El día que se levantó Extremadura. Veinticinco de marzo de 1936
VV.AAEditorial Atrapasueños
Este libro (*) es de vital importancia para entender el maltrato que sufren los habitantes de nuestra región y el modelo de desarrollo que ha provocado que seamos dependientes dentro de un Estado considerado como central en el capitalismo. Como señala Palloix en el funcionamiento de la ley internacional del valor, el capital actúa mediante la producción de zonas de desarrollo desigual, muestra de ello son los múltiples proyectos de minas de litio que recorren nuestra región como los de Cañaveral, Villuercas, Valdeflores en Cáceres, Sierra de Gata y la reapertura de otros que funcionaron en el pasado en otras zonas de la región.
Llama poderosamente la atención que en una región, donde supuestamente se ha asumido la resignación, haya sido precisa la intervención de autoridades estatales para frenar el empuje de las demandas populares, como en la transición cuando Martín Villa presionase al Partido Comunista de España (PCE) para que no se incluyese el reclamo de la Reforma Agraria en los estatutos de autonomía de Andalucía y Extremadura.
El 25 de marzo es un hecho histórico que conecta con relaciones sociales del presente. El libro nos proporciona una visión histórica fundamental para comprender la lucha de hoy y cómo su ocultamiento o desconocimiento han influido en las articulaciones difusas que tienen lugar ahora, como es el caso de las convocatorias en las que confluían en una misma manifestación terratenientes, la Asociación de Jóvenes Agricultores, la Unión y pequeños productores que viven de su trabajo y no explotan trabajo ajeno, al menos de forma sistémica. Como señalaba Servolin, los intereses de grandes y pequeños agricultores nos son directamente antagónicos, aunque si distintos, dado que no hay entre ellos la relación directa de explotación que constituye la lucha de clases. Esta lucha de clases de campesinos se encuentra en relación con sectores no agrícolas (capital financiero y grandes multinacionales de la distribución) que oprimen al campesino. Se podría decir que el motivo del descontento de ambos sectores, que debieran tener un horizonte antagónico, es que ambos son perdedores en el proceso de globalización. Pero conviene señalar, siguiendo a Samir Amín y Kostas Vergopoulos, que el gran agricultor o terrateniente no rechaza en lo esencial la maquinaria capitalista, puesto que él es precisamente uno de sus resultados, como señalamos anteriormente con el proceso de desamortización por el cual la burguesía fue apropiándose de terrenos que no eran de propiedad concreta pero si de de aprovechamiento comunitario o disposición social, como eran los bienes comunales. Además conviene señalar que, mientras los intereses de los pequeños productores se encuentran en la mejora de los precios para mantener su economía familiar y poder vivir al menos de su propio trabajo, el de los terratenientes es además un interés que se opone a avances relativos en la legislación laboral como el Salario Mínimo Interprofesional en el campo, que reduce sus tasas de plusvalía al tener que pagar más a sus empleados.
El empobrecimiento de los pequeños agricultores
Como señalan Amín y Vergopoulos (1980), en el proceso de globalización toda oferta de productos agrícolas está regulada por la demanda de sectores no agrícolas, esto hace que grandes multinacionales, como Carrefour, con una cuota de mercado del 5% sobre todos los productos que se comercializan, o Mercadona, que llega a acumular un 30% de cuota de mercado en muchos productos, tengan la capacidad para fijar los precios del mercado. Y esto hace que en numerosas ocasiones los precios no permitan unas condiciones de supervivencia, como la cereza (0’67 euros el kilogramo, 0’52 o incluso a 0’47 algunas variedades) que rara vez alcanza el euro el kilogramo, lo que dificulta la supervivencia de pequeños productores a favor de grandes explotaciones que tienen capacidad de resistir por su mayor volumen de producción. Como señala Dhoquois, nuestro modo de producción se conforma de elementos que se incorporan al proceso de reproducción del conjunto social. En este sistema los pequeños productores, en cuanto que clase, no se están constituidos hoy en día en función del lugar que ocupan en el proceso productivo (personas que son propietarias de medios de producción como es su propia finca y árboles frutales) sino que en el sistema capitalista actual las relaciones de clase vienen marcadas por un conjunto de relaciones sociales y de circulación. De ahí que observemos el proceso de empobrecimiento que sufren los pequeños agricultores, que si bien en épocas anteriores ocupasen una posición de “pequeña burguesía”, entendida como clase media propietaria de su propia fuerza de trabajo, que se gana la vida en condiciones de relativa seguridad, ahora, con el control de la circulación de mercancías por las grandes superficies y su capacidad de presión en el mercado, esto resulta cada vez más difícil porque no se controla la distribución de los productos.
