Se está perpetrando un brutal genocidio, televisado, en Gaza, ante nuestros ojos. Y a pesar de ello, después de tres meses de bombardeos diarios contra población civil y más de 20.000 muertos palestinos, la comunidad internacional no es capaz de detener la ofensiva y la impunidad israelí, ni siquiera de conseguir un alto el fuego humanitario que frene la destrucción de la Franja.

Israel es el principal aliado estratégico de EE. UU. en la zona, así que la Casa Blanca ha dado permisos criminales a Netanyahu para continuar con la violación total del derecho internacional y con la barbarie salvaje que supone emplear armas de combate para una guerra total declarada contra la población civil desde tierra, mar y aire. A estas alturas, no sé quién puede tener dudas de que el objetivo de Israel nunca fue destruir a Hamás, sino culminar un proyecto de ocupación ilegal expansionista: arrasar Gaza para anexionarla o dejarla destrozada y empobrecida para hacerla inhabitable. El objetivo final de Israel es excluyente: hacer desaparecer Palestina, y que los palestinos de Gaza se vayan a Egipto y los de Cisjordania a Jordania. Por eso llevan décadas multiplicando propaganda en contra de la teoría de los dos Estados e instalando colonos armados en tierras palestinas, mientras extendían un muro de apartheid (segregación racial) de 800 km. Tras destruir Gaza, irán por Cisjordania, con otra excusa, si no lo evitamos.

Socios, cómplices e indiferentes

Los gobiernos civilizados de la UE, subordinados en su política exterior a la del imperialismo yankee, se han cruzado vergonzosamente de brazos

El veto de Estados Unidos ha incapacitado a la ONU y a la comunidad internacional para poder actuar y detener el asesinato masivo del pueblo gazatí. Atada desde su nacimiento en 1945 por esa perversa malformación genética del derecho a veto, que es un privilegio antidemocrático indignante que solo poseen cinco países entre los 198 que conforman las Naciones Unidas, el presidente Biden es tan responsable como Netanyahu de este genocidio atroz. Y a pesar del clamor mundial para detener la matanza y del escándalo de la opinión pública internacional que se moviliza en todo el planeta condenando el actuar de Israel, los gobiernos civilizados de la UE, subordinados en su política exterior a la del imperialismo yankee, se han cruzado vergonzosamente de brazos contemplando el asesinato de niños, mostrando una supina indiferencia cómplice que ya conocimos y sufrimos durante la Guerra Civil Española.

Con la lucha del pueblo palestino se juega parte de la lucha antiimperialista de nuestro tiempo, como en II República se libró en España la lucha contra el fascismo

Y como entonces ante la pasividad de los gobiernos insolidarios que no defendieron del fascismo a la II República, hoy toca la movilización internacional solidaria de los pueblos y de los ciudadanos de bien del mundo, por Palestina. Ser conscientes de que con la lucha del pueblo palestino se juega parte de la lucha antiimperialista de nuestro tiempo. Los demócratas del mundo, pero especialmente la izquierda internacional debemos movilizarnos en las calles, los parlamentos y las instituciones del mundo entero con todos los esfuerzos y urgencias para impedir este genocidio, sencillamente porque es bárbaro, ilegal y humanamente indignante e intolerable.

Porque Israel ha cruzado hacia la barbarie todas las líneas rojas del derecho, la moral y la política: incumpliendo deliberadamente el derecho internacional y cometiendo crímenes contra la humanidad de manera descarada y a la vista de todos, para demostrar e imponer a la humanidad entera, le guste o no, que hay que tragar con este genocidio. Y no. La deshumanización del adversario, expresada por el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, llamando «animales» a los palestinos, corresponde claramente a un lenguaje genocida inaceptable en un mundo del siglo XXI que busca los derechos humanos para todos. Esta deshumanización fascista y deliberada, más la limpieza étnica que conllevan los ataques, confieren a esta agresión una condición de desafío moral a escala planetaria. La indignación de los ciudadanos y de los pueblos solidarios debe seguir movilizándose masivamente para impedir tanta barbarie e indignidad. El otro desafío es democrático, jurídico y legal: se está cometiendo un delito de genocidio a plena luz y hay, primero, que impedirlo, para a continuación llevar a Netanyahu ante el Tribunal Penal Internacional como están exigiendo públicamente nuestros diputados y eurodiputados. Nunca aceptaremos la impunidad imperialista contra los pueblos.

Netanyahu bombardeando a la población civil se parece mucho a Hitler gaseando a los judíos. El delito de genocidio es condenable lo cometa quien lo cometa

Para entender la actuación israelí, hemos de comprender que la barbarie de hoy nace del sionismo histórico judío: una ideología discriminatoria, racista y supremacista, hoy mayoritaria en Israel, que vive en el delirio de que como son el pueblo elegido por Dios tienen derecho a exterminar al pueblo palestino. Netanyahu bombardeando a la población civil palestina se parece mucho a Hitler gaseando a los judíos desde su ideología nazi. Resulta triste, y moralmente repugnante, no creer que el delito de genocidio es absolutamente condenable lo cometa quien lo cometa, por su radical e intolerable inhumanidad y por la violación masiva de derechos humanos. “Los palestinos son animales”. A esta perversión ha llegado un Estado judío cosido durante décadas a una ideología imperialista y criminal que se ha extendido a la mayoría de la sociedad israelí como una mancha de aceite envenado.

Porque es la ideología del sionismo la que impulsa el genocidio palestino. Y hoy lo aplica la ultraderecha más fanática con envío de misiles que destrozan a sabiendas el cuerpo de miles de niños; con el bombardeo deliberado de viviendas, hospitales, iglesias, mercados o universidades, y el asesinato selectivo de centenares de periodistas, cooperantes o empleados de la ONU. Israel quiere impedir la solidaridad internacional y que los testigos cuenten la verdad. Hay misiles para todos.

EL PODER DE LOS PUEBLOS Y LA SOLIDARIDAD
Desde el antiimperialismo de una izquierda solidaria, que solo puede ser antisionista, podemos hacer muchas cosas, y las estamos haciendo.
Exigir al gobierno la suspensión del comercio de armas  y la ruptura de relaciones diplomáticas con Israel, así como el reconocimiento del Estado palestino.
Exigir la suspensión de los acuerdos comerciales de la UE con Israel.
Exigir duras sanciones para quien comete crímenes contra la humanidad.
Denunciar a Israel ante el Tribunal Penal Internacional.
Colaborar con la campaña del BDS, no comprar productos israelíes.
Y movilizarnos en las calles para que la denuncia de este genocidio sea un clamor universal a favor de los derechos del pueblo palestino.
El poder de los pueblos y de la solidaridad es enorme en la lucha por la justicia. El pueblo palestino está luchando y resistiendo. Estés donde estés, actúa decididamente para detener el genocidio para que triunfen la dignidad y la humanidad. Todas y todos comprometidos por Gaza.

(*) Responsable de DD. HH. y Cooperación Internacional
de Izquierda Unida