«María son las cinco de la mañana. Estoy llamado para ser fusilado. Un abrazo para todos. Ramón Brufau. 17-1-1940». Tres frases minimalistas y ya está. Así era la posguerra. El cielo de España vestía de luto y su tierra rezumaba sangre republicana. Sangre concienciadamente roja y sentenciada por ello, diariamente, sumarísimamente, desde todas las cárceles de España.
Desde una de esas celdas Ramón Brufau escribió su primera carta de despedida, el 11 de noviembre de 1939, cuando supo que iba a ser sentenciado. Se despidió en diez líneas: «Querida esposa e hija, en este momento que ya estoy llamado para ir al otro mundo, no puedo menos que, como último recuerdo, escribiros estas cuatro últimas líneas de consuelo. Yo querida esposa, hija, pensaré en nosotros hasta el momento en que me maten (…) Valor, yo marcho con toda serenidad. Sólo os digo que sepáis vengar mi muerte y muchas más. Y nada más, me despido de vosotros con un beso en la frente a ti y a toda la familia. Salud. Ramón Brufau». (1) La carta forma parte de los fondos del Archivo Histórico del PCE. La diferencia respecto a otras decenas de cientos de cartas que se perdieron en el anonimato, ha trascendido para convertirse en documento histórico de todo el colectivo que sufrió el peso del yugo y la saña de las fechas de la nueva España franquista y murió pidiendo «que mi muerte no sea en vano».
Esa carta, junto a miles de documentos, publicaciones, actas del PCE, periódicos, informes, etc. está a disposición de los investigadores de todo el mundo que se acercan a consultar el Archivo Histórico del PCE, que es el único archivo en el mundo donde se puede estudiar y reconstruir la historia roja de este país, la historia de la lucha ininterrumpida contra la dictadura franquista, la guerrilla, la oposición interna y la que se ejercía desde el exilio mexicano, rumano, checoslovaco, soviético…
En este país vivían dos Españas. Mientras miles de Ramones eran fusilados por todo el país, Franco, regocijado tras el entierro de la II República, reinventaba lo que sería su nueva España: la antirrepublicana; la de la esposa sumisa; la España triunfante coronada con la esvástica de un Hitler absolutamente poderoso, todavía; la España de la reconstrucción dócil y acallada. La España de los vencedores pudo contemplarse hasta finales de mayo en la exposición de carteles Posguerra: publicidad y propaganda (1939-1959) organizada por el Círculo de Bellas Artes en Madrid. La exposición, como documento de gran valor histórico, muestra la construcción del modelo franquista tal y como fue creado en su momento, con toda su prepotencia. Y como documento histórico, esta vez a manos de la España franquista, cuestiona la edulcorada puesta en escena que difunden los escritores agradecidos al Régimen que están intentando reinventar la memoria histórica.
Y es exactamente ahí donde reside parte de la trascendencia del Archivo Histórico del PCE: evitar que la historia se reinvente y dar herramientas para desmontar a los impostores. Porque hubo otra Historia paralela. El archivo Histórico del PCE recopila, custodia y difunde todos los documentos escritos, gráficos y curiosidades que guardarán para siempre la realidad de lo que fue lo que hoy han bautizado como memoria histórica. Ese tema que se ha convertido en un boom de los investigadores autóctonos y foráneos como si hoy se hubiera descubierto que hasta hace 30 años hubo una dictadura que duró cuatro décadas.
Archivo único
El archivo histórico del PCE reúne, conserva y difunde la vida, en imágenes y palabras, de casi un siglo de comunismo, y más de medio siglo de lucha antifranquista y de posfranquismo. Su hemeroteca tiene más de 1.500 títulos, en su 95% clandestinos. Además de las publicaciones comunistas están las de asociaciones de vecinos, CNT, PSOE, grupos estudiantiles, guerrilleros… todos los que fueron importantes en la lucha contra la dictadura desde España y desde el exilio.
El archivo fotográfico tiene catalogadas cerca de 4.000 fotografías de la Guerra Civil, que ya están digitalizadas, y otras 150.000 fotografías del archivo de Mundo Obrero y El Alcázar.
Conserva ejemplares de MO desde los años treinta. De la Guerra Civil quedan pocos originales, aunque están microfilmados. Pero lo que sí se conservan como incunables son los Mundos Obreros, escritos en letra diminuta, con ilustraciones impecables, auténticas obras de arte elaboradas clandestinamente en los penales de Burgos, de Ocaña… Una prueba más de lo perfectamente organizados que estaban los comunistas en las cárceles o donde fuera. Una evidencia más de que les ganaron por la fuerza pero de que nunca les vencieron.
Vida de exilio
El archivo tuvo una vida tan dura y represaliada como los militantes de su Partido. A finales de 1938, el búlgaro Stepan Minev fue el primero que planteó sacar el archivo de España. Un par de semanas después, el secretario de organización del Comité Central, Pedro Checa, vuelve a plantear el problema cuando las tropas franquistas se hacen con el interior de Cataluña, y encarga sacar el archivo de Barcelona durante la noche del 24 ó 25 de enero, uno o dos días antes de que los tanques nacionales rodearan la ciudad. La documentación salió en un camión con destino a Gerona. A comienzos de febrero se vuelve a replantear moverlo o quemarlo. Y se lleva a Figueras, y de ahí, como tantos españoles, se salva por los Pirineos. Una vez en suelo galo, los militantes que deben acudir a recogerlo no llegan y es capturado por los gendarmes. Lo que permaneció en Madrid se quema. Pero aún quedó otra parte de documentación que no pudo cruzar la frontera ni ser destruida. Fue la encarcelada e interrogada por la Oficina de Investigación y Propaganda Anticomunista y por la Delegación del Estado para la Recuperación de Documentos: cumplió pena en el Archivo de la Sección Político-Social de Salamanca.
Total, los únicos documentos que se conservaron son los que se fueron evacuando a la Internacional Comunista en Moscú, los que recopilaron y evacuaron personalmente algunos militantes, y los de Francia. Fue en el país galo, donde tras acabar la II Guerra Mundial, la dirección del PCE establecida en Francia, decide reunir los fondos y la documentación generada por los comunistas españoles de todo el mundo. La tranquilidad del Archivo duró poco. Sólo hasta 1950 cuando el Ministro de Interior socialista del gobierno parisino declara al PCE ilegal y detiene a sus cuadros políticos. La militancia fue más rápida, milcrofilma como puede la mayor cantidad de material y la hace llegar a Checoslovaquia, Rumanía y la Unión Soviética.
Durante toda la dictadura el Archivo vivió, como los republicanos, repartido en el exilio, entre los países de acogida: los de Latinoamérica y Europa del Este. Ahí se custodiaba la historia de la lucha política del interior y del exilio. Hubo que esperar a la legalización del PCE, para que el archivo, como los militantes, volviera a pisar sin miedo suelo español. Tres años después, el Comité Federal del PCE; coincidiendo con el 60 aniversario de la fundación del Partido, decide abrir al público sus archivos, para que todo el mundo pueda acceder a la España cuarenta años amordazada. En realidad a bastante más ya que el archivo cubre tres fases: la que va de 1920, año de la fundación del Partido, a 1939; la de la época franquista; y la de la transición. Y no sólo representa la España comunista; es un espejo de toda la resistencia antifranquistas desde todos los flancos.
Aquel 1980 nace oficialmente el Archivo Histórico del PCE bajo la custodia de Domingo Malagón, aquel joven estudiante de Bellas Artes a quien el Partido confío la falsificación de pasaportes y todo tipo de documentos. Parte de aquel material del maestro de la falsificación enriquece el tesoro curioso del Archivo.
Entonces el archivo estaba en la sede del PCE. Allí llegó a trabajar hace veintidos años, la joven licenciada en Historia, Victoria Ramos (Vicky), quién tomó el relevo a Malagón y hoy, después de casi tres décadas velando por la historia de los comunistas y antifranquistas, es parte de ella. Desde hace un año, Patricia González-Posada, también historiadora, trabaja con ella. Entre las dos atienden todas las peticiones de esa media de nueve investigadores diarios que acuden a consultar el Archivo Histórico del PCE. Los estudiosos son heterogéneos, desde los típicos catedráticos de universidad, investigadores, y estudiantes de doctorado, hasta los nietos de los represaliados que quieren saber qué fue de sus familiares, y los propios protagonistas que simplemente desean recordar o dejar constancia de sus memorias.
También acuden investigadores extranjeros: principalmente americanos e ingleses.
Nueva sede
A finales de septiembre de 2006 el Archivo Histórico se mudó a su nueva sede en la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla de la Universidad Complutense de Madrid. Carlos Berzosa como rector de Complutense, firmó en diciembre de 2005 un convenio con el Partido Comunista de España y con la Fundación de Investigaciones Marxistas para proteger y salvaguardar el Archivo Histórico del PCE: el Partido sigue siendo su propietario pero la Universidad Complutense de Madrid se encarga de su buena conservación, de la digitalización de sus fondos y de velar por su seguridad. Ahora los documentos del PCE pasan sus días entre los incunables de la Universidad, y los investigadores disponen de una sala de consulta con más de cincuenta puestos con acceso a Internet.
El archivo, está vivo y, como nuestra historia, en construcción. Se creó con la aportación generosa y arriesgada de los militantes y así debería seguir enriqueciéndose. Vicky, como directora y máxima responsable de este tesoro, recuerda el valor del archivo como memoria colectiva y llama a la donación de esas cartas, fotografías y documentos que duermen en las telarañas del olvido de los baúles familiares para que los cedan al archivo: «comprendo que despiertan muchos recuerdos, pero la mejor forma de rendir homenajes a esos hombres y mujeres que entregaron su vida, es donarlos para que puedan ser estudiados por los investigadores».
(1) Las correcciones son maniobra de esta periodista. La carta está escrita a pluma en una frase pausada, ininterrumpida y en versión fonética. Tal y como habla y se entiende la gente.
Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla de la Universidad Complutense de Madrid.
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