En 1854, el Gran Jefe Seattle, de la Tribu Swamish, envió una carta al entonces presidente de EEUU Franklin Pierce en la que expresaba su asombro por la forma de comportarse del hombre blanco con otros seres humanos y con la madre Tierra. En esa misma misiva vaticinó que, de seguir así, los rostros pálidos morirían sofocados en sus propios desperdicios.

En 2020, concretamente el 27 de mayo, en el centro geográfico de un territorio en el que desde hace decenios se discute apasionadamente sobre asuntos pueriles, tuvo lugar otra demostración de que lo presagiado por el Gran Jefe Seattle está ya entre nosotros y parece que ha invadido un lugar que se supone respetable, porque allí se reúnen, debaten y deciden, los representantes del pueblo español. Se conoce el aludido lugar como Congreso de los Diputados, aunque uno de los interesantes proyectos (para algunas) es añadirle “y diputadas” para que, según las mismas partidarias de la ampliación, cese la trasnochada e injusta discriminación sexual.

Desde que el gobierno de coalición decidió tomar medidas cuarentenarias y confinatorias para frenar el avance de la pandemia coronavírica, la llamada oposición ha dedicado todo su tiempo y energía no a apoyar al gobierno en la lucha por un bien común sino a desprestigiarlo y atacarlo sin piedad, convirtiéndose en un modelo de deposición. Pero ver a toda una cuellilarga y menticorta señora marquesa escupir inmundicias en el hemiciclo colmó el vaso de la indecencia. ¡Qué forma tan grosera y repugnante de dirigirse al vicepresidente, en la que también se permitió acusar a su padre. Realmente sólo le faltó cagarse en sus muertos, lo que probablemente tenga previsto hacer en la próxima sesión del Congreso.

Independientemente de lo mejor o peor que un diputado ( o diputada, claro ) pueda caerle a otra diputada (o diputado), lo menos que puede exigirse en el Congreso, por higiene política y social , es un mínimo de educación y respeto en el trato, entre todos los que representan al pueblo español. Porque, de no ser así, ¿qué ejemplo están dando a los que reiteradamente llaman ciudadanos algunos que se presentan ante ellos como zafios insultadores, que además cobran y gozan de privilegios por deshacer lo que deshacen?

Supongo estimados lectores que no será muy difícil comprender que, con tan largo confinamiento, tanto carnaval de los insolidarios en deportivos y coches de época, tanta fabricación de asquerosas mentiras (algunas de ellas uniformadas) y tanto vertido de inmundicias intelectuales y morales en el Congreso, el firmante de este escrito esté muy harto del desprecio y contumacia con los que diariamente se pisotea la dignidad de los españoles, por los que, ¡oh paradoja!, más presumen de españoles y patriotas.

Por lo anteriormente expuesto, como ser humano, como aspirante a ciudadano, contribuyente y español, exijo la inmediata destitución de la señora diputada Cayetana Álvarez de Toledo, portavoz del Grupo Parlamentario del Partido Popular. Y seguiré exigiendo dimisiones de aquéllas y aquéllos diputados que, por su deleznable comportamiento en la tribuna, considere que no son merecedores de la parte que como español me corresponde en el pago de sus emolumentos y en los privilegios que su representación incluye. ¡Basta ya de aguantar corrupciones de todo tipo, incluidas las intelectuales y morales, también en el Congreso! Si no lo paramos ya, vaticino que llegaremos a ver a algunas de sus señorías orinando o defecando en la tribuna y a la claque de sí señores y estómagos agradecidos de su grupo dedicándoles un fuerte aplauso. Y termino en rima: Lo que en ningún caso quiero / es ver el Congreso convertido en vertedero.