Para empezar, conviene recordar, brevemente, las razones que esgrimimos desde el EPK para posicionarnos en contra de la entrada de Ezker Batua al Gobierno Vasco para ser contrastadas con la realidad actual. Decíamos entonces que se vulneraban dos compromisos expresados públicamente y que eran señas de identidad de EB.

El primero de ellos hacia referencia a nuestro papel de puente y en consecuencia a la apuesta por la constitución de un Gobierno de base amplia e integrador formado por nacionalistas y no nacionalistas. Hemos visto a lo largo de la legislatura una evolución galopante y preocupante de Ezker Batua hacia posiciones del nacionalismo vasco, hasta tal punto que hoy la imagen que trasladamos a la sociedad nos sitúa claramente en uno de los bloques políticos enfrentados en torno a las identidades nacionales. El máximo exponente de este escoramiento ha sido el apoyo dado al Plan Ibarretxe a lo largo de estos dos últimos años, que bajo la cobertura de «dar trámite al debate» ha puesto de manifiesto la supeditación de EB a las tesis del nacionalismo. El Plan Ibarretxe se enfrenta radicalmente a nuestro modelo de Estado federal y solidario reforzando al nacionalismo más conservador, excluyente y negador de la pluralidad y el mestizaje existente en el seno de la sociedad vasca.

Lo que en un principio se justificó por parte de la mayoría de Ezker Batua como una apuesta táctica supeditada a un acuerdo programático de gobierno puntual, y como respuesta a la gran confrontación política e institucional existente en aquel momento, ha devenido en la voluntad de hacer del Gobierno Tripartito una apuesta estratégica (anunciada sin ningún complejo en la presente precampaña electoral), en una constante asimilación del discurso político del PNV y en la desaparición de la problemática social de nuestro discurso político.

Política social y fiscal

El segundo compromiso vulnerado al entrar a formar parte del Tripartito fue la apuesta por un Gobierno que afrontara con decisión la justicia social, ya que del contenido programático del Pacto suscrito con el PNV y EA no se desprendía, a nuestro entender, giro social alguno. El desarrollo de la legislatura ha permitido constatar que el Gobierno Vasco ha sido un gobierno que ha aplicado políticas de corte neoliberal con el apoyo de nuestra organización en unos casos y el silencio cómplice en otros. Así y por mencionar algunos ejemplos, hemos asistido a la aprobación de políticas privatizadoras en el sector del gas, las telecomunicaciones y la enseñanza. Políticas regresivas en materia fiscal orientadas a dar un tratamiento favorable a las rentas altas, siendo altamente permisivas con el fraude fiscal. Políticas sociales que han venido reduciendo el porcentaje de gastos en relación al PIB acompañadas de la aprobación de Presupuestos generales con déficit cero. Políticas laborales que han despreciado el diálogo social, inexistente en Euskadi, y que no han sido capaces de paliar la alta temporalidad y siniestralidad.

En cuanto al área que hemos gestionado desde Ezker Batua, el balance es positivo en algunos casos y manifiestamente mejorable en otros. Así hemos puesto en práctica programas progresistas que han mejorado situaciones anteriores, entre las que cabe destacar el aumento de la cuota de vivienda protegida, la construcción de vivienda social en alquiler, la transparencia en las adjudicaciones de vivienda, la ley de parejas de hecho, el aumento de fondos para políticas de cooperación, elevación del Ingreso Mínimo de Inserción, las ayudas a las víctimas del Franquismo, etc.

En los aspectos negativos hay que señalar la incapacidad de asegurar la aprobación de la Ley del Suelo, proyecto estrella del Departamento de Vivienda, la orientación asistencial de las políticas de inmigración y cooperación, la mala gestión de las ayudas a las víctimas del Franquismo que nos ha reportado no pocos problemas y que ha puesto de manifiesto la prioridad que se ha dado a la foto y a la imagen, la falta de ética a la hora de utilizar el poder de forma clientelar en temas organizativos y de contratación de personal.

Nuestra presencia en el Gobierno Vasco ha tenido hipotecas importantes también en el terreno social para una fuerza que se reivindica de la transformación. Hemos renunciado a dinamizar e impulsar el trabajo en el entramado social, centrando toda nuestra actividad en el terreno institucional, buscando la imagen a través de los medios de comunicación, abandonando nuestras tareas en el seno de los movimientos sociales y en nuestras Asambleas de base que languidecen con el paso del tiempo.

Se presenta la gestión en el seno del Gobierno Vasco como el elemento diferenciador con respecto a otras fuerzas de la izquierda en Euskadi y nueva seña de identidad de Ezker Batua, situándola como un elemento de la centralidad política y haciendo de ella la actividad principal, tanto del pasado como en el momento de fijar las tareas futuras. Echamos en falta un análisis real y crítico de nuestra experiencia de gobierno no exenta de dificultades y contradicciones que emanan de la diferente naturaleza de Ezker Batua y del Partido Nacionalista Vasco.

