El antiguo universitario que estudió derecho, Gabriel Boric, es el candidato que más votos ha obtenido en una elección presidencial en Chile en la era posdictatorial (55.86%, 4.600.000 sufragios), será el Presidente de la República más joven (en febrero cumplirá 36 años) y en su elección se batió un record de participación ciudadana, con voto voluntario, de casi el 55%.
Se dijo en las últimas semanas que sería una disputa reñida, que el resultado sería estrecho y se llegó a pensar que podría ganar el postulante de la extrema derecha José Antonio Kast.
Pero la ciudadanía dio una sorpresa: concurrió a votar como nunca y Boric aventajó por diez puntos a Kast, una paliza política y electoral.
Fue un logro inmenso de las fuerzas progresistas y de izquierda, reunidas en el conglomerado Apruebo Dignidad. Las colectividades que conforman el Frente Amplio más el Partido Comunista y otras organizaciones.
En el apoyo a Boric se sumaron, sin integrar la alianza política, socialdemócratas, democristianos, el Partido Socialista y liberales, entre otros. Fue decisivo el apoyo de independientes y de amplios segmentos de los mundos social, cultural, académico y de las ciencias, feminista, laboral, de los sin casa, de los derechos humanos.
En la primera vuelta, Boric (25%) quedó dos puntos debajo de Kast (27%) y eso se remontó y se superó. Si bien se recurrió a las redes sociales, fue el trabajo territorial el decisivo: miles de militantes y ciudadanos movilizados en calles, barrios, poblaciones y comunas en las 16 regiones del país. Desde el comando de Boric se informó, unos días antes de los comicios, que se visitaron más de 800.000 hogares, casa por casa, en todo el país.
También hubo ajustes en el programa de gobierno, se pusieron otras prioridades como el combate al narcotráfico y a la delincuencia, se reforzaron objetivos como el aumento del salario mínimo y las pensiones, la defensa de los derechos de las mujeres, la mejora en atención de salud y educación y avanzar en atacar el déficit habitacional.
El triunfo de la esperanza contra el miedo
Hubo un factor nada menor en esta segunda vuelta. “Parar al fascismo” y “que la esperanza triunfe sobre el miedo”, considerando que José Antonio Kast había abandonado hace un par de años a la derecha tradicional para levantar una opción ultraderechista, fundando el Partido Republicano, criticando a la “derecha social”, respaldando gobiernos como el de Jair Bolsonaro en Brasil y reivindicando la figura de Augusto Pinochet y su dictadura.
En su programa propuso cerrar el Instituto Nacional de Derechos Humanos y el Ministerio de la Mujer, crear una instancia para combatir a la izquierda regional y local, finalizar con el comité político de La Moneda para convertirlo en un comité de seguridad, dar atribuciones el ejecutivo para meter presos en lugares que no fueran cárceles e intervenir las comunicaciones de ciudadanos, revertir derechos de la diversidad sexual y la ley de aborto, aumentar las penas de cárceles a manifestantes y respaldar el accionar de la policía y las Fuerzas Armadas, reforzar el sistema privatizador en educación y salud y sacar a Chile de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas.
Así que junto al fervor por el triunfo de Gabriel Boric, en Chile se vivió una alegría por “haber parado al fascismo” y lograr una debacle de la extrema derecha criolla, cerrándole el paso con una enorme participación ciudadana. El temor de caer en un periodo regresivo, oscurantista y autoritario incidió en la votación de chilenas y chilenos.
En Chile se produjo una derrota de la extrema derecha internacional que vino a intervenir el proceso electoral con visitas de ultraderechistas venezolanos y españoles, con respaldos de Vox y grupos de Francia y Brasil.
Kast y su partido no quedaron bien parados (habría sido distinto perder por dos o tres puntos) y la derecha tradicional intentará retomar fuerza y liderazgo, sobre todo de cara a ser oposición al gobierno de Apruebo Dignidad. Tiene más del 45% en el Senado y un porcentaje algo menor en la Cámara Baja. Por lo demás, cuenta con dirigentes de proyección nacional que inclusive pueden ser alternativa presidencial dentro de cuatro años. Viene una pugna entre la extrema derecha y la derecha tradicional.
Sin olvidar las acciones políticas que desarrollarán el gran empresariado, los grupos financieros, los medios de comunicación conservadores y hegemónicos, los grupos fácticos, la ‘familia militar’ y grupúsculos paramilitares de ultraderecha.
Una nueva Constitución
El gobierno de Gabriel Boric impulsará transformaciones en ámbitos de pensiones, salud, descentralización, medioambiente, impuestos y reformas institucionales que irán en la línea del desmantelamiento del neoliberalismo, con cambios en las pautas del modelo de desarrollo extractivista y privatizador.
Eso irá acompañado de la instalación de una nueva Constitución, a finales de 2022, que generará un cambio en la estructura institucional, económica, política y social de Chile que, obviamente, incidirá en la administración de Boric y en los procesos del país.
Será un gobierno cruzado por los efectos de la pandemia, una difícil situación económica, la crisis migratoria, la continuidad negativa en materia de seguridad pública y las presiones de los sectores financieros hegemónicos, criollos y extranjeros.
En un Parlamento equilibrado, el diálogo y las habilidades del futuro presidente y de su gabinete ministerial serán esenciales para conseguir nuevas y necesarias leyes. En eso se podría contar con votos legislativos de socialdemócratas, democristianos, liberales y otras corrientes políticas. Pero no será una tarea fácil.
El Siglo / Santiago de Chile