“Una mattina mi son svegliato
o bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao,
una mattina mi son svegliato
e ho trovato l’invasor.”
(Una mañana me he despertado.
o bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao,
Una mañana me he despertado,
y me he encontrado con el invasor.”
Así dice la famosa canción “O Bella Ciao” de los partisanos italianos. ¿Pero de verdad nos despertamos en Italia de un día para otro con los fascistas al gobierno como si fuera una pesadilla? Claro que desde hace pocos días tenemos a un (post)fascista como presidente del Senado; y a un homófobo, integrista católico, misógino como presidente de la Cámara; pero hay que subrayar que Ignazio La Russa, el presidente del Senado, fue ministro de Defensa en uno de los gobiernos de Berlusconi; y que el antiabortista Lorenzo Fontana fue primero ministro de la Familia y, después, de Asuntos Europeos, además de ser un europarlamentario.
Es decir: no es una novedad tener esta gente con cargos importantes. Es a partir de esta consideración que tenemos que mirar las cosas de hoy. La derecha subió porque no la paramos antes.
La pésima ley electoral que tenemos en Italia ha influido en la victoria de la coalición de centro derecha. Se llama “Rosatellum” del nombre del diputado del Partido Democrático que la propuso. En síntesis, premia con más escaños a la coalición que obtiene más votos y exige un mínimo del 3% de los votos para entrar en Parlamento. Es una ley “mayoritaria”, donde al final el resultado no corresponde de verdad a la voluntad del pueblo. En este marco la llamada al “voto útil” siempre ha funcionado: “¿para qué votar alguien que no tiene posibilidad de llegar al 3% y que al final los votos se reparten entre los otros? Mejor votar a alguien que tiene posibilidades”. Y así, poco a poco el elector pierde interés en votar. Además, no hay forma de elegir a quién votar. Los nombres están decididos por los partidos y solo se puede votar al partido o a la coalición. De esa forma hay quien mantiene su escaño parlamentario desde hace 20, 25 ó 30 años. Evidentemente no es “solo” un problema de ley electoral, a pesar del hecho de que con una ley proporcional no hubiésemos tenido este gobierno.
Un camino pavimentado por la socialdemocracia
El resultado de las elecciones representa el destino final de las políticas llevadas a cabo en Italia hace años; lastimosamente, la mayoría de la mano de la socialdemocracia, el Partido Democrático. El voto para la derecha, la extrema derecha -que reconocemos como tal solo nosotros porque el trabajo de normalización ha sido enorme y prolongado en el tiempo-, ha sido un voto “popular” porque parecen ofrecer respuestas a las solicitudes de una población que vive una gran crisis hace años, con los salarios bloqueados, una alta inflación, la consecuencias de la pandemia, la guerra ahora, y la crisis medioambiental.
La crisis que empezó en 2008 corresponde, de una u forma, a la crisis de la izquierda en Italia, teniendo sus raíces profundas en los años 80, los años de las liberalizaciones, del neoliberalismo, de la caída del muro de Berlín, cuando poco a poco se han dinamitando todas las medidas que han caracterizado el estado social después de la II Guerra Mundial.
La globalización ha destruido el tejido económico de Italia, empobreciendo la fuerza de las relaciones sociales, mientras que los que llamados “cuerpos intermedios” (sindicatos, partidos, asociaciones, organizaciones sociales) carecen de fuerza suficiente para hacer frente a los problemas y necesidades de la gente, e incluso a veces se posicionaron en contra de los intereses que tendrían que representar… es suficiente recordar algunos acuerdos firmado por los grandes sindicatos, unido a la continua destrucción del Estatuto de los Trabajadores, la precarización del trabajo, la ausencia de un salario mínimo, etc. En síntesis: la política ha fallado en una de sus tareas principales.
Por su parte, la derecha, o la llamada centro-derecha, gobierna ya muchas regiones y muchas alcaldías, sobre todo en el norte del país, la parte más productiva. En algunos casos desde hace más de 25 años, como en Lombardia.
Una de las razones de esta victoria de la derecha es haberse situado en la oposición durante el gobierno de Draghi, a pesar del haber votado a favor de la mayoría sus las medidas. Aprovecharon el distanciamiento de Draghi de los intereses populares y hasta de la defensa de un supuesto interés “nacional”. Y ahí es donde Meloni ha colocado su propuesta y como logró ganar en lugares históricamente “rojos”, como en Toscana, por ejemplo.
El partido “Fratelli di Italia”, con su llama tricolor en el medio, -recuerdo del Movimiento Social Italiano y del Fascismo-, subió del 4% al casi 26% en todo el país. En los últimos años los electores son “fluidos” como la sociedad descrita por Baumann… Por último, hay que tener en cuenta el nivel de abstención más alto de toda la historia republicana de Italia: sólo ha votado el 64% de los electores, un 10% menos que en 2018. Lo que ha cambiado es la distribución de los votos, y con ello el poder dentro de la coalición: Meloni se atrajo los votos de la Liga, de Berlusconi, y de parte de la derecha del Movimiento 5 Estrellas.
Pero lo importante es comprender que este resultado es la consecuencia de la debilidad de la clase trabajadora italiana: la atomización de la clase; la destrucción premeditada del concepto de ideología (ni de derecha, ni de izquierda)… Son muchas las causas y las responsabilidades, incluida la atomización de la misma izquierda, como causa y responsabilidad al mismo tiempo.
Ya sabemos que la derecha va a gobernar con una actitud conservadora. La elección del presidente del Senado y de la Cámara son una señal clara y fuerte. Gobernarán en contra de la clase trabajadora, en contra de los derechos civiles, favoreciendo a los grandes grupos de interés patronales, y con también lo harán con la pequeña industria para dar un poco de satisfacción a la Lega, siendo su cuenca electoral histórica. Nos espera más “control y orden público”, sobre todo si, como todo indica, la crisis económica genera – quizás finalmente – conflicto social.
La debilidad de la izquierda
Dentro de este marco, la propuesta de la izquierda radical, Unión Popular, solo sumó el 1,4%, 400.000 votos, insuficiente para llevar una voz comunista y crítica al Parlamento. Hay que asumir la derrota, por supuesto contextualizándola dentro la fase actual, de los límites de la ley electoral, de las elecciones anticipadas, de la falta de dinero, de las dificultades que se presentaron, pero sin absolución, y sobre todo no hay que rendirse.
La ambición es ser una semilla de agregación de la izquierda autónoma y de clase, para combatir este neoliberalismo que está afectando a la clase trabajadora y a la estructura industrial italiana, que pierde posición en la división internacional del trabajo convirtiendo el país cada día más en un lugar de trabajo a bajo precio y escasa calificación. Hay que reconocer que la fase política es nueva, diferente, con varios niveles de riesgo en el contexto nacional e internacional: la guerra, la crisis económica y social, y una derecha neofascista en el gobierno a la que combatir.
Lo que sabemos es que esta gente ha llegado al gobierno con menos del 25% de los votos de los italianos, y es solo gracias a la ley electoral que tenemos que pueden gobernar. No representan a la mayoría del pueblo italiano. Tienen la mayoría en el Parlamento, pero no en la sociedad. Cuando termina la canción “O Bella Ciao”, gritamos juntos “¡ora e sempre Resistenza!”. Es lo que vamos hacer. Aquí no rinde nadie.
(*) Miembro del Secretariado del Partido Refondazione Comunista de Italia