El escenario internacional tras la cumbre de la OTAN, que dispuso a la Alianza Atlántica en condiciones para intervenir en tres frentes, Rusia, China y África, reafirmando su compromiso de alcanzar un gasto militar del 2% del PIB, sin renunciar al uso del arma nuclear, obliga a las organizaciones pacifistas internacionales, a responder con carácter global a las incertidumbres amenazas y riesgos que vive y sin duda vivirá la humanidad.

Asistimos a un escenario de guerra y conflictos en Europa y Asia, consecuencia de la firme voluntad de los EEUU de impedir por todos los medios a su alcance, que su actual hegemonía se desplace hacia Eurasia bajo el protagonismo de la República Popular China.

La guerra interminable de Ucrania, que pudo ser evitada, está consiguiendo debilitar a los países europeos, a la Unión Europea, a la Federación Rusa y, como contrapunto, fortalecer a los EEUU, su industria militar y la de sus aliados.

Si algo hay que reconocer a las diferentes administraciones de los Estados Unidos, es su determinación para llevar a cabo a sangre y fuego su “diseño mundo”, teorizado hace más de 45 años. En aquellas fechas, Zbigniew Brzezinski, eterno asesor del Departamento de Estado y presidente entonces de la Trilateral, haciendo suyo la teoría del geógrafo Mackinder de Isla Mundial, “quien controle Europa del Este domina el corazón Continental; quien controle el corazón Continental domina la isla Mundo; quien controla la isla Mundo domina el Mundo”; concluía: “Todos los retadores políticos y/o económicos potenciales a la primacía estadounidense son euroasiáticos. Acumulativamente, el poder de Eurasia eclipsa ampliamente al de Estados Unidos.”[1]

Los enemigos de la Paz global

La ampliación de la OTAN con Suecia y Finlandia persigue seguir debilitando a la Federación Rusa obligándola a desplazar parte de su operativo defensivo a lo largo de los 1.340 kilómetros de la frontera entre Finlandia y Rusia, cerrando así definitivamente el cerco a Rusia por su flanco occidental.

La visita provocativa del pasado agosto de Nancy Pelosi -presidenta de la Cámara de Representantes-, a Taiwán fue considerado por Pekín como un estímulo en la defensa de la independencia de la isla y, por tanto, un ataque a la soberanía nacional de China. Antes de la visita de Pelosi, el ejército estadounidense aumentó sus movimientos en la región Indo-Pacífica desplazando su portaaviones USS Ronald Reagan y su grupo de ataque hacia el mar de Filipinas.

EEUU, en su política de resistencia numantina para no perder su hegemonía mundial, parte con considerables ventajas. Sus fronteras, a diferencia de las de Rusia, no se encuentran amenazadas por ningún despliegue de fuerzas armadas de alianzas militares y su soberanía nacional no se siente amenazada a diferencia de la de China. Si a ello le sumamos que la maldita guerra de Ucrania se ha convertido para los EEUU en un inmenso negocio para su industria de armamento y de hidrocarburos, a diferencia de sus socios subalternos europeos que sufren de forma directa la guerra y la falta de aprovisionamiento energético, le permite a la administración norteamericana seguir organizando la respuesta militar para impedir que Eurasia se convierta en la región hegemónica en los próximos años.       

El avance de la ultraderecha emponzoña el escenario

A esta incertidumbre de la seguridad hay que añadir la incertidumbre política y económica, de emergencia climática, de hambruna que se abre paso en el escenario internacional de confrontación: el 8 de noviembre un tercio del Senado de los EEUU y la totalidad de la Cámara de Representantes se renovarán y el trumpismo quiere convertir las elecciones, además de un desgaste del gobierno Biden, en una ocasión para aumentar la polarización y el enfrentamiento civil. En ese sentido es elocuente la encuesta publicada en agosto por YouGov y The Economist donde el 43% de los estadounidenses opinaba que una guerra civil en EEUU es un escenario “muy” o “algo probable”[2]. El que la ultraderecha sueca se convirtiera en la segunda fuerza política en las últimas elecciones y previsiblemente pueda cogobernar o que en las próximas elecciones italianas Giorgia Meloni -líder de la ultraderecha Hermanos de Italia- pueda resultar vencedora, define la trastienda política del escenario de confrontación diseñado por la OTAN y los EEUU.

Control del armamento y desnuclearización

En ese contexto, el control de armamento, la desnuclearización, la reducción de los programas industriales y de investigación militares y la drástica reducción del gasto militar para, no sólo impedir llegar al 2% del PIB sino reducir el existente -a favor del gasto social-, debería pasar a ser una de las prioridades del movimiento pacifista internacional.

La retirada de los EEUU en 2019 del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (NIF) que consiguió eliminar los misiles balísticos, de crucero o convencionales con un alcance de entre 500 y 5.500 kilómetros o la retirada también estadounidense en 2020 del Tratado de Cielos Abiertos, que permite realizar vuelos aéreos para verificar el control y transparencia de las operaciones militares, suponen contratiempos muy serios para el control y reducción de armamento convencional y nuclear.

Igualmente, el veto de la Federación Rusa -realizado el pasado agosto- a la declaración final de la renovación del Tratado de no Proliferación de Armas Nucleares, al incluir en la redacción aspectos de la guerra de Ucrania, es otro obstáculo serio para avanzar hacia la consecución de un Tratado Internacional de Prohibición y Destrucción Ecológica de todas las armas de destrucción masiva.

A los pocos días de la celebración de la Cumbre de la OTAN en Madrid, el Papa Francisco declaraba en el ángelus «Hay que dejar atrás las estrategias de los poderes políticos, económicos y militares y concentrarse en un proyecto de paz global» que deje atrás «un mundo dividido entre potencias en conflicto» y dé la bienvenida a un «mundo unido entre pueblos y civilizaciones que se respeten mutuamente».[3]

El objetivo de construir un proyecto de paz global, un objetivo que se defiende socialmente de forma muy transversal desde el punto de vista ideológico y cultural, debería concitar múltiples iniciativas y movilizaciones frente a la lógica de la guerra, el rearme y el aumento del gasto militar.


[1] El gran tablero mundial. La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos (Editorial Paidós 1998)

[2] https://www.elperiodico.com/es/internacional/20220831/encuesta-estados-unidos-guerra-civil-14384458

[3] https://www.madridactual.es/7844169-el-papa-defiende-una-paz-mundial-que-no-este-basada-en-el-miedo-reciproco-y-pide-dejar-atras-la-estrategia-militar