Aislada de la dorsal de desarrollo convencional, la España despoblada queda relegada a tres funciones, las tres laterales a las grandes urbes: minería extractiva, absorción de residuos y macrogranjas.
La primera crítica al modelo de macrogranjas suele ser, con justicia, de carácter medioambiental. El inmenso consumo de agua y la producción de purines son en sí mismos problemas de gravedad que afectan al conjunto de la sociedad, pero muy especialmente a las provincias receptoras de este tipo de proyectos. Veamos un ejemplo: en Noviercas (Soria), el grupo navarro Valle de Odieta pretende poner en funcionamiento la mayor explotación láctea de toda Europa, que podría tener hasta 20.000 cabezas de ganado. De ponerse en marcha, consumiría 4 millones de litros de agua diarios, y en materia de residuos, generaría 368.000 toneladas al año (casi un millón al día). Para visualizarlo mejor: 200 cubas de 10.000 litros cada día. Esta cantidad de residuos equivale a una población de 4,4 millones de personas, es decir, 50 veces la de la población de Soria.
La concentración de purines, nitratos y el consumo de aguas de las macrogranjas están por encima de cualquier límite racional. En la provincia de Segovia, según datos del antiguo Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, sólo en 2013 se produjeron 2,78 veces la cantidad máxima de nitratos que la tierra puede asumir. Hace once años, había 67 municipios que superaban el límite de nitratos en las aguas de consumo público: hoy son 709.
Esto no es un hecho aislado en Castilla y León. En el pueblo zamorano de Cerecinos de Campos, otra empresa privada pretende poner en marcha una macrogranja porcina con 3.444 madres que producirían 70.000 lechones al año. La empresa promotora, Innovaporc S.L., cuenta ya con otras dos macrogranjas por el estilo en otros dos pueblos, también de Zamora: Villaveza del Agua y San Cebrián de Castro. La Granja Sanglas concentra 3.300 cerdas reproductoras que producen 1.700 lechones por semana. En el pueblo salmantino de Rágama está en proceso una macrogranja con capacidad para 4.800 plazas de porcino de cebo. Podríamos seguir la lista hasta la extenuación.
En los últimos años, el modelo de las macrogranjas se ha disparado en nuestro país. En Castilla y León suman más de 700 municipios que albergan proyectos de este tipo, ya sea en marcha o solicitados.
Destruye a la competencia, los pequeños ganaderos que fijan la población rural
El primer damnificado por una macrogranja es, evidentemente, el pequeño ganadero. Si ya el pequeño productor lácteo fue salvajemente perjudicado por la desaparición de la cuota láctea, imaginémonos cuando tenga que competir con una macrogranja de 20.000 vacas. Las macrogranjas crean unos pocos de puestos de trabajo localizados en un solo lugar, pero a cambio destruyen a sus competidores: los pequeños ganaderos que son quienes fijan población en las zonas rurales más despobladas de la Comunidad.
Las cifras son elocuentes: a pesar de que la producción va en aumento, el número de explotaciones disminuye. Según datos de la propia Consejería de Agricultura de Castilla y León (PP), el vacuno de leche vio desaparecer a 571 explotaciones, pero las que sobreviven tienen más animales (el 60% de las explotaciones están por encima de la media española). El porcino ha visto un crecimiento inmenso: ya hay 3,8 millones de cerdos en Castilla y León, con una media de 800 animales por granja; sin embargo, el número de explotaciones disminuye. Similar efecto ocurre en el sector avícola: en ocho años el número de gallinas ponedoras ha crecido en más de dos millones (mientras en España decrecía), pero al mismo tiempo el número de explotaciones ha caído un 64%.
Estos datos son los que han llevado históricamente a la Junta de Castilla y León a ponerse de perfil cuando se les cuestiona por el asunto de las macrogranjas. En respuesta a una pregunta oral que le formulé en el Pleno de las Cortes de Castilla y León en mi condición de Portavoz de IU en dicho parlamento, el Presidente Juan Vicente Herrera proclamó con claridad que el modelo de macrogranjas no es el de la Junta (ante la mirada perdida de Fernández Mañueco).
Un gran negocio para los millonarios
Las cifras son claras: producimos más, pero en menos sitios. El neoliberalismo ha entrado en el campo como un elefante en una cacharrería: la ley del libre mercado es la ley del más fuerte, que no es otra cosa que el hecho de que la ley permite al fuerte merendarse al débil. No estamos produciendo riqueza, sino concentrándola en algunos puntos determinados y eliminándola de otros.
La macrogranja de Noviercas supondría el cierre de 432 explotaciones lácteas, aproximadamente un tercio del total de las granjas en Castilla y León, lo que se traduciría en la destrucción de 725 puestos de trabajo. Es un juego de suma cero en el que los débiles tienen las de perder. Los ganadores son los de siempre: el proyecto de Noviercas está impulsado por la cooperativa navarra Valle de Odieta, en colaboración directa con el empresario Emiliano Revilla, quien vendió la empresa que lleva su apellido. Esta empresa pertenece al grupo Sigma Alimentos a través de Campofrío. A su vez, Sigma se integra en el Grupo Alfa, donde Carlos Slim, sexto en la lista mundial de Forbes 2017, tiene una participación significativa. Nihil novum sub sole.
El fenómeno no es nuevo: fue predicho por Marx en El Capital a través de su ley de concentración y centralización del capital, por la que analiza cómo las empresas se vuelven cada vez más grandes, eliminando a sus competidoras.
En condiciones de libre mercado, la competencia destruye a los productores débiles. El campo de Castilla y León es un ejemplo tremendamente claro de esta Ley.
Ex Coordinador de IU en Castilla y León y ex portavoz de IU en la Junta