50 años del asesinato de Víctor Jara y del golpe de estado contra el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende. Medio siglo, que no ha borrado la memoria y que sigue siendo una referencia universal. En este aniversario podemos escuchar a Víctor Jara en su CANTO QUÉ MAL ME SALES. Su ultima canción, escrita mal herido, pero aun con sus manos, unas horas antes de su brutal asesinato. Existen pocos escritos de esa calidad artística y testimonio, de alguien que sabe que su muerte está cerca y aun así, canta a lo colectivo y a la solidaridad. Como poeta y cantautor comunista, escribe a los miles, que como él sufren ante la feroz represión, desatada por el golpe de Pinochet.
Víctor Jara fue detenido, junto a los cientos de compañeros que resisten en la entonces Universidad Técnica del Estado, hoy la Universidad de Santiago de Chile. Desde allí fueron trasladados al Estadio de Chile, actual Estadio Víctor Jara. Fue pronto reconocido a su llegada al recinto y comenzaron los golpes, después la tortura, las vejaciones, la muerte. Sus manos machacadas, su último aliento, mientras los militares jugaban a la ruleta rusa, para ya inerte, ser acribillado a balazos. No llegaría a ser traslado, al tristemente conocido Estadio Nacional. Ya sin vida su cuerpo seria arrojado al muro exterior del Cementerio Metropolitano y por suerte reconocido y rescatado. Aquellos días comenzó una vorágine de torturas y ejecuciones, que sumió a Chile en la oscura dictadura militar, por más de veinte años
50 años han pasado para que lo que ya sabíamos, sea aún más público y notorio, que el gobierno de los EEUU, fue parte activa del golpe y de lo que sucedió a continuación. Recuerdo una escena, llamada “la cruda realidad” de la película Missing (Costa-Gavras 1982 ) cuando Jack Lemmon se da cuenta que en los jardines de la embajada de los EEUU no había nadie. Occidente no expulsó a Chile de las competiciones internacionales ni le aisló económica y políticamente. Recordar que el equipo de la URSS perdió la clasificación para el mundial de Alemania 1974, por no ir a jugar al Estadio Nacional de Santiago de Chile. No fue algo puntual, la dictadura chilena fue un referente para los gobierno occidentales en aquellos años de Guerra Fría, que contó como broce de oro, con la visita del Papa Juan Pablo II en 1987. 50 años después, ninguna corte penal internacional solicitó ni solicita el arresto de Henry Kissinger,
Augusto Pinochet como Francisco Franco, no murió en una cárcel, pero lo diferencia, es que en Chile en 50 años se ha condenado judicialmente a los responsables del asesinato de Victor Jara. Parecen pocos 50 años, cuando aquí ya van 87. En España, las víctimas del golpe siguen en las cunetas y nadie ha sido juzgado. Esa España que es referencia de las leyes de punto final y que ni acaba por dignificar realmente a las víctimas de nuestra dictadura, ni poner fin a la herencia franquista.
Somos cinco mil aquí.
En esta pequeña parte de la ciudad.
Somos cinco mil.
¿Cuántos somos en total en las ciudades y en todo el país?
Somos aquí diez mil manos que siembran y hacen andar las fábricas.
¡Cuánta humanidad con hambre, frío, pánico, dolor, presión moral, terror y locura!
Seis de los nuestros se perdieron en el espacio de las estrellas. Un muerto, un golpeado como jamás creí se podría golpear a un ser humano.
Los otros cuatro quisieron quitarse todos los temores, uno saltando al vacío, otro golpeándose la cabeza contra el muro, pero todos con la mirada fija de la muerte.
¡Qué espanto causa el rostro del fascismo!
Llevan a cabo sus planes con precisión artera sin importarles nada.
La sangre para ellos son medallas.
La matanza es acto de heroísmo.
¿Es éste el mundo que creaste, Dios mío?
¿Para esto tus siete días de asombro y trabajo?
En estas cuatro murallas sólo existe un número que no progresa.
Que lentamente querrá la muerte.
Pero de pronto me golpea la consciencia
y veo esta marea sin latido
y veo el pulso de las máquinas
y los militares mostrando su rostro de matrona lleno de dulzura.
¿Y México, Cuba, y el mundo?
¡Qué griten esta ignominia!
Somos diez mil manos que no producen.
¿Cuántos somos en toda la patria?
La sangre del Compañero Presidente
golpea más fuerte que bombas y metrallas.
Así golpeará nuestro puño nuevamente.
Canto, qué mal me sales
cuando tengo que cantar espanto.
Espanto como el que vivo, como el que muero, espanto.
De verme entre tantos y tantos momentos del infinito
en que el silencio y el grito son las metas de este canto.
Lo que nunca vi, lo que he sentido y lo que siento hará brotar el momento…
Víctor Jara 15 de septiembre de 1973
La revista digital All Access le ha puesto la voz de Victor Jara a su canción. Antes, otros muchos le rindieron tributo, dándole voz desde su publicación en 1974. Esta es por tanto su voz, 50 años tras su composición y asesinato.
INFORMACIÓN ADICIONAL
TESTIGO SONORO. SUENAN TIMBRES
Joaquín Duque, académico colombiano cuenta en Suenan timbres de la detención, torturas, fusilamientos simulados y su reclusión en el estadio Chile durante el golpe militar de 1973