Un espía impecable
Richard Sorge, el maestro de espías al servicio de Stalin
Owen Matthews. Traductor Luis NoriegaEditorial Crítica, 2021
Al menos, Ian Fleming [1]habría glorificado la virilidad de su agente de forma más edificante que haciéndolo balancear como un péndulo al final de una soga en el fondo de una prisión japonesa.
La historia de Richard Sorge (Bakú, actual Azerbaiyán, 4 de octubre de 1895 – Tokio, 7 de noviembre de 1944) atraviesa de lado a lado las revoluciones, guerras, países e ideas que protagonizan la primera mitad del siglo xx. Además, este periplo lo hace a través de una vida frenética y apasionada de apenas cincuenta años, en la que deja a 007 casi como un monaguillo. El que parece a primera vista un conquistador, embaucador, bebedor y conductor suicida que encuentra en el trabajo del espionaje sus fuentes del Nilo, se revela con poco esfuerzo en un poliglota de mente y carácter privilegiados, un abnegado militante consciente como pocos de la importancia histórica de un pequeño dato, una información o un simple matiz. Sorge es un germano-ruso que nace en el Caucaso del Impero Zarista Ruso, al que su padre ingeniero llega cuando es enviado por su empresa alemana en busca de petrolero en una suerte de salvaje oeste centroasiático bajo la fiebre del oro negro. Tras volver su familia a Alemania, donde compagina su cultura materna rusa con un estudio de los clásicos alemanes, se alista voluntario para luchar en las filas del Imperio Alemán durante la gran guerra.
En la guerra lucha, aprende, se hermana, es herido, convalece, y vuelve al frente de batalla a petición suya, a pesar de haber podido licenciarse por las heridas que de por vida le producirán una leve cojera. A pesar de las contradicciones propias de su doble condición de ruso y alemán, lo que más le marcará, como a muchos futuros comunistas europeos, serán la ineptitud y la infinita crueldad con la que los mandos de los ejércitos imperiales en contienda dispusieron de las vidas de millones de jóvenes de la clase trabajadora.
Tras la guerra, va combinando la militancia marxista con sus estudios de filosofía y economía, en los que se doctora Summa Cum Laude, y acaba entrando en el recién creado Partido Comunista Alemán (KPD) y escribiendo artículos de análisis económico internacional para varios medios comunistas. Es en esa época cuando la inteligencia soviética se fija en él, primero desde la Komintern [2], para finalmente acabar a las órdenes del GRU [3], al tiempo que viaja a la URSS, se instruye, adquiere la nacionalidad, se casa, se divorcia, se vuelve a enamorar, realiza misiones por Europa, y finalmente, es destinado a China. Bajo la cobertura de periodista, y su condición de experto en economía y relaciones internacionales, llega a Shanghái con acreditación de prensa y pasaporte alemanes.
Un libro que no va sobre Stalin
Aunque entiendo la función de atraer al escaso lector de prensa cultural, me ha sorprendido sobremanera leer varias reseñas [4] que tratan el libro como el del espía que hizo ganar la guerra a Stalin, o el de un hombre con dos patrias que cayó por sus errores de seguridad pero que lo negó todo hasta el final. Puede que el error de percepción sea mío, lo preferiría, pero no puedo más que pensar que estos comentarios han sido escritos en base a referencias externas y comentarios sin haber leído el libro (al menos completamente).
Sin embargo, la obra del historiador y periodista Owen Matthews (Londres, 1971) es una biografía pura y dura, minuciosamente anotada y referenciada, a veces demasiado a pesar de su agilidad, eso sí, sobre una vida apasionante y extrema que toca momentos y personas cruciales del pasado siglo. Pero más allá de las aventuras sexuales, la alta sociedad y las escenas de novela de espías, la vida de Sorge es una historia de tremenda soledad, nostalgia, compromiso, militancia y contradicciones emocionales, propias de la condición de todo agente doble infiltrado. Además nos cuenta un aspecto de la Segunda Guerra Mundial que apenas encontramos ni en estudios ni en ficción, que es la guerra en el oriente asiático continental y Japón. Una guerra considerablemente más larga que la que se ciñe al enfrentamiento Aliados-Eje en Europa y el Pacífico [5].
En época del pacto de no agresión germano-soviético, el agente es enviado a Tokio, ya como un conocido experto en la política y economía regionales para la diplomacia alemana, y donde llegará a los más altos escalones de la jerarquía del partido nazi. Accederá en ese tiempo, no sólo a las informaciones más exclusivas, si no también a ejercer una enorme influencia sobre las decisiones alemanas, lo que resultará esencial para el gobierno soviético y decisiva en la inminente guerra.
A la vez, la política de Stalin comienza una espiral de violencia, desconfianza y limpiezas ideológicas internas que convierte a la inteligencia de la URSS en un entorno de sospechas y miedos, y vacío de los grandes expertos en la inteligencia nacional, pues cayeron en desgracia. En ese entorno en la cúpula de Moscú, el miedo y las suspicacias a decirle al líder algo diferente a lo que ya piensa hace cometer errores de evaluación y omisiones hasta el límite de no creer en las informaciones, de Sorge y de otros, que avisaban de una inminente ruptura de los acuerdos por parte de Hitler y del consecuente ataque a la Unión Soviética. Aún así, la información de su equipo de espías en Japón consiguió que el Ejército Rojo hubiera desplazado ya numerosas tropas de la Siberia oriental hacia la Rusia europea, lo que fue crucial para afrontar la defensa.
El aislamiento del grupo, la indiferencia de sus superiores y las sospechas de ser considerados traidores acabaron con todo el equipo del agente Sorge inmerso en la paranoia y la depresión. Aún así, es la perspicacia y perseverancia de algunos investigadores japoneses lo que concluye con las detenciones y sus ejecuciones.
Pasarían décadas antes de que la historia de este súper agente, eminente intelectual y convencido revolucionario fuera reconocida por su patria, la URSS, y documentada públicamente, incluso inspirando una serie televisiva [6] que en los setenta cumplió para casi 100 millones de rusos el papel comunista que 007 hacía para el bloque capitalista. Y aunque seguro que en un contexto menos sórdido que la horca, al autor del espía más famoso del MI6, y manifiesto admirador de Sorge [7], le habría encantado que su Bond también hubiera muerto empalmado.
Notas:
1. El escritor británico Ian Fleming dio en sus novelas del agente 007 las claves que hasta hoy siguen considerándose arquetipo del espía en la ficción.
2. La III Internacional, Internacional Comunista, o Komintern se erige en los años 20 y 30, bajo la dirección de la URSS, en una red de agentes comunistas internacionales con el fin de expandir la revolución. Esta política internacional será abandonada bajo la dirección de Stalin a partir de su pacto en la II Guerra Mundial con el bando Aliado.
3. GRU, o Departamento Central de Inteligencia es el servicio de seguridad e inteligencia militar soviético (y ahora ruso), frente al civil NKVD, posteriormente KGB.
4. Por ejemplo, elcultural.com o laie.es (consultados el 18 de octubre de 2021).
5. Por ejemplo, Japón ocupa Corea desde 1915 a 1945, o la Guerra Civil China dura desde 1927 a 1949
6. filmaffinity.com (consultado el 18 de octubre de 2021).
7. «[…] the best spy of all time” en en.wikipedia.org (consultado el 19 de octubre de 2021)