La pandemia pasará y tendremos que hacer balance de la gestión de los responsables de las instituciones. Díaz Ayuso será juzgada por todas sus tropelías pero no debería ser la única. Guillermo Fernández Vara, presidente de la Junta de Extremadura, se ha ganado a pulso un puesto entre los pésimos gobernantes que contribuyeron a hacer de la pandemia una catástrofe mayor.

Extremadura comenzó este año en un escenario dramático, con un récord de nuevos contagiados, y los responsables son dos médicos: Guillermo Fernández Vara y José María Vergeles, presidente y consejero de Sanidad.

Mientras todas las comunidades autónomas anunciaban cierres durante los puentes de diciembre, decidieron que esa medida no valía para nada. Hoy todos los pueblos han sido confinados, cuando ya llegamos tarde.

No perimetraron Extremadura en diciembre y anunciaron el Plan Navidad que consistía en relajar hasta el máximo las restricciones, anteponiendo las fiestas a la vida de los extremeños y las extremeñas.

CUESTIONANDO LA VACUNA

El desastre se fue fraguando poco a poco. La región empeoraba hasta el punto de que se tuvo que suspender ese Plan Navidad. Con la lógica alarma que estaban generando, parte de la sociedad extremeña empezó a respirar más tranquila cuando se anunció que llegaban las primeras dosis de la vacuna.

Una luz al final del túnel, pensamos. Un rayo de esperanza. Pronto se descubrió que solo era una ilusión. El Ministerio de Sanidad hizo público el porcentaje por regiones y Extremadura estaba entre las que menos habían vacunado, a la misma altura que la Comunidad de Madrid, pero aquí nadie ponía el grito en el cielo porque los medios de comunicación deben ser complacientes con el poder que les da de comer.

En una nueva y alocada excusa por tan pésimos resultados, el presidente de la Junta de Extremadura, en una rueda de prensa, justificó el ritmo de vacunación porque querían “comprobar si había efectos secundarios”. Se deslizó hacia un lenguaje antivacunas, muy peligroso en una autoridad pública: «Es una vacuna que se ha aprobado en un tiempo excepcionalmente corto y había que mantener esa prudencia para ver cómo reaccionaban los primeros vacunados.»

Las declaraciones han avergonzado a todas las personas decentes de la región y más aún si se tiene en cuenta que las primeras personas vacunadas fueron ancianos en las residencias, por lo que, de ser cierto lo dicho por el presidente, fueron usados como cobayas humanas sin su consentimiento.

Pero no ha sido esa la razón. Las vacunas cumplen todos los requisitos y son un triunfo de la ciencia. El presidente de Extremadura ha preferido desviar la atención de sus nefastas políticas sociales, de los recortes en la sanidad pública, buscando un argumento alocado y peligroso que puede provocar el rechazo ciudadano a una vacuna que es necesaria y urgente. En Extremadura no se ha vacunado porque no tenemos ni el personal ni los medios ni la planificación necesarios.

No es la única polémica en torno a la gestión de Fernández Vara. Durante la primera ola se supone que teníamos que aprender cómo afrontar la incidencia del virus hasta que pudiéramos contar con una vacuna. Quien más y quien menos hizo el intento pero eso no llegó a Extremadura. Durante el verano demostraron sus auténticas intenciones. Intentaron despedir a 600 profesores de la educación pública y permitieron todo tipo de eventos multitudinarios, desde corridas de toros hasta festivales de música.

Con una sanidad pública en mínimos, que no es capaz de cubrir las necesidades esenciales de la población, el presidente de la Junta de Extremadura inauguraba un hospital privado en Villanueva de la Serena. El mensaje que quería transmitir es el mismo que Díaz Ayuso en Madrid: ante el estado deplorable de los servicios públicos, que ellos mismo han desmantelado, la ciudadanía que se lo pueda permitir debe recurrir a la oferta privada.