Contenido histórico contra la teoría del derrame: uno de los horizontes que se plantean en el libro es el de la Reforma agraria que, siguiendo el planteamiento de Amín y Vergopoulos (1980), persigue el objetivo del mantenimiento de un campesinado independiente, dando tierras a sus propios cultivadores y concediéndoles la cualidad de ser propietarios de su trabajo. Suprimiendo además la clase constituida por los grandes propietarios (terratenientes) y quitándoles así la posibilidad de especular en el mercado. Acabando así, por ejemplo, con transferencias como las que dota la PAC a quienes ya poseen grandes extensiones de tierra, independientemente de que las cultiven o no. Medida esta conocida como efecto Mateo: transferencias de recursos a quienes ya los poseen, que son causa de desigualdad. La Reforma agraria conseguiría que la totalidad de las tierras se pongan al servicio de los que las trabajan y haría que los propietarios minúsculos no tengan capacidad de imponer precios en el mercado, derivado de su falta de poder. Este tipo de reformas, como señalan Amin y Vergopoulos (1980), no consagra nacionalizar tierras sino que más bien persigue nacionalizar de facto la agricultura, lo que hace que el Estado sustraiga del sector agrícola perverso la inversión capitalista que lleva a la especulación.
La perversión del mal llamado ‘desarrollo’
El libro plantea una alternativa al modo de producción actual que, como señala Faue, consiste en la sumisión formal de la producción agrícola, minera, o incluso el aprovechamiento territorial, a los intereses del capital, asegurando el modo de producción dominante y exclusivo que sólo garantiza la reproducción de formas y relaciones sociales particulares. Muestra de ello es el proyecto de Isla de Valdecañas que no supone otra cosa que el aprovechamiento del territorio protegido para satisfacer caprichos individuales de una minoría adinerada que no respeta un espacio protegido. Llama además poderosamente la atención cómo nuestro presidente autonómico hace una perversión del concepto de desarrollo en la defensa de la teoría del derrame que apuesta por facilitar el enriquecimiento de las capas adineradas con la creencia de que estas, al acumular dinero, crearán trabajo y distribuirán en las capas más bajas. Teoría cuya falsedad ha sido demostrada pero que tanto el actual presidente autonómico como su predecesor Rodríguez Ibarra parecen suscribir con su defensa del proyecto de Valdecañas y su ataque furibundo a organizaciones que se oponen a que nuestra región sea utilizada como mercancía, como es el caso de Ecologistas en Acción que ha litigado para que este proyecto no salga adelante. Tanto es así que ambos han llegado a cuestionar la sentencia del Tribunal Supremo que avala el derribo de las viviendas. Aquí podemos señalar, como hiciera ya Lenin, las contradicciones del capitalismo en que un sistema de producción (estructura), al hacerse cada vez más social y permear y afectar a sectores cada vez más amplios de población e imponer un sistema de dominación, tiene capacidad de rechazar cada vez más la envoltura de relaciones jurídicas (superestructura), a favor de la apropiación privada.
La acumulación con el pillaje de la pequeña producción
Anclajes para la creación de un marco que enfrente la situación de dependencia. Con una lectura sosegada del libro, uno puede comprender muchas de las razones del por qué nuestra región ha pasado a representar poco más del 2’5 % de la población nacional y seamos un territorio caracterizado por la emigración. Ya desde que nuestra región, en palabras de Victor Chamorro, fuera destinada a ser una Mesta se han ido articulando relaciones que han hecho de nuestro territorio un espacio caracterizado por la dependencia económica. Como señalan Amín y Vergopoulos (1980), el modo de producción capitalista en el sistema mundial se caracteriza por la sumisión de estructuras existentes a la reproducción del modo de producción basado en la acumulación de capital en zonas centrales. Para ello se sirve de la acumulación de capital en zonas centrales a costa del sobretrabajo logrado en zonas periféricas. Esto parece sustanciarse en los casos de propietarios de fábricas agroalimentarias y de fincas con domicilio fiscal fuera de la región y la falta de industrias de transformación. Además de ello la falta de sistemas de distribución de productos hace que incluso en los casos de cooperativas, donde existe una agrupación de socios aparentemente propietarios de fincas y de su trabajo, no controlen su producción y sean en la práctica personas dependientes de los designios del mercado, cuyo precio de los productos no refleja el valor real y se ve sujeta a la formación de una tasa de ganancia media por parte de los propietarios de distribuidoras que presionan cada vez más a la baja a la hora de pagar por los productos.
De acuerdo con Preobrazensky, no es posible la acumulación de capital sin el pillaje de la pequeña producción por parte de la grande mediante la transferencia de recursos de los pequeños productores a favor de la producción a gran escala. Con ello se consigue la transferencia de recursos por medio del sobretrabajo agrícola (en caso de la agricultura) que pasa a manos comerciales. Esto será así mientras no seamos capaces de articular sistemas de producción y distribución alternativos, con centros de distribución que aprovechen los recovecos que nos permite el actual sistema, como es la venta directa de productos excedentes, que vaya acompañada de una diversificación de la producción.
Una de las enseñanzas del libro es la necesidad de articular una organización sindical con capacidad de influir en la configuración de políticas económicas, para lo cual previamente tiene que crecer escuchando las distintas demandas que se dan en mundo cambiante y apostar por la formación de los trabajadores como tarea impostergable que permita llegar a un análisis social más certero de cada situación y dote de herramientas de conocimiento para armar una lucha colectiva.
(*) EL DÍA QUE SE LEVANTÓ EXTREMADURA / 25 de marzo de 1936. Editorial Atrapasueños. Es una recopilación de textos de carácter divulgativo para poner en valor ese hito del pueblo extremeño que consiguió que 60.000 campesinos se organizarán en casi trescientos pueblos de la región para tomar las tierras y trabajarlas.
Ilustración: Juan Kalvellido