¿Dónde nace este amor y pasión por la literatura hispanoamérica?
«Yo descubrí España con George Orwell, Laurie Lee y Ernest Hemingway, y también con Hugh Thomas. Luego estudié varios años en Chile, trabajé con el antipoeta Nicanor Parra -hermano de Violeta Parra-. Esos años en Chile fueron los mejores de mi vida, fue el descubrimiento de un mundo distinto».

¿Qué tiene de falso la ‘mitificación’ del papel de los intelectuales en la Guerra Civil española?
«En los años sesenta, se publicó en inglés un libro titulado ‘Una guerra de poetas’, dando la imagen de los intelectuales como el punto central de la guerra, como si no fuera una guerra tremenda que involucraba a todos los sectores de la sociedad. Se otorgan a sí mismos un papel central. Pero, pese a eso, seguro que no existe otra guerra con un protagonismo tan fuerte de los intelectuales».

¿Cristaliza en la Guerra Civil el cambio de mentalidad de los escritores que pasan del experimentalismo en los años veinte al compromiso de la década de los treinta?
«Sí, eso y la gran crisis de las democracias con el crack de 1929, la bancarrota del capitalismo según muchos intelectuales. Y también la ascensión del nazismo en Alemania».

Es curioso cómo los países más involucrados en la Guerra Civil -Alemania, Italia y la URSS- son aquellos en los que menos entusiasmo despierta nuestra guerra en el elenco intelectual.
«Eso es porque en Inglaterra, Francia o Estados Unidos, por ejemplo, los intelectuales no entienden el acuerdo de No Intervención en la Guerra Civil. No entienden la hipocresía de la política. También tenían más libertad para escribir. Así, los alemanes que escriben sobre la guerra lo hacen desde el exilio. Es el caso de Bertolt Brecht o Gustav Regler. Este último fue comisario y novelista de la XII Brigada Internacional, luchó en la Ciudad Universitaria, en Aragón, fue el gran ejemplo de escritor antifascista y combatiente del Congreso de Intelectuales Antifascistas que se celebró en España en 1937.

¿Qué repercusión tuvo ese Congreso?
«Fue un acontecimiento de una enorme importancia. No ha habido otro evento de esa índole en cuanto a la solidaridad internacional. Quizá se puede pensar que de Francia viene André Malraux y los demás son de menor categoría; lo mismo con Inglaterra, donde sólo Stephen Spencer era más conocido. Pero, lo importante del Congreso tiene que ver con los latinoamericanos. Entre los invitados por Pablo Neruda están cinco de sus grandes poetas del siglo: Neruda, Huidobro, Nicolás Guillén, Octavio Paz y César Vallejo. Los mejores poetas de la época. Los nacionalistas sabían dónde estaban y organizaban los bombardeos acorde a eso, de ahí que se tuvieran que desplazar de Barcelona a Valencia, de ahí a Madrid y luego París».

¿Cómo fue la relación entre estos escritores durante el Congreso?
«Una de las quejas de los congresistas es que tenían que estar siempre todos juntos e ir juntos a todas partes. Había muy poco contacto con el pueblo. Por eso, lo que sucedió en Minglanilla tuvo mucha importancia para bastantes de ellos. Eso fue que en el viaje a Madrid, tuvieron que parar en Minglanilla inesperadamente. Allí, decenas de congresistas tenían que comer, no había nada preparado y fue allí donde hablaron con los ancianos, con las mujeres, con los niños. Ese fue el único contacto no planificado con el pueblo. El anciano le habla de su hijo muerto, o la anciana que les regala unos chorizos y les pedía que no volvieran los ‘pájaros negros’ (aviación)».

El libro apunta al testimonio como el género que predomina en esos años. ¿Eso va en detrimento de la calidad?
«Para mí, la novela de Malraux ‘La esperanza’ es magnífica, o la novela de Regler. Y la poesía de César Vallejo sobre la guerra, y algunos poemas de Neruda, de Spender… me parecen de primera categoría. Pero, desde luego, hay mucha literatura de circunstancia. Ahora bien, la Guerra Civil es el acontecimiento bisagra del siglo XX desde muchas perspectivas; eso se refleja en la literatura».

Cuando acaba la guerra, un grupo de intelectuales se siente desilusionado con el comunismo; otros, conservan hasta el final el valor del compromiso.
«Es curioso cómo uno de los grandes escritores comunistas de la segunda mitad del siglo XX, Pablo Neruda, adquirió su compromiso en la Guerra Civil. Y, en el lado contrario, el gran escritor consagrado del bloque capitalista, George Orwell, tiene en esta guerra el germen de su postura. Orwell dice que ‘Rebelión en la granja’ y ‘1984’ surgen de su experiencia del estalinismo en España. El vino aquí como antiimperialista y antifascista; salió de España como antiimperialista y anticomunista. Luego, el Reino Unido y Estados Unidos supieron manipular sus textos para convertirle simplemente en un escritor anticomunista, convirtiendo sus textos anticomunistas en parte del programa básico educativo. Pero nunca llegó a ser un defensor del capitalismo.

Y, por otro lado, Neruda. Su experiencia de la República fue una experiencia de felicidad, amistad, justicia. En la guerra matan a su mejor amigo. Ese hecho le marca para siempre; incluso, cuando se aleja del estalinismo, él nunca renuncia al comunismo».

¿Sigues trabajando en algún tema relacionado con la Guerra Civil y la literatura?
«Ahora no, pero me gustaría investigar y rescatar textos desconocidos de escritores latinoamericanos y la guerra».

Como profesor, ¿qué peso tiene la literatura de la Guerra Civil en la universidad?
«Eso depende de cada profesor. Para nosotros, como hispanoamericanistas, no se puede ignorar la Guerra Civil. Neruda, Vallejo, Carpentier, Guillén, Octavio Paz son de los grandes. Es imposible no hablar de ellos».