Como profesor de universidad en la rama de historia, nos consta que diriges tesis a los nuevos historiadores. ¿Qué interés despierta en estos jóvenes la II República, el franquismo y la transición tras la muerte del dictador?
«Según mi experiencia y la de otros colegas, y creo que es algo que sucede en la mayor parte de las universidades, es el Franquismo el período que mayor interés está suscitando en los últimos años».

La Universidad Complutense de Madrid ha creado, recientemente, la cátedra de Memoria Histórica. ¿Qué opinión te merece este campo de investigación?
«Soy un poco reticente con el concepto de «Memoria Histórica», susceptible de provocar equívocos. La Historia es o pretende ser construcción rigurosa; la Memoria colectiva, aunque puede aprovecharse de las investigaciones históricas, es sobre todo selección parcial, condicionada por valores, forjadora de identidades, lo cual, desde luego, no le quita un ápice de legitimidad, si bien se mueve según parámetros diferentes. Dicho esto, el campo de la investigación de la memoria colectiva (o de «memorias» colectivas que se confrontan unas con otras) me parece de un enorme interés, más allá de las modas y de ciertos sesgos interpretativos postmodernos o funcionalistas; creo que contribuye a enriquecer los análisis sobre las ideologías, la constitución de los sujetos colectivos y las relaciones de dominación. La iniciativa de la Universidad Complutense, que no sé si ha sido o será pronto secundada en otros lugares, la considero acertada; si además se tiene en cuenta la solvencia profesional de su responsable, Julio Aróstegui, pienso que su funcionamiento puede rendir frutos muy apreciables».

El Gobierno del PSOE ha puesto a trabajar la Comisión Interministerial de Memoria Histórica. ¿Sobre qué contenidos, según tu experiencia como profesor, debería centrarse y qué mínimos resultados debería lograr?
«Tendría que recabar información sobre la pervivencia en ámbitos públicos de símbolos, monumentos o vestigios propagandísticos del Franquismo. Asimismo, en contacto con las asociaciones y foros ciudadanos existentes, debería estudiar las reivindicaciones aún pendientes de reparación de las víctimas. Luego, en un segundo momento, proponer medidas para erradicar estos vestigios infamantes y resarcir moral o materialmente los casos pendientes de los afectados por la represión y sus familias. Las «reliquias» de ese pasado ominoso deben estar en museos, archivos o lugares donde puedan ser conocidos y estudiados, pero no exhibiéndose obscenamente en las calles».

Cuando oyes en las noticias que el PP ha dicho que no es bueno sacar a relucir «las heridas del pasado», ¿qué te viene a la cabeza, como historiador?
«La actitud del PP es coherente con el profundo enraizamiento de la base social de la actual derecha en el Franquismo, y con las ambigüedades ideológicas y políticas del «aznarismo». Lo de las «heridas abiertas» me parece un sarcasmo, pues las de los derrotados nunca se cerraron como es debido. Me recuerdan a aquel Pinochet de los años 90 que, después de las atrocidades cometidas, decía que «es mejor quedarse callado y olvidar». Recordar no es revanchismo, sino reparación moral y, además, obligación política. La «lucha por la memoria» de las clases populares es una necesidad política, y la izquierda así debe comprenderlo»

El I Congreso sobre la Historia del PCE, de cuyo comités organizador y científico formaste parte, debatió el recorrido del PCE desde su origen hasta su legalización en 1977. ¿Va a ser de interés y viable un segundo congreso que continúe la trayectoria después de ese año y hasta hoy?
«Está clara la necesidad de profundizar en muchos aspectos y etapas de la historia de los comunistas y de abordar temas no investigados suficientemente. No veo urgente, en cambio, desarrollar específicamente, en un congreso particular, la etapa posterior a 1977. Sí me parece útil, en cambio, convocar un segundo congreso, para mantener y reforzar los lazos establecidos en el anterior, con un tema menos general que el primero, y además realizar jornadas o encuentros monográficos como el es de este mes de mayo».

Ahora, dentro de unos días, se celebran en Madrid unas jornadas bajo el lema ‘Políticas de Alianza y Estrategias Unitarias en la Historia del PCE’. A modo de síntesis, ¿cuál ha sido el papel del PCE en las alianzas de la izquierda política en este país desde el Frente Popular?
«El PCE es sin duda la fuerza de la izquierda española con mayor tradición histórica en lo que atañe a propuestas unitarias. Y si bien algunas prácticas sectarias o contradicciones de las mismas propuestas realizadas pueden haber contribuido a su rechazo, creo que la responsabilidad fundamental de que generalmente no hayan prosperado o no lo hayan hecho suficientemente se debe sobre todo a otras fuerzas, especialmente los socialistas, siempre reticentes u hostiles a las alianzas con los comunistas. Pero las políticas unitarias, pese a todo, rindieron otros frutos, en forma de superaciones de sectarismos y aislamientos, facilitando la apertura del partido a sectores muy diversos de la sociedad española y un mayor realismo en su comprensión de los problemas del país».

¿Qué debería incorporar Izquierda Unida para, con un análisis histórico, articular una opción de izquierdas en todo el Estado, y no como sucede ahora que no cuenta con representación en algunos parlamentos autonómicos?
«Creo que, en primer lugar, IU debería concebirse como un ámbito o de convergencia política y social, y no como un partido más. En segundo lugar, tendría que organizarse de manera federal y no tender a una confederalidad disgregadora, manteniendo la voluntad de implantarse como fuerza autónoma en todo el territorio español. Además, debería renunciar a cualquier posición de subalternidad con respecto a la «izquierda» estatal (PSOE) y abandonar cierta tendencia, muy negativa a mi juicio, a dejarse arrastrar por nacionalismos etnicistas o culturalistas. Por último, tendría que mantener una voluntad clara de alternativa al sistema, sin por ello caer en maximalismos o repliegues dogmáticos».

El movimiento antiglobalización y su encarnación en los Foros Sociales Mundial y Europeo es, históricamente, un fenómeno muy nuevo. ¿Crees que tiene proyección como alternativa al sistema capitalista tras el derrumbe del bloque socialista del este europeo?
«Creo que tiene un enorme potencial, como foco y condensación de grupos y propuestas alternativas, si bien se trata, obviamente, de un conjunto diverso y heterogéneo, lo cual es su mayor atractivo, pero también su máxima debilidad. En todo caso no creo que ningún movimiento «per se» pueda ser una «alternativa» al sistema. La instancia de «lo político», el problema del poder, siguen siendo fundamentales, y por tanto el papel de los partidos. El fracaso del «socialismo real» nos debe llevar a replantearnos muchas cosas, también en el terreno de la organización, pero sobre todo a reflexionar sobre las bases de un nuevo proyecto socialista para el futuro. Dentro de ese debate, la tradición marxista y comunista tienen todavía mucho que decir».