En Davos, el protagonismo tuvo el rostro del presidente de Francia, Jacques Chirac, quien propuso la creación de impuestos especiales que se aplicarían a los países con secreto bancario, al transporte aéreo y marítimo, a los billetes de avión y a las transacciones financieras. Lo recaudado serviría para ayudar a los países en desarrollo o en la pobreza absoluta. Ni Alemania ni Inglaterra, entre otros, respaldaron tal propuesta, pero de sus gobiernos nació la idea de crear una Comisión Africana y un instrumento financiero internacional que evitase la corrupción.

Sólo palabras. Días después, el 4 y 5 de febrero, Londres acogía la reunión del G-7 -los países más ricos del mundo, es decir, Canadá, Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania, Italia y Japón- con una agenda de discusión basada en la estabilidad de los tipos de cambio, la debilidad del dólar, la financiación del desarrollo y la deuda externa, entre otros menesteres. A la conclusión, buenas intenciones y aplazamiento en la toma de decisiones hasta la próxima cumbre del G-8 a principios de julio en en Gleneagles (Escocia), en la que, según palabras del presidente de turno, Tony Blair, se tratará el compromiso de «alivio de la deuda externa de los países pobres».

En tanto que objetivo, se está de acuerdo, aunque sólo sea por quedar bien ante la prensa. Lo que ya no se puede disimular es el método. Desde el Ministerio de Economía británico, su titular -el ser anfitrión obligaba a mover ficha- puso en la mesa dos vías: una, cancelación del cien por cien de la deuda multilateral de hasta una veintena de países y la creación de un organismo denominado Facilidad Financiera Internacional (IFF por sus siglas en inglés) con un fondo de 100.000 millones de dólares obtenido por la venta de bonos en los mercados mundiales y que se tendría como fin la financiación al desarrollo de los países más empobrecidos.

En cuanto a la primera, se buscaba un aplazamiento en diez años y no la condonación real; y sobre la segunda, ese ‘Plan Marshall’ para Africa, tuvo el rechazo de Estados Unidos y el poco entusiasmo de los demás.

Ante la parquedad y vaguedad de los compromisos, todo quedó en el aire para ser definido en las reuniones de abril del FMI (Fondo Monetario Internacional) y el BM (Banco Mundial). Sus informes serán piezas clave en el encuentro del G-8 en Escocia. No hay que obviar que los países más pobre de Africa deben a los organismos como el FMI, al BM y al Banco Africano para el Desarrollo alrededor de 70.000 millones de dólares, fondos que se necesitan desesperadamente para el desarrollo, la educación, erradicar la pobreza y luchar contra el SIDA y otras enfermedades, según la Federación de Comités de Solidaridad con Africa Negra.

Nelson Mandela, declaró en Londres -un día antes de comenzar la convocatoria del G-7 en la misma ciudad- que «como la esclavitud y el apartheid, la pobreza no es natural. Es obra del hombre y puede ser superada y erradicada por la acción de los seres humanos. Superar la pobreza no es un gesto de caridad; es un acto de justicia. Es la protección de un derecho fundamental del ser humano, el derecho a la dignidad y a una vida decente. Mientras haya pobreza no habrá verdadera libertad».

Monocultivos para Occidente

Los mercados mundiales de alimentos están sesgados en contra de los países más pobres del mundo, que se han visto obligados a depender de un pequeño número de productos básicos, cuyo valor ha caído en los últimos años (un 2%), explicaba un despacho de la agencia Reuters a mediados de febrero citando un informe de la FAO, la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación.

Tal estudio se denomina El estado de los mercados de productos agrícolas básicos. A propósito de esa caída de precios, argumenta que aunque los precios más bajos significan menores gastos en alimentos para los países pobres que son importadores netos, eso no compensa la pérdida de ingresos y el desempleo generado por esa bajada entre los millones de pobres que viven en la áreas rurales. Indica, también, los efectos perjudiciales para estas áreas de los subsidios (230 mil millones de dólares al año) y aranceles implantados por los países desarrollados para sus zonas agrícolas.

Hay, siguiendo tal informe, 43 países en vías de desarrollo en Africa, América Latina y el Caribe dependiendo de un solo producto agrícola para obtener, al menos, el 20% de sus ganancias por exportaciones. Burundi, por ejemplo, deviene el 70% de sus ingresos por tal concepto del café, un producto cuyo precio cayó el 70% entre 1997 y 2001.

Gerardo González, redactor jefe de Mundo Negro, escribe que «el continente africano produce recursos que no tienen nada que ver con las necesidades de su población, ni con su bienestar. En general, se cultivan productos con destino a la exportación, como el café, cocotero, hevea, algodón, plátanos, azúcar, etc. y no para satisfacer las necesidades del país. Esta producción depende de las necesidades de los países desarrollados y su rendimiento económico de las condiciones del mercado internacional, controlado por los países del norte» (revista Exodo, nº76).