La derecha, beneficiada

Ezker Batua ha renunciado, también, a trasladar a la ciudadanía un discurso con fuerte contenido social, ya que ello sería tanto como poner en entredicho su propio pacto de gobierno. Con ello hemos contribuido a la debilidad de la dialéctica izquierda-derecha en el seno de la sociedad vasca que ha sido paulatinamente sustituida por el monotema de la construcción nacional, beneficiando en gran medida al Partido Nacionalista Vasco que ha sido capaz de erigirse como único referente de esa construcción. Construcción nacional que se presenta por parte del nacionalismo como idílica e interclasista, pero que, en la práctica, se realiza bajo los intereses de la burguesía vasca. No hay más que analizar el desarrollo de los 25 años de Estatuto de Gernika para constatar que las cotas de autogobierno alcanzadas en Euskadi han beneficiado en mayor medida a las fuerzas del capital en detrimento de las fuerzas del trabajo.

Incluso hemos visto cómo la derecha vasca nos ha arrebatabo, últimamente, el término «derecho de autodeterminación», para desnaturalizarlo, darle un contenido etnicista y llevarlo al terreno de enfrentar artificialmente «lo vasco» con «lo español». Ezker Batua ha dejado que la burguesía vasca lidere y hegemonice, desde sus postulados, este debate, situándose como un apéndice en algunos casos y como alumno aventajado en otros, lanzando un discurso más excluyente, si cabe.

La presencia en el Gobierno Vasco también ha tenido una influencia decisiva en el interno de la organización, profundizando y agudizando la crisis por un lado y limitando la democracia interna por otro para diseñar un modelo político y organizativo acorde con la nueva centralidad: la gestión institucional.

Democracia interna

La VI Asamblea de Ezker Batua representó un paso más en el recorte de la democracia interna que tenía como objetivo asegurar direcciones fieles y grupos parlamentarios homogéneos que no pusieran en peligro el objetivo estratégico de seguir gobernando. Se aumentó el número de natos para asegurarse mayorías holgadas, se segregó la elección de todas las cabeceras de candidaturas de todas las elecciones en contra del criterio proporcional, se sustrajo a las Asambleas de base el control de su propia afiliación y se centralizaron competencias en el Consejo Político de Euskadi antes residenciadas en órganos de base e intermedios. Se margina a la pluralidad de la organización en la asunción de responsabilidades y se consolida un modelo organizativo de gobierno-oposición. La actual mayoría liderada por Javier Madrazo como Coordinador General se ha asegurado que el futuro grupo parlamentario sea homogéneo, marginando al 40% de la organización, aún si llegáramos a alcanzar el doble de escaños en el Parlamento Vasco.

Se afianza una organización que basa su actividad casi exclusivamente en el terreno institucional, cerca del poder establecido, sacrificando en muchas ocasiones aspectos fundamentales de nuestro programa, que persigue difundir nuestras ideas a través de los medios de comunicación en detrimento del reforzamiento de las estructuras de base. Este modelo institucionalizado genera y asienta su actividad principal en los compañeros y compañeras liberados, genera clientelismo político para engrosar artificialmente censos, genera técnicos que acaban tomando las decisiones políticas en sustitución de los órganos de dirección, genera falta de transparencia, direcciones que desprecian la pluralidad emanada de sus Asambleas en el reparto de responsabilidades y en las demás tareas. Y un largo etcétera que, en definitiva, va construyendo un Proyecto cupular, de políticos profesionales y alejado de la labor de transformación social.

Desde el Partido Comunista de Euskadi hemos manifestado en multitud de ocasiones la preocupación por la trayectoria de Ezker Batua, cada día más alejada de sus presupuestos políticos y de los principios básicos de convivencia interna, como son el consenso, la transparencia y el respeto a la pluralidad. Hemos hecho esfuerzos por normalizar las diferencias y destacar los puntos de encuentro. Sin embargo, la trayectoria y experiencia nos señalan que pugnan dos modelos diferentes en el seno de Ezker Batua y que será necesario hacerlos complementarios si aspiramos a la supervivencia de nuestro Proyecto estratégico. Esto sólo será posible si las partes renunciamos a imponer nuestro modelo utilizando métodos antidemocráticos, para hacer un uso abusivo del debate de ideas sin condicionamientos, de la transparencia, de la lealtad, de la participación y el acuerdo. Valores que estamos obligados a poner en práctica porque en si mismos llevan el germen de la nueva sociedad que aspiramos a construir.