A finales de la pasada década parecía que el neoliberalismo, expresión más salvaje del capitalismo, había conseguido casi todos sus objetivos: derrotar al enemigo histórico, el socialismo representado en la Unión Soviética como eje del mal, construir una nueva verdad en la cual no había alternativa al neoliberalismo y, consecuentemente, imponer sus tesis a un movimiento obrero y una izquierda desarbolados por el viento social de la historia y el pensamiento único.

Pero apareció Seattle, sin pensarlo nadie y, aunque se descalificó por los voceros del régimen mundial capitalista como un movimiento de bien pagados, tercermundistas de salón y violentos, Seattle se convirtió pronto en la imagen a reproducir y en la realidad a construir. Fue solo un símbolo para crear un nuevo movimiento de raíz anti-neoliberal pero había otra realidad paralela: el capitalismo actual ya había dado motivos suficientes para que mucha gente en muchos sitios llegase a la conclusión que éste no solucionaría ningún problema. En efecto, un África desahuciada, una América Latina en bancarrota, una gran parte de Asia en la pobreza etc… junto a violencias, guerras, enfrentamientos étnicos… no daba la imagen de que hubiera o pudiera haber un consenso sobre la capacidad del neoliberalismo para cambiar las cosas y mejorar la vida de la gente. Y nacieron los Foros, el mundial en Porto Alegre, en un gran acto de participación plural y de debate social y cultural y el europeo, especialmente en Florencia con 70.000 participantes en los debates y entre más de medio millón de asistentes -según las cifras más conservadoras-, y un millón, cantidad seguramente más próxima a la realidad.

Previamente, en Génova, Berlusconi, en nombre de la democracia y el orden, ya había apaleado y perseguido a los manifestantes y había asesinado al joven Giulianni.

El movimiento siguió su curso, se reunió en varias ocasiones en diversos sitios y encabezó las protestas. La gran movilización por la paz y contra la guerra de Iraq, no iniciada todavía, el 15 de febrero del 2003 fue, en cierta manera, el final de una etapa. Tenía que nacer otra, o continuar el mismo proceso, reforzando políticamente, organizativamente, social y culturalmente el movimiento. Se avanza o se retrocede, o se estanca. Este es el momento actual, estancamiento en todo: en capacidad política, organizativa y movilizadora.

Los problemas existen y algunos se han agravado. Solo hay que ver el Oriente Próximo, o la realidad de las caóticas migraciones, en definitiva, la situación económica, social y política de la mayor parte de la humanidad. Es necesario un horizonte democrático de verdad y socialista. Pero estamos lejos de ello, no porque no sea posible, sino porque las fuerzas políticas y sindicales que quieren representar a la izquierda y dicen defender un programa de cambio, no están a la altura. También porque hay demasiados sectarismos. Y también, aunque sea incorrecto políticamente decirlo, porque pasar de la fase del movimiento asambleario y de la movilización social, imprescindible en cualquier circunstancia, a fortalecer política y organizativamente el movimiento altermundista, exige aceptar el reto de enfrentarse al neoliberalismo políticamente y con la voluntad de derrotarlo, y quizás entre el vértigo.

En lo que a nosotros respecta, la situación en Europa y en España exige una nueva voluntad que solo puede desarrollarse desatascando los importantes tapones burocráticos que tiene la política, el sindicalismo y los movimientos aletargados. Y siendo conscientes de que aceptando el «status quo» dominante, la corrección política hasta la subordinación a los valores del adversario y la función de burócratas de izquierda del sistema conduce irreversiblemente a una nueva derrota.