En honor a la verdad, Andrés Allamand no era el candidato de España para ocupar la Secretaría General Iberoamericana. Su propuesta buscaba entronizar a Lupe Rosalía Arteaga Serrano, la ex vicepresidenta de Ecuador bajo el mandato de Abdalá Bucaram. Para España, Lupita era la candidata perfecta, garantizaba el control de la SEGIB con sede en Madrid. Pero no era la única. Surgieron rivales. Guatemala propuso a Pedro Brolo, dimitido Ministro de Relaciones Exteriores. Perú a José Antonio Gracia Belaunde, ex ministro de exteriores con Alan García. Y Chile a su canciller Andrés Allamand, un oportunista ligado a escándalos de corrupción y con un pasado oscuro.

Sin renunciar, España siguió apostando por Lupita y no buscó llegar a acuerdos. Torticeramente cambió las reglas del juego para el nombramiento. En lugar del consenso por unanimidad, propuso un consenso por mayoría. En lucha abierta, el ambiente fue emponzoñándose hasta culminar con la elección de Andrés Allamand, hombre de confianza de los servicios de inteligencia de Estados Unidos, coordinador de la campaña a favor de Pinochet en 1988 y uno de los conspiradores juveniles más destacados contra el gobierno de Salvador Allende en 1973.

Consumada su elección, alguien deberá dar explicaciones. España ha decidido lavarle la cara. Cuenta con valedores en el Partido Popular, en VOX, en el PNV, en Ciudadanos, en la derecha catalana y en el PSOE.

En los años ochenta y noventa, Allamand frecuentó la sede del PSOE. Largas charlas con Felipe González y sus asesores acabaron convenciendo a los socialistas españoles de que era un futurible presidente de Chile. Había que estrechar lazos. Error de cálculo. Sin embargo, quedaron las relaciones personales. Así, Josep Borrell, flamante Ministro de Exteriores de la Unión Europea, lo ensalza para ocupar el cargo de Secretario General de la SEGIB. Ya en Madrid, Allamand visitó la sede del Partido Popular, siendo recibido por Pablo Casado. Así lo reflejó el aún presidente del PP en su Twitter, subrayando que era un gran defensor de la hispanidad frente al populismo de la izquierda y el indigenismo. Un baluarte de las tradiciones de Occidente al que brindarían todo su apoyo.

DEFENSOR DE LA DICTADURA DE PINOCHET

Pero ¿quién es Andrés Allamand? Podemos sintetizar su historia diciendo que es un hombre sin escrúpulos. Cómplice de crímenes de lesa humanidad, ligado a la trama golpista contra el gobierno constitucional de Salvador Allende. Su temprana aparición en el escenario político estuvo ligada a los grupos paramilitares del Partido Nacional, la denominada Brigada Rolando Matus. Fue candidato a presidir la Federación de Estudiantes Secundarios en 1973, bajo el paraguas de Juan Luis Ossa, Presidente de la Juventud Nacional. Participó en los ataques a las sedes de los partidos de la Unidad Popular, los atentados a líneas férreas y locales públicos, el acoso a domicilios de líderes de la Unidad Popular y apoyó las acciones de los grupos neonazis de Patria y Libertad.

El 11 de septiembre de 1973, según los autores del artículo escrito en 2007, El pasado golpista de Andrés Allamand, por Víctor Osorio e Iván Cabezas en Crónica Digital, se encontraba disparando desde la casa de Luis Ossa, contra las personas que estaban en los locales de Chile Films, considerado ‘un nido de comunistas’. Esa fue su presentación al régimen cívico-militar, la tiranía más sangrienta que ha existido en la historia de Chile.

Dicen los autores del artículo que su historia juvenil la relató en No virar izquierda, la novela autobiográfica publicada en 1974. De su trama, los autores extractan algunos párrafos: “Los atentados eran incontables. Los oleoductos y cañerías volaban en las noches, cortando el combustible a las ciudades pero incentivando a los fieros camioneros y tonificando el paro”. Tenía 16 años y sus manos ya estaban manchadas de sangre. En las páginas siguientes se lee que “la oposición sigue creyendo que el poder político surge de los votos exclusivamente. Siguen creyendo que el poder político es una resultante de las elecciones. Sin los militares la UP no cae. Hay que presionarlos, obligarlos a intervenir. Hacer que se decidan”. Y más adelante: “Provocar crisis y desórdenes. Desatar el caos. No ceder. Oponerse a todo lo que la UP haga con la mayor energía. Los militares actuarán cuando el caos sea total”. El párrafo final es concluyente. Allamand sentencia: “¡Fin al comunismo! Sería la esperada hora del nacionalismo”.

Tras el golpe, vivió de la dictadura pero en sus estertores buscó el reacomodo como un liberal. Mientras se arrimó a la dictadura, busco el apoyo de Sergio Onofre Jarpa, Ministro del Interior de Pinochet, con quien formaría en 1987 el partido Renovación Nacional, la plataforma política desde la cual pretendió llegar a la presidencia. Luego renegó de Onofre Jarpa.

Su figura siempre ha estado relacionada con escándalos aunque sus sueños de ser presidente de Chile le llevaron a traicionar a cuantos correligionarios le salieran al paso. Como canciller en el segundo gobierno de Sebastián Piñera, en 2020, azuzó el odio contra los inmigrantes, señalando, en medio de la pandemia, que los extranjeros sin papeles no tendrían derecho a vacunarse. Felipe Saleh, en un artículo publicado en El Mostrador en 2021, retrata al personaje: “La historia de traiciones y pasos en falso de Andrés Allamand, el nuevo Sergio Onofre Jarpa”.

Ahora Andrés Allamand, el defensor de la dictadura de Pinochet, el corrupto, el cómplice de crímenes de lesa humanidad, ocupa el cargo de Secretario General de la SEGIB con un sueldo de 15.000 euros mensuales. Gozará de inmunidad diplomática y vivirá en Madrid rodeado de lujos, buscando que se olvide su pasado de crímenes y traiciones. Quienes lo han votado muestran el desprecio a la democracia y dejan en el peor lugar a una institución que se degrada hasta convertirse en la letrina de quienes en ella evacuan sus excrecencias.