La FAO advierte de que los agricultores en pequeña escala requieren información y capacitación que les permita diversificar y satisfacer las fuertes demandas de los supermercados, que tienen un impacto cada vez mayor en la manera de producir alimentos.

Oro negro abundante

La Agencia Internacional de la Energía (AIE) ha pronosticado que en los próximos 25 años Estados Unidos estará obligada a importar el 75% del petróleo que consume, porcentaje elevado al 95 cuando nos referimos a la Unión Europea y a la espera de cómo evolucionen las economías de India y China, país éste último que absorbió el 63% del crecimiento mundial en el consumo energético.

Las necesidades estimadas para 2020 son de 115 millones de barriles diarios. La producción actual de Africa ronda los ocho millones de barriles, equivalente al 11% de la producción mundial. Y algo fundamental para las inversiones futuras: el éxito en las prospecciones de nuevos yacimientos petrolíferos es del 50% en las aguas africanas, cuando la media es del 10%.

Multinacionales del sector, tales como TotalFinaElf, Exxon, Chevron, BP , Agip, Texaco y Shell ya han puesto parte de sus inversiones sobre territorio africano. «Africa tiene un reto ante sí: la explotación sostenible de sus hidrocarburos y su utilización para el desarrollo. Sin embargo, las multinacionales y los gobiernos corruptos no están por la labor», escribe Juan Carlos Galindo, de AIS, en el periódico digital Rebelión en un detallado artículo titulado «Petróleo en Africa: esperanzas, ambiciones y realidades geopolíticas».

Nigeria, por ejemplo, es el primer productor del continente con dos millones de barriles diarios. Sin embargo, explica J. Carlos Galindo, es uno de los países más endeudados: dos tercios de su población vive con menos de un dólar al día. El petróleo proporciona al Estado nigeriano el 80% de sus ingresos y supone el 90% de sus exportaciones. Todas las empresas petrolíferas que operan en el delta del Níger tienen consorcios con el Gobierno de Nigeria a través de la compañía estatal del petróleo, Nigerian National Petroleum Company.

«La extracción de crudo en esta zona se remonta a los años 50, antes de la independencia del país. Desde entonces, ha generado unos beneficios de más de 400 mil millones de dólares. Las ganancias han ido a parar a una serie de gobiernos corruptos y a las grandes compañías petroleras. Al pueblo sólo le han dejado la basura: las fugas de gases altamente tóxicos, los vertidos de petróleo que contaminan las tierras y ríos, la polución; en definitiva, un ecosistema altamente deteriorado», aclara el periodista Gerardo González.

Algo similar ocurre en Camerún, donde la esperanza de vida no llega a los 45 años, o en Congo Brazaville, cuarto productor de africano, con un 70% de la población condenada a la miseria.

En España, las noticias que más nos llegan tienen su origen en Guinea Ecuatorial, un país con menos de un millón de habitantes y una producción cercana a los 360.000 barriles diarios. Allí, el 95% de la población, estima el FMI, vive con menos de un dólar al día, cuando, contradictoriamente, Guinea tiene la economía que más crece del mundo y en pocos años será el país con mayor producción per cápita, por encima de Kuwait. «En este país las rentas del oro negro van a parar a las cuentas corrientes de Teodoro Obiang Nguema -presidente del país- y su entorno familiar», recalca G. González, a lo que apostilla J. Carlos Galindo «y las empresas estadounidenses y españolas que consiguen su petróleo a precio de saldo».

Africa en porcentajes

Algunos datos sorprendentes:

– El continente africano produce el 1% de la riqueza mundial.
– Participa en el 2% de los intercambios mundiales. Es la región más endeudada del mundo.
– Más del 50% de su PIB se va cada año al pago de la deuda externa.
– El 46% de los africanos dispone de menos de un dólar al día para vivir.
– 25,3 millones de africanos son seropositivos (en torno al 80% del total mundial).
– Hay más de seis millones de africanos refugiados o desplazados.
– 46 millones de niños están sin escolarizar. El 40% de la población adulta masculina y el 66% de la femenina son analfabetas.
– El 75% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza.
– El 80% no tiene acceso a la energía eléctrica.
– El 75% no dispone de estructuras higiénicas adecuadas.

Por el contrario, produce:
– el 12 % de bauxita
– el 53% de cromo
– el 42% del cobalto
– 54% de los diamantes en bruto
– el 54% del oro
– el 37% del manganeso
– el 11% del petróleo
– el 18% del uranio

(Cifras publicadas en la revista Exodo, nº76, diciembre 2004)