Gonzalo Puente Ojea, después de un largo recorrido vital en el que escribió numerosos libros de interés general sobre temas de política y filosofía, como cierre y síntesis de los aparecidos hasta la fecha, publicará en breve «Sobre Mitos, Dogmas e Ideologías» desde una perspectiva de mayor madurez, como él mismo nos ha confesado. Vivencias y experiencias muy recientes también le han permitido ahondar y establecer determinadas conclusiones sobre la temática que ha abordado a lo largo de su extensa vida intelectual y de agitador cultural. Es importante señalar que estas recurrencias son la ejemplaridad de un intelectual comprometido, aunque esto para los asalariados del poder le suene a música celestial. Este nuevo libro enriquece su pensamiento con nuevos instrumentos intelectuales y desde un anclaje en el materialismo histórico y en la ciencia, al tiempo que desvela una mitología tan cara al liberalismo y al mesianismo de los nuevos profetas de la historia.

M.O.: Ud. siempre ha estado atento al devenir histórico. ¿Cuál es su análisis del mal llamado proceso de paz?
G.P.:
La gran operación lanzada por Zapatero mediante una verbalista campaña de movilización ciudadana dirigida a la solución del conflicto vasco tuvo ya, en, su origen una voluntad de presentarse como liberador frente a la violencia y, simultáneamente, frente a la oposición. Para este proyecto, el Presidente del gobierno inició una campaña de retórica voluntarista que era imposible en sí misma porque contravenía el marco legal vigente, en especial la Ley de Partidos y el Pacto Antiterrorista. Si sus objetivos fuesen sinceros, hubiera tenido que comenzar por modificar este marco legal, llevando al Parlamento un proyecto de ley que permitiese al gobierno iniciar negociaciones con los independentistas vascos, fijando previamente la naturaleza y la amplitud de las concesiones que marcarían los límites de la negociación. Pregonar, como garantía de las leyes vigentes, que ETA y los suyos son una banda de delincuentes comunes, y que el estado no pagaría ni el menor precio político, era, simplemente, engañar a la ciudadanía y jugar el juego, característico del PSOE desde la llamada Transición a la Democracia, de decir una cosa y hacer su contraria. La ciudadanía tiene el irrenunciable derecho a expresar formalmente lo que está dispuesta a conceder, y debe hacerlo con la audiencia y beneplácito de su oponente en el sistema de diarquía partidaria inaugurado por la Constitución y sus prácticas.

M.O.: Durante esta legislatura, determinados temas han polarizado, más allá de la interesada crispación del Partido Popular, el escaso debate político que se ha circunscrito más a la opinión publicada que a la opinión pública. En este contexto, el tema económico ha quedado marginado cuando no silenciado.
G.P.:
El gobierno de Rodríguez Zapatero está realizando una política económica y social que, en sus grandes líneas, continúa la del PP: una fiscalidad regresiva en términos generales en la distribución de la renta que disminuye aún más la aportación fiscal de los ricos; y una política económica que enriquece cada vez más al gran capital financiero. Con ambos procesos se incrementa la apropiación de la plusvalía global extraída de los salarios y de la fiscalidad porcentual indirecta a través del consumo de la población. Estos dos vectores de una política económica quiere disimularse demagógicamente mediante intervenciones puntuales diseñadas con propósitos electoralistas a favor de pequeños colectivos testimoniales. Se trata, en fin, de una política de «chapuzas» que fomenta los comportamientos pedigüeños y oportunistas.

M.O.: Uno de los temas recurrentes en su ya larga trayectoria intelectual es analizar y denunciar las relaciones del Estado español con la Iglesia católica. ¿Antes de abordar esta cuestión que Ud. estudia en el libro citado, qué papel jugó la Iglesia en la destrucción de la Segunda República?
G.P.:
En primer lugar, hay que decir que es falso el estereotipo según el cual la República fue destruida por su incapacidad para gobernar y proteger la seguridad personal de los ciudadanos y el respeto de sus ideas y convicciones. Los postulados ideológicos sobre los que fundó la acción política e institucional para su transformación nacional fueron desde el principio inviables, pues la Iglesia desafió a la República desde su inicio hasta acabar con ella. Todo proyecto de regeneración colectiva pasaba por la acertada solución de la forma de gobierno y de la forma del Estado, y la relación del poder político con el poder religioso. El primer problema quedó resuelto por el triunfo republicano en las elecciones municipales de 1931. El segundo problema tenía más difícil solución, pues era donde radicaba el factor determinante: el plano ideológico. Para ello era necesario iniciar un proceso de verdadera emancipación intelectual y moral de los españoles que transformaría su condición de súbditos en la de ciudadanos libres e iguales. Esto requería crear un nuevo espacio institucional que legitimara democráticamente el lugar que debería ocupar la Iglesia Católica. En este sentido, la fe católica chocaba con el ideario laicista republicano.

Desde el primer día, existió por parte de la extensa minoría católico-monárquica una voluntad de destrucción de la República. Los testimonios históricos no dejan lugar a dudas. Antes de la insurrección militar del 18 de Julio el encono del bloque católico fue radical y una de las fuerzas que después sustentaron la base ideológica del franquismo. La Iglesia no sólo fue cómplice del Golpe de Estado, sino un instrumento más de la reacción fascista.

M.O.: ¿Cuál es su opinión sobre las relaciones del gobierno de Rodríguez Zapatero con la Iglesia?
G.P.:
Es legítimo afirmar que el Presidente del gobierno se ha ganado sobradamente el adjetivo de «embustero.» Realizar promesas irresponsablemente, y sin ánimo de cumplir, como ocurrió en otro asunto vital para la implantación de una verdadera democracia de ciudadanos libres e iguales. Me refiero a la violación abierta y descarada de lo que dispone el artículo 14 de la Constitución que condena toda discriminación por razón de convicciones o credos: La «normalización» de los privilegios y ventajas concedidas a la Iglesia Católica y a sus congregaciones religiosas en el marco del Concordato de 1953 y su actualización por los Acuerdos de 1979: financiación pública de la confesión católica por el Estado y entrega de la enseñanza a los colegios privados, de los que al menos, el noventa por ciento son católicos o asimilados. También, los postulados del laicismo se han se ha adulterado desde el PSOE así como su destrucción práctica.

M.O.: Sin embargo, el Gobierno socialista se ha enfrentado abiertamente, no sólo a la Iglesia, sino también a los sectores conservadores y al Partido Popular en cuestiones como la boda entre gays y lesbianas. ¿Porqué, entonces, ha abandonado su promesa electoral de legalizar la eutanasia?
G.P.:
La Iglesia sólo admite la antropología cristiana, que es su fundamento. Por ello, ha decretado que existe un alma en el acto creador de cada cuerpo y, que el nacimiento y la muerte son hechos divinos. Y, en el camino de en medio, la confirmación a la mayoría de edad y el matrimonio. Su dogmática está construida por la dualidad alma – cuerpo. Y esto ya no está vigente en la ciencia. Resultaría grotesco. Entonces Rodríguez Zapatero puede realizar ciertos cambios que no afectan a la existencia de la Iglesia, tal como el matrimonio entre homosexuales que sólo abre una brecha en la moral consagrada. Pero nada más. La Iglesia sigue teniendo todo para pervivir. Sin embargo, la eutanasia es un tema mayor, porque afecta a algo exclusivo del creador, que es el nacimiento y la muerte. Intervenir en la muerte de un ser humano es un desafuero para la antropología cristiana porque entoces el ser humano dispondría de algo que no es realmente suyo. Además, puede que Zapatero piense que la reivindicación de la eutanasia sólo sea preocupación de una minoría social y sin ningún rédito electoral.

M.O.: Según Ud., estamos ante una debilidad moral y política de Zapatero y una praxis basada en el oportinismo electoral.
G.P.:
Sí. Una convocatoria pública por la legalización de la eutanasia sabe él que no sería mayoritaria. Sus estrategias están diseñadas en términos electorales y de poder. Esta batalla no es la misma que la sostenida por la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo. La Iglesia puede hacer concesiones infinitas, pero no olvidemos que hasta ahora no ha admitido la utilización del preservativo.

M.O.: Pero aquí también nos encontramos con la ausencia de una política de izquierda que ha olvidado algo tan simple como la de formar ciudadanos con conciencia libres.
G.P.:
Si se establece en la educación primaria y secundaria, la religión como pivote, la creación de una conciencia libre no es posible. Para esto, la educación pública sólo es posible en un sistema laicista donde el Estado no interviene en las creencias religiosas, es decir, mientras la religión esté protegida por el poder no puede haber una educación para el ciudadano libre. Aquí se fundamenta la presión de la Iglesia sobre el Estado para seguir controlando la educación.

Esta entrevista fue realizada en el domicilio de G. Puente Ojea. Seríamos injustos si no mencionáramos la atención hospitalaria de Pilar Lasa, su mujer, que también participó en la conversación, y además creó un ambiente donde todo fue cordialidad.