¿Qué lectura hace de las elecciones palestinas?
«Estas elecciones son importantes porque los palestinos han participado con entusiasmo e ilusión, como una autoafirmación: es nuestra libertad, podemos elegir. Es un gesto de independencia limitada. Y de ahí no pasa. ¿Por qué? Porque el problema no está en el liderazgo o dirigentes palestinos, sino en la decisión israelí y el papel de Estados Unidos. ¿Hasta dónde está EE UU dispuesta a presionar a su socio, Israel, para que entable negociaciones con Abu Mazen? Este es el problema».
¿Quién es Mahmud Abbas en su opinión?
«Es un líder carismático por haber sido el enlace entre Yasir Arafat y otros grupos que no tenían una relación muy fluida con éste último, como es el Frente Democrático Palestino. Y tiene el visto bueno de los israelíes y los norteamericanos. Ya veremos hasta dónde llegará esta aceptación, porque la política seguida por Ariel Sharon no dará marcha atrás en culpabilizar a los palestinos de todas las dificultades en los procesos de negociación, en los temas de seguridad. Siempre dice que lo primero es que los palestinos dejen la violencia hacia los israelíes y eso no es ni lógico ni justo, dado que el problema real reside en la ocupación. Si no hubiera ocupación, los palestinos radicales no tendrán razón de ser. No olvidemos la ocupación sigue, el muro sigue, los refugiados -casi 4 millones, viviendo sobre todo en Líbano y Jordania- siguen fuera de Palestina… Así es difícil pedir a los palestinos que sean como corderos. El objetivo de Sharon es liquidar la causa palestina y que sólo queden los palestinos sumisos a su política: un miniestado sin soberanía, sin ejército ni policía en condiciones, sin posibilidades de relaciones internacionales para su desarrollo».
¿Está muerta la llamada ‘Hoja de Ruta’?
«En realidad, todos los procesos de paz nacen muertos porque nunca ha habido un plan de negociación serio, porque Israel toma estos procesos para dar una imagen de aceptar esa negociación, pero sólo es un gesto político. Nunca han querido entablar unas negociaciones de igual a igual; al contrario, los palestinos han sido tratados como un grupo de personas de segundo grado al que se le da unas migajas para que se callen. Porque el plan de Israel está relacionado con el origen de su propio Estado y la política de Estados Unidos en la zona».
¿A qué se refiere?
«Quiero decir que el problema no es Mahmud Abbas; tampoco lo era Yasir Arafat. Eso es secundario. Las coordinadas son otras. Se autoengañan los palestinos que piensan que habrá un Estado, habrá paz. Sharon o Simon Peres no tienen ninguna intención de dar ese paso. Tampoco hay diferencia entre Bush o el candidato demócrata en las anteriores elecciones, Kerry».
Según el Tratado Constitucional europeo, habrá un ministro de Asuntos Exteriores de la UE. ¿Favorecerá tal figura la política de la UE hacia los palestinos?
«Veamos. Una cosa es que exista un ministro y otra distinta es la consciencia de la comunidad europea hacia la gravedad del conflicto palestino-israelí. El fallo hasta ahora de la UE, que es una gran potencia política y económica, ha sido de seguidismo de los Estados Unidos hacia los palestinos. Tampoco es consciente de la importancia de la zona para la UE dada su proximidad geográfica, por los intereses económicos y estratégicos en la cuenca del Mediterráneo y Oriente Medio. Espero que la UE se dé cuenta de eso, porque puede hacer mucho. El primer socio económico de Israel es la Unión Europa, con la que mantiene una relación comercial preferencial. Por ahí puede presionar a Israel, porque no es justo exigir cada día más a las víctimas y al que tiene la sartén por el mango le doramos la píldora para que no les acusen de antisemitismo».
¿Qué es, en realidad, el antisemitismo?
«Es una discriminación racial, pero no hacia los judíos solamente. Los árabes son semitas también. Pero los judíos lo utilizan para sí mismos como algo propio».
¿Se solucionará la problemática en Oriente Medio cuando se acabe el conflicto palestino-israelí?
«No lo es todo, pero este conflicto es una pieza clave. Se le quitaría un argumento al mundo radical de los musulmanes, árabes, en su rechazo categórico al mundo occidental, a los Estados Unidos. Yo no quiero eso, sino que exista una relación de convivencia en lo político, económico, en lo social. Pero, si no se soluciona el tema Palestino, el mundo árabe no avanzará en sus cuestiones sociales. En el mundo árabe tenemos las peores tasas de analfabetismo, los peores índices de pobreza, los problemas económicos y políticos más graves en sus dictaduras. Todo esto necesita una solución. En el proyecto de democratización de Oriente Medio, los árabes están de acuerdo: eliminar las dictaduras, mejorar la situación de la mujer, libertad al ciudadano, elección de sus representantes. Eso sí lo quieren los árabes, pero no están de acuerdo con la forma planteada por Estados Unidos. A éstos no le preocupa la situación del ciudadano árabe, en absoluto; a ellos, con su proyecto del Gran Oriente Medio, les interesa seguir manteniendo relaciones con los países árabes que son sus amigos y atraerse a los rebeldes. Cuando estén bajo su ala, ya no dirán nada sobre democracia o libertades, sino que primarán los intereses económicos, que ese Gran Oriente Medio se convierta en un mercado de consumo para los productos estadounidenses».
¿Y la posición de los países árabes? ¿No sería imprescindible una posición más firme y unitaria?
«Más bien, coger a sus gobernantes y echarles. Tiene que haber otro tipo de gobiernos. ¿Qué puede salir de Gadafi, un hombre tribal, retrógrada? Aunque le reciban en Bruselas, seguirá siendo el mismo, con sus cárceles llenas de presos políticos. El cambio debe ser radial en el mundo árabe. Cuando los ciudadanos puedan elegir libremente a sus representantes, podrá haber una postura más firme. Es más, hasta ahora todos los regímenes árabes han utilizado la causa palestina para sus propios intereses. Desde el recorte de libertades en sus países porque estamos en guerra con los Estados Unidos hasta recortes económicos y el pago de tasas para la ayuda a los palestinos, cuyo dinero no se sabe dónde va. Ellos, mientras tanto, se han burlado de los palestinos a escondidas. La corrupción está en los gobiernos árabes y así es muy difícil que cambien otras estructuras».
¿Se está utilizando el islam como una herramienta que alimenta este conflicto?
«Sí, y no sólo eso, sino como una herramienta en contra de los valores occidentales por un sector minoritario de los musulmanes. Mucho cuidado. Hay 1,300 millones de musulmanes en el mundo, casi una cuarta parte de la humanidad. ¿Cuánto suman estos grupos radicales musulmanes? Son muy pocos y rechazan cualquier proceso de democratización en los países árabes. Creen que la sociedad islámica debe ser cerrada según el modelo medieval, con un califa a la cabeza, lapidando el adulterio, cortar las manos a los ladrones, etc. La inmensa mayoría de los musulmanes es gente normal, donde la religión no es un arma en contra del otro. El islam es una religión más; hay quien la vive, como el cristianismo, de manera más literal; otros son más abiertos».