A mediados de abril, saltaba la noticia del espionaje a dirigentes políticos mediante un sistema de origen israelí, denominado Pegasus, siendo un elemento que ha marcado notablemente la agenda política, y que además ha sido utilizado con la finalidad de desestabilizar el Gobierno de coalición.
En un primer momento, todas las informaciones apuntaban al hecho de que los espiados eran políticos, activistas y periodistas catalanes vinculados con el independentismo, lo que provocó una respuesta inmediata por parte de la mayoría de los partidos del arco parlamentario catalán y del Gobierno de la Generalitat. Pero unas semanas después, supimos que la infección de los teléfonos llegaba también a miembros del gobierno central, lo cual eleva todavía más la gravedad de la situación puesto que vemos que lo que ha estado en juego es la propia seguridad del Estado, mediante un sistema controlado desde unas manos desconocidas.
Desde una concepción radicalmente democrática de defensa de los derechos fundamentales y libertades, debemos rechazar esta situación por ilegal, por situarse fuera de la ética política que nos define, y manifestar que en nuestro sistema político no deberían tener cabida este tipo de prácticas. Con estas situaciones sólo hay un camino posible: investigar, esclarecer y depurar responsabilidades.
Las esquinas oscuras del Estado
Y ante esto, lo que es imprescindible situar, es que no puede haber espiados de primera o de segunda, es decir, no se puede ser más o menos permisivo con esta situación dependiendo a quien se espiaba. Y como hemos visto, esta ha sido la pauta utilizada por los medios de comunicación, dando más importancia a unos espiados que a otros, y donde en el imaginario de gran parte de la población, el caso Pegasus ha quedado relacionado con el independentismo catalán. Sin restarle importancia, porque es igualmente condenable, esto ha permitido que hayan podido pasar más desapercibidas las escuchas a miembros del Ejecutivo central, así como las implicaciones que pueda haber con las cloacas del Estado, e incluso la relación de la trama con el régimen autoritario marroquí.
Por eso desde Unidas Podemos se apoyaba la constitución de una comisión de investigación en el Congreso, para llegar hasta el final y saber dónde están los responsables del espionaje y las telarañas que los sujetan. Una cara oculta del asunto que ha sido bloqueada por las derechas juntamente con el PSOE para que no se pudiera constituir la comisión que investigase y depurase las responsabilidades necesarias. Los hechos son gravísimos y las respuestas ineludibles.
Estas situaciones tienen que provocar una reflexión conjunta sobre la imperiosa necesidad de regeneración que tiene este país y los marcos legales que hay que construir para garantizar plenamente los derechos fundamentales y las libertades, sin claroscuros. No es tolerable que se blanqueen o se banalicen hechos que vulneran la libertad a disentir políticamente, porque hoy han sido los independentistas, pero mañana serán otros. Por eso hay que desterrar el uso de este tipo de mecanismos en el CNI y en los aparatos de seguridad estatales.
No justifica votar contra las medidas sociales
Pero no querría acabar estas líneas sin dejar de mencionar un “daño colateral” en el caso Pegasus. Porque con este escenario, nuevamente nos hemos encontramos con otra ocasión en la que ERC se ha situado fuera del marco de la mayoría de la investidura. Esta vez, en la votación en el Congreso de los Diputados del plan de choque frente a las consecuencias económicas de la guerra de 16.000 millones de euros. Aunque como precedente ya encontramos lo sucedido con la reforma laboral.
Y no es que ERC haya votado en contra porque estas medidas no sean suficientemente sociales (y muy probablemente sean mejorables) sino amparándose en el caso Pegasus. Y como he mencionado, es algo intolerable en un sistema que se considere democrático, pero que nada tiene que ver con no dar apoyo a las medidas propuestas, y que no puede justificar una disyuntiva entre escoger entre Pegasus y las medidas sociales.
El caso del espionaje demuestra las debilidades y las costuras de una democracia “de baja intensidad” que sigue arrastrando una herencia construida en tiempos de la dictadura, un entramado que en los años 70 del siglo pasado más que reciclarse, se enmascaró bajo otros nombres para seguir manteniendo sus cotas de poder.
Alguien podría decir que llueve sobre mojado, y seguramente no estaría mal encaminado, si no fuese porque esta vez la lluvia fue una granizada. Y es que este tipo de manifestaciones de las esquinas oscuras del Estado deben hacer reflexionar sobre la necesidad de los profundos cambios que necesita nuestro país a todos los niveles.
En definitiva, aunque parezca que Pegasus tenga acento catalán, por ahora deberemos esperar para conocer más sobre la totalidad del asunto, teniendo por seguro, que los protagonistas seguirán estando ahí. Tal vez más silenciosos, pero presentes.
Secretario General del PSUC viu