Ahora resulta que la Transición se hizo en gran parte contra la existencia electoral del PCE. Han surgido declaraciones espeluznantes. Por una parte, Calvo Sotelo ha dicho que la UCD financió al PSOE para evitar que el PCE tuviera buenos resultados. Por otra, Herrero de Miñón se ha ufanado de que él fue quien ideó una ley electoral que anulaba el futuro institucional del PCE.
¡Dios salve la mirada de lince de Carrillo! Ahora lo tenemos en una tertulia de radio intercambiando continuos abrazos dialécticos con Herrero de Miñón. Bueno, ya lo decía él ante cualquier debate tenso: yo podría ser, fuera del PCR, un personaje de trascendencia nacional. Y desde luego que lo ha conseguido, en los brazos del Sistema D’Hont.
El tema es que hace una serie de meses se nos informó que, a través de un acuerdo Zapatero-Llamazares, con el cambio de la actual ley electoral se podría superar esa gran injusticia que convierte nuestro panorama político, a medio plazo (ojo a las próximas elecciones) en un sistema bipartidista irreversible a escala estatal, Se trataba esencialmente, sin modificar la Constitución, donde no figura la fórmula D’Hont, de ampliar el número de diputados y de colegiar estatalmente los restos de las provincias. Llamazares salió muy ufano de la Moncloa y nos lo explicó orgánicamente. A estas alturas es posible sacar la siguiente conclusión: alguien no nos ha dicho toda la verdad. Y no se puede aludir hoy al rechazo de otros grupos, ya que ese problema tendría que haberse contemplado desde el inicio. ¿Se constituyó en Moncloa la comisión anunciada? ¿En esa comisión se integró algún miembro de IU? Y en caso contrario: ¿Por qué todo ha quedado en una pompa de jabón?
Una decepción más en la trayectoria de IU como socio preferente del PSOE. Tras los resultados electorales del 14-M ésta debió ser la condición inexcusables de cara a cualquier colaboración, ya que no es aceptable, y menos tras las declaraciones publicadas, aceptar de lleno un pacto constitucional trufado de olvidos y conspiraciones contra los antifranquistas, especialmente los comunistas.
Pues bien, a veces hemos dicho que estamos en la segunda Transición. Como Marx dejó escrito en El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, lo que es dramático la primera vez, puede ser esperpéntico en la segunda. Y así es. Ahora, interiormente, se anula la financiación del PCE y se cambian las normas internas de participación para intentar reducir al mínimo a los comunistas. