“Por favor, no coman detergente ni se inyecten desinfectante”
Los médicos, tras las palabras de Trump

Vietnam ha quedado en la historia de los Estados Unidos como el baldón que recuerda su única derrota militar en el siglo XX, creó además un sentimiento de mala conciencia en el pueblo estadounidense ante una guerra considerada injusta y el llamado síndrome de Vietnam. Al final de la guerra, el 30 de abril de 1975, el saldo oficial de “bajas” entre las tropas de EEUU fue de 58.126 muertos y 303 000 heridos. “Se nos había dicho que masacráramos tantos soldados imperialistas como pudiésemos ya que, si ascendía el número de estadounidenses muertos, el pueblo estadounidense derrocaría a su gobierno”, según testimonio de un soldado vietnamita.

Hoy Estados Unidos se encuentra en una circunstancia extraña, pues conforme a la costumbre y tradición sus guerras son desempolvadas fuera de casa, lejos de sus fronteras. Si dejamos al margen su guerra económica con China, su desencuentro con Irán y sus recelos con Rusia –sintetizada al máximo su relación de fricciones…-, la guerra principal que mantiene en estos momentos EEUU es consigo mismo. Un virus “cabrón, cabrón”, como dice la rumba le ha puesto de bruces frente al espejo de su historia, de su ADN turbo-capitalista y de sus venas abiertas.

“Cuando la América blanca pilla un catarro, la América negra coge neumonía”, el viejo aforismo de la comunidad afroamericana en Estados Unidos, hoy es más real que nunca o, al menos, tan real como siempre. Desde que el virus apareció en EEUU ha quedado claro que no ha sido como se anticipaba el “gran igualador”. Y ha acabado afectando desproporcionadamente a los negros, y en zonas como Nueva York también a los hispanos, sacando a la luz lo que muchos, incluyendo el Defensor del Pueblo en la Gran Manzana, Jumaane Williams, denuncian como “arraigadas injusticias que siempre han estado aquí, ignoradas por muchos en el poder”.

En Nueva York, el ayuntamiento de Bill de Blasio ofrece los datos sobre el coronavirus clasificados por etnias y confirman que negros y latinos sufren el mayor golpe. En realidad el “agente igualador” nos es el COVId-19 sino la historia de “arraigadas injusticias”. En Vietnam las Fuerzas Armadas de EE.UU. se jactaban de ser el único lugar donde existía la integración racial, su principal lema era “El único color que reconocemos es el verde oliva”. Pero esta integración no era tan real, el trato seguía siendo desigual, los destinos en el frente no eran los mismos; el reclutamiento y la proporción entre soldados blancos y negros reclutados no era la misma en proporción a los destinos de combate y con las muertes. Incluso en las paredes de los baños, en las propias bases de retaguardia, el racismo estaba presente en forma de pintadas: «Prefiero una cara amarilla a un morenito» era la más frecuente. Al respecto el historiador argentino, Alejandro Marcelo Boyadjian, realizó un completo trabajo: ‘Soldados de Primera, ciudadanos de segunda’ La experiencia de los negros en el ejército norteamericano.

Volviendo al virus. La periodista, Idoya Noain, en un valiente y muy elaborado reportaje remitido desde Nueva York para ‘elPeriódico’, escribía: “Parecería que los datos hablan por sí solos, pero no lo hacen, y no solo porque estén dolorosamente incompletos. Tras ellos, según explica por teléfono desde Brooklyn la doctora Usché Blackstock [parte del pírrico 2% de médicas negras de EEUU] laten décadas, siglos en realidad, de un «racismo estructural y sistémico» que lo permea todo: desde lo laboral a lo económico, social y medioambiental, pasando también por la sanidad y la salud”.

En el momento de ser redactadas estas notas Estados Unidos nos ofrece unas cifras (el futuro confirmará su veracidad) de 52.415 fallecidos por coronavirus y 927.000 personas contagiadas. En unos días, tal vez en horas, se habrán superado los 58.126 ataúdes de Vietnam, una cifra convertida en imagen icónica que resultó una losa inasumible tras la que llegó la derrota y un síndrome de años. Si miramos a nuestro alrededor parecería que, a diferencia de aquellos tiempos, no estamos en vísperas de un estallido por los derechos civiles y contra el racismo, pero la historia a veces nos da sorpresas y de una ronda de seguridad nocturna, absolutamente rutinaria, igual nos amanece un “Watergate”…

De 1966 a 1972, EE.UU. lanzó más de 12 millones de galones de Agente Naranja (un herbicida con dioxina) sobre aproximadamente 1,82 millones de hectáreas en Vietnam del Sur, Laos y Camboya. El gobierno de Vietnam estimó que el Agente Naranja causó la muerte de unos 500.000 civiles. Hoy el propio gobierno de EEUU, comandado por un tarado que tuitea desde la Casa Blanca, es el “núcleo irradiador” de las políticas racistas y genocidas que asolan a su propio pueblo, activadas desde el interior de sus propias fronteras. Nada más futurista, nada más medieval. En un par de años, archivada ya la operación de limpieza étnica, tendremos el asunto convertido en una exitosa serie de TV, esperemos que no sea de la FOX.