El general Alfredo Stroessner, dictador de Paraguay entre 1954 y 1989, violaba a las niñas que una mafia de coroneles mantenía encerradas en dos lujosas residencias de Asunción. Secuestradas por los militares en comunidades campesinas de indígenas guaraníes, no podían tener más de catorce años (esa era la delicia reclamada por el tirano) y permanecían confinadas en grupos a la espera de las visitas del generalísimo.

Julia Ozorio tenía doce años cuando en 1968 la cazaron los sicarios del coronel Pedro Miers, que era el comandante del regimiento encargado de la escolta presidencial. Estuvo dos años en el harén infantil de Stroessner. Lo ha contado en su libro Una rosa y mil soldados. Asegura que muchas de las niñas fueron asesinadas.

En el documental Calle de silencio, dirigido por José Elizeche, otra de las víctimas que pudieron escapar cuenta su encarcelamiento en la residencia manejada por el coronel Leopoldo Perrier. La mafia de los oficiales que cazaban para el dictador se repartía a las niñas cuando el depredador no las utilizaba. Había en la casa un catálogo de las menores desnudas para elegir. Lo han denunciado también los periodistas Aníbal Miranda y Bernardo Neri Farina en sus libros Stroessner y El último supremo.

La tremenda impunidad ha facilitado que el actual presidente de Paraguay sea Mario Abdo Benítez, el hijo del secretario particular del general Alfredo Stroessner.