M.O: Ha transcurrido poco más de dos meses desde la celebración del VIII Congreso del PCA y de su elección como Secretario General. ¿Cómo ha empezado su trabajo en la dirección del Partido?
P.A.: No es fácil el empeño, acordado por el VIII Congreso, de reconstruir un partido en crisis con una actividad, como partido, congelada desde hace mucho tiempo. La nueva Dirección se ha encontrado con unos censos de organizaciones locales enormemente inflados, con organizaciones que solamente existían sobre el papel o con unas estructuras adormecidas, mezcladas de manera imprecisa con las de IU, carentes no pocas veces de comités, etc. Pues bien, hemos puesto manos a la obra para cambiar todo eso y para sacar al Partido de las catacumbas. Un Partido Comunistas no puede ser una «comisión de fiestas». En la línea del XVII Congreso del PCE, eso supone sacar el Partido a la calle, adoptar posición política sobre todo lo que afecta a a la ciudadanía y aparecer nítidamente como fuerza política con su propio perfil marxista y de clase.
Para ello tenemos muchas dificultades, pero nos sobra ilusión.
M.O: ¿Qué balance puede hacer en este escaso lapso de tiempo?
P.A.: La verdad es que dos meses son muy poco tiempo. Internamente, hemos constituido los órganos de Dirección: La Permanente, la Comisión de Estatutos. Las Secretarías están conformando sus comisiones de trabajo. Comienzan las primeras reuniones. Nos hemos dirigido a todas las organizaciones locales para abordar temas de censos, cuotas, Mundo Obrero, etc.
Externamente, hemos hecho un gran esfuerzo para conmemorar el abril republicano en clave de futuro con amplias movilizaciones y dotando a la reivindicación por la III República de claros contenidos sociales. Hemos estado presentes en cuantas movilizaciones obreras han tenido lugar (fábrica de Loza de San Claudio, movimiento de solidaridad con los sindicalistas condenados a tres años de cárcel, Cándido y Morala, huelga y encierro de Cajastur, cierre de Teleasturias, etc., etc.). Hemos hecho sentir nuestra presencia por primera vez como partido en el 1º de mayo. Hemos continuado aportando, en la medida de lo posible, nuestras propuestas críticas en el marco de IU de Asturias, generalmente con escaso éxito. Estamos presentes en el movimiento contra la impresentable Ley de Memoria Histórica.
En fin, la voluntad es estar fuera de los despachos, con la gente, donde se mueven las cosas e, internamente, recuperar organicidad, regularizar la organización e integrar todo lo que nos sea posible.
M.O: ¿Qué tareas se propone ahora la dirección del PCA?
P.A.: El Partido se propone asumir su condición de parte irrenunciable del movimiento obrero con sus propias propuestas políticas, recuperar espacio en los sectores intelectuales, en el movimiento universitario y juvenil, tener presencia en los llamados nuevos movimientos sociales, pero sin tratar de instrumentalizarlos ni considerarlos como un refrito, sino llevándoles propuestas de convergencia hacia un horizonte de transformación que tiene como elemento central la contradicción entre el trabajo asalariado y el capital.
Para ello es preciso dotarnos de un partido vivo y con funciones y será necesario abordar, en relación con las organizaciones locales, la regularización de sus censos, de sus cuotas, de sus actividades, de la distribución del Mundo Obrero, etc.
También tenemos previsto situar en la red una página web viva y actualizada, recuperar la edición del que fuera periódico del Partido en Asturias y, por supuesto, participar en la Fiesta del PCE y relanzar con nuevos criterios la del PCA.
M.O: ¿Qué valoración hace de las elecciones autonómicas y municipales en su Comunidad Autónoma?
P.A.: La elevada abstención demuestra el alejamiento existente entre la ciudadanía y «los políticos». A Izquierda Unida de Asturias le ha pasado factura una política subalterna y seguidista del PSOE, empecinada en aferrarse al Gobierno a cualquier precio. Una visión política y no simplemente electoralista y en clave institucional del resultado autonómico evidencia que aunque se hayan conservado los cuatro escaños, se han perdido 16.000 votos, es decir, se han desvanecido 16.000 apoyos a la política de IU. En cuanto a las elecciones locales, la pérdida de dos concejalías en Avilés, dos en Langreo, una en Gijón, una en Mieres, una en Siero, una en Laviana, etc., etc. no se ve equilibrada con los pequeños ascensos en localidades menores.
Parece que el travestismo político que llevó al acuerdo con «Los Verdes» y una multimillonaria campaña en clave posmoderna y desideologizada no ha servido para mover a una ciudadanía de izquierdas disgustada por las medidas represivas que IU puso en marcha por doquier, especialmente con la brutal disolución de IU Oviedo, que, como tal, se quedó sin concejales en la capital de Asturias.
M.O: ¿Cuáles son los problemas más acuciantes que enfrenta Asturias hoy.
P.A.: El desempleo, la precariedad laboral, la huida de los jóvenes sin trabajo, la siniestralidad, la desertización industrial, el acceso a una vivienda digna y verdaderamente protegida en régimen de alquiler accesible versus la especulación del ladrillo, una universidad al servicio del sistema económico imperante y, ahora, cada vez más, la represión y el ataque a las libertades (condena de Cándido y Morala, cierre de Teleasturias, etc.).
M.O: Hace escasos días la sede central del PCA ha sufrido el acoso y la agresión de un numeroso grupo de personas ¿Qué ha sucedido?
P.A.: No hay palabras que lo expliquen. Es legítimo discrepar e incluso cabrearse. No es legítimo que los cabreados porque perdieron un Congreso al que no quisieron asistir, porque llevaron un varapalo notorio en las elecciones y porque perdieron un litigio en el juzgado, se movilicen organizadamente, hasta fletando un autobús, para invadir la sede del Partido Comunista y linchar a quienes estaban en su interior con insultos, amenazas y agresiones físicas. En mis 42 años de militancia en el Partido jamás había visto nada parecido. Y menos que los violentos fueran acaudillados por dirigentes de I.U. y cargos públicos de esa organización.
La discrepancia sólo se puede administrar desde un mínimo de respeto a las personas.