La imposición de medidas proteccionistas a productos en concepto de importación dentro de los sistemas socialistas o capitalistas no es algo nuevo. Parece lógico, ya V.I. Lenin habló de esto, que los países establezcan medidas económicas destinadas a desarrollar la industria y la agricultura con el fin de protegerlos contra la competencia extranjera. En países socialistas los aranceles también persiguen que productos generados bajo la explotación de la clase trabajadora no tengan cabida mientras que para algunos importadores hay importantes reducciones arancelarias o incluso exenciones a otros países socialistas. Es un tema delicado que provoca confusión e incluso división entre economistas marxistas.

Como explica el propio Lenin en su obra, ‘Imperialismo, fase superior del capitalismo’, el proteccionismo surgió en Inglaterra y se difundió en la época del capitalismo industrial, en particular bajo el imperialismo con un claro objetivo: asegurar a los monopolios capitalistas la venta de las mercancías en el mercado interno a precios más elevados. Y frente a esto, alguien pudiera pensar que entonces es mejor apoyar el libre comercio, la respuesta es NO. La corriente de la economía política burguesa que exige la libertad de comercio y la no intervención del Estado en la actividad privada es igual de perjudicial para los intereses de las trabajadoras y trabajadores que la imposición de aranceles abusivos, desproporcionados e injustos. EEUU es un ejemplo extremo de este asunto en estos momentos. Ya Marx y Engels denunciaron, hace más de 170 años, que la burguesía intentaba aprovechar la consigna del libre comercio para realizar una demagogia social. Miren, como Ciudadanos ahora.

Marx reconoció que el libre comercio podría alentar la acumulación de capital a escala mundial, sin embargo, Engels reconsideró su posición sobre el libre comercio en 1888, cuando escribió un nuevo prefacio en un folleto sobre libre comercio que Marx había redactado en 1847. Engels llegó a la siguiente conclusión: “la cuestión de libre comercio o proteccionismo se sitúa enteramente dentro de los límites del actual sistema de producción capitalista, y no tiene, por lo tanto, ningún interés directo para nosotros, socialistas, que queremos acabar con ese sistema. Se aplique el proteccionismo o el libre comercio, al final no habrá ninguna diferencia”. Aquí está el quid de la cuestión, lo verdaderamente importante es que estas decisiones que la administración norteamericana está tomando viene a aumentar desigualdad, la subida exponencial del ‘ejército de reserva’ y una mayor explotación de los trabajadores.

Aceitunas españolas

Analicemos esto con un ejemplo, las medidas arancelarias, injustas y abusivas, que EEUU ha impuesto a la aceituna negra de mesa. Un sector que da trabajo a alrededor de 10.500 personas, muy castigado, cuyas trabajadoras y trabajadores vienen sufriendo durante, demasiados años ya, situaciones de desprotección por los convenios laborales y condiciones inestables y de temporalidad y que ahora se ven afectados también, y pagan las consecuencias de los aranceles desproporcionados impuestos por la administración Trump.

El Departamento de Comercio de los Estados Unidos ha impuesto derechos compensatorios de las importaciones que llegan hasta el 34,75% en el caso de la aceituna negra, lo que ha provocado que las exportaciones de España descendieran un 42,6% entre enero y noviembre de 2018. En términos de volumen, España ha pasado de 27,7 millones de kilos a 14,9. Además, desde que los aranceles fueron definitivos, en agosto de 2018, la exportación cayó un 60% pasando de 11,2 millones de kilos a 4,4 (-6,8 millones de kilos). Todo apunta a que se va a perder la práctica totalidad del mercado norteamericano de manera progresiva. En dicho período, las exportaciones del resto de países que venden aceitunas negras a EEUU, principalmente Marruecos y Egipto, creció un 75,7%, pasando de 3,4 a 5,9 millones de kilos. Esto es, 2000 personas pierden el trabajo en nuestro país, aumenta el ejército de reserva y seguidamente el grado de explotación. La clase trabajadora paga las consecuencias.

La administración Trump causa un daño objetivo al sector agrícola de España y a la economía y no se trata de que esta protección de sus industrias con aranceles y controles e incluso el apoyo del Estado tenga el objetivo de disminuir el grado de explotación de las trabajadores y trabajadores norteamericanos, al contrario, el capitalismo no tiende jamás a la protección de los intereses de la clase obrera ni al equilibrio en el proceso de acumulación. Bajo el falso debate nacionalista, estas medidas sirven para mantener los salarios bajos y aumentar los beneficios, es decir, aumentar la explotación.

Así esta agresión, esta guerra económica, necesita de una respuesta contundente y nada se solucionaría con la imposición de aranceles a productos estadounidenses. Como ha mantenido el economista marxista británico Michael Roberts, “el capitalismo no se desarrolla en todo el mundo de una manera suave y equilibrada, sino mediante el desarrollo desigual y combinado. Aquellos países más ricos ganan a expensas de los que están menos desarrollados y no habrá ninguna ecualización”.

En nuestro caso, tenemos un arma que usar en esta ‘guerra’: Se deberían poner sobre la mesa todas las relaciones bilaterales con el país gobernado por Trump, entre ellas las de Defensa, en Europa hay 342 instalaciones militares norteamericanas, 5 en España.

Parlamentario Adelante Andalucía