Contándonos empecé a contar sobre nosotras, las mujeres. Me interesaban las ROJAS, las que no se conforman y levantan su voz por ellas y por todas sus compañeras, me interesaban las luchadoras de ayer y las luchadoras de hoy, porque las de hoy no serían sin las de ayer, mujeres que dieron lo mejor de sí mismas para nosotras, para las siguientes, para las todas posteriores. Somos más de la mitad de la Historia y siempre nos quieren silenciar. Por eso tenemos que contar, Contándonos.

Así, en 2016 comencé una saga sobre mujeres luchadoras que se editó en tres volúmenes (Rojas. Relatos de mujeres luchadoras, Utopía 2016; Rojas, violetas y espartanas. Mujeres en lucha; Rojas y trabajadoras. Mujeres en marcha, Utopía, 2021) y que ahora culmina en el recopilatorio Rojas, de Carmen Barrios, Utopía, 2022. Un libro que contiene cincuenta y siete relatos cortos dedicados a rescatar historias que reflejan las luchas que mujeres valerosas han mantenido desde los tiempos de la derrota y la clandestinidad hasta la era del acoso laboral, las discriminaciones de género y la corrupción, por la consecución de derechos para todas, todos y todes.

La idea era recuperar a esas mujeres luchadoras del pasado, tirar del hilo rojo para conectarlas con las luchas de las mujeres en la actualidad y atarlo con el hilo violeta del feminismo, para conformar un documento en el que se entendiera con claridad que a cada generación le tocan sus propias luchas sociales por derechos de dignidad, y que todas ellas están conectadas entre sí, y no se pueden entender unas sin las otras, porque fueron, somos. He buscado poner en valor histórico las luchas de las mujeres, que en demasiadas ocasiones han quedado ocultas, como si ellas no fueran piezas fundamentales en la construcción de los derechos y de los avances sociales.

En este libro hay relatos con nombre propio, como el de mi abuela Dolores Gómez-Valadés y mi madre, Carmen Corredera, o como Dulcinea Bellido, Natalia Joga, Anita Sirgo, Josefina Samper, Isabel López, Ángeles Collía, Manuela Corredera, Ana Guardione, Anahib Mani, Elena Sevillano, Helena Galán, Mercedes Pérez Merino, Sonia Vivas o Alejandra Acosta y también hay relatos que cuentan apasionantes luchas colectivas, como La huelga de las tortas fritas, La carta, El silencio de las tricotosas, Alpiste para gallinas, Litros de aceite de la marca dignidad o Espartanas: por mí y por todas mis compañeras. El denominador común de todos estos relatos es componer una memoria sobre las luchas de las mujeres en las que el feminismo con perspectiva de clase tiene mucho que decir.

Las englobo a todas con el apelativo de ROJAS, porque ese era el calificativo despectivo con el que marcaron a las nuestras cuando las aplastó la Victoria fascista tras el golpe de Estado contra la II República y la guerra infame que asoló la democracia republicana. Hoy lo recojo con todo el orgullo de las mujeres libres, de las rebeldes, de las que nunca se rinden, de las que dicen lo que piensan y ofrecen alternativas en forma de exigencias de derechos contra el patriarcado capitalista que nos oprime y nos explota de miles de formas.  

Todos los relatos están escritos cuidando mucho el lenguaje, soy una escritora lenta, que piensa cada frase, y la acaricia con mimo. La literatura es una herramienta poderosa que pone corazón a las palabras y ayuda a comunicar con la emoción que abriga los hechos relatados. Porque hablo de vidas ciertas, de mujeres que fueron, que son y que están ya en todas nosotras.

(*) Escritora y fotoperiodista