Pudiera ser una corte de faraón donde se decreta desde lo alto de la pirámide, sin encomendarse a consideración alguna que no sea el ejercicio escasamente democrático del poder. Pudiera ser que donde un día hubo la buena intención de entrar en política para intervenir en la cosa pública, el tiempo y los intereses, que todo lo corrompen, hayan hecho emerger la peor parte que todos llevamos dentro, el lado oscuro de la fuerza, el cegamiento, el encenagamiento y el enroque en torno a posiciones cada vez más alejadas del interés general, del servicio a lo público.
Pudiera ser que la ignorancia y la incultura sean la causa profunda de este desconocimiento y desprecio hacia el necesario papel regulador de las normativas y de las garantías formales en cualquier procedimiento o proceso tendente a la toma de decisiones. Pudiera ser que esta incomodidad que sienten los que mandan cada vez que se les recuerda la legalidad que tienen que respetar profundamente y que parece sobrarles por lo mucho que la bordean, tenga que ver con un deseo irrefrenable de considerar como obstáculo todo lo que, como debe ser, supervise sus actos. Pudiera ser que no distingan entre lo de todos y lo de ellos.
Pudiera ser que muchos sean poco inteligentes y algunos demasiado listos. Pudiera ser que, con independencia del lugar que se ocupa en el organigrama, los intereses que están en el origen de este ejercicio de poder se apoyen en determinados elementos de poder fáctico que se imponen a los que ocupan los puestos donde se sitúan las responsabilidades oficiales.
Pudiera ser que esto explique por qué unos hablan pero no hacen y otros hacen al margen de lo que se habla.
Pudiera ser que el talante autoritario sea la manifestación visceral de cobertura para un proyecto de aprovechamiento individual y privado de las expectativas colectivas y de los recursos públicos. Pudiera ser que si piensan que les sobran los interlocutores mínimos obligados para mantener la apariencia democrática, si les gusta la vía del decretazo, del estado de excepción, es porque sus intereses reales no son publicables ni defendibles ni respetables.
Pudiera ser que vendan tu vida a terceros intereses mientras lees titulares de prensa que hablan del interés general.
Pudiera ser que estuviéramos hablando de un ayuntamiento, de un gobierno regional o de los poderes que toman decisiones que nos afectan en nuestra vida diaria . Pero más parece la descripción del Patio de Monipodio en un mundo terriblemente injusto y desigual.
Y nosotros decimos que queremos cambiar ese mundo, pero lo decimos machaconamente, sin demostrar con nuestro ejemplo que la empresa sea posible, probable y atrayente. Más bien prometemos sangre, sudor y lágrimas a quienes ya están acostumbrados al consumo fácil de las grandes superficies, a disfrutar epidérmicamente del derroche y el endeudamiento que terminaremos pagando y traspasando a nuestros hijos. Así no hay manera de reunir a la famélica legión ni de alinearnos con los parias de la tierra. ¡Quita, quita, que yo ya he cambiado mis abarcas por unas zapatillas con chip inteligente!
Habrá que recuperar la voz y la palabra entre tanta maraña mediática y habrá que inventar nuevos canales de transmisión. Habrá que ir al encuentro en vez de convocar. Pudiera ser que tengamos que conformarnos con resistir mientras aseguramos el escalón de apoyo para nuevos entusiastas capaces de llegar más lejos. Parafraseando a Carlos Alvarez, que alguien pueda ver el mar desde mi espalda.