraron planes estratégicos para el cumplimiento de sus objetivos, lo que provoca insuficiencias, omisiones y errores en su gestión, que abren flancos a una mayor efectividad de la desestabilización de espectro completo”.

No se debe olvidar que la izquierda mantiene poder estatal en este país con estructura federal. Por ejemplo el PT mantiene la gobernación de cuatro estados, el Partido Comunista do Brasil (PCdoB) en uno.

Sostiene Pomar que en la actualidad “Los gobiernos y fuerzas de izquierda y progresistas se concentran en la resistencia y la denuncia a la desestabilización imperialista, pero evaden la identificación, reconocimiento autocrítico y erradicación de sus insuficiencias, omisiones y errores. Solo la combinación de ambos elementos permitirá comenzar a revertir la correlación de fuerzas a su favor”. [4]

La conclusión es que no sólo se debe combatir tácticamente al neoliberalismo, sino que las fuerzas sociales y políticas tienen que tener en su horizonte estratégico la lucha contra el capitalismo. En ese debate está ahora buena parte del PT de Brasil. Y sus conclusiones marcarán el devenir político así como la dirección del potente y diversificado movimiento social.

Notas:

1. https://bit.ly/2WxQn1E
2. https://bit.ly/2Qxm58Q
3. https://bit.ly/2wqLacs
4. Ver Regalado, Roberto. “El Ciclo Progresista en América Latina”, Ed. Partido del Trabajo, México, 2019, págs. 11 y 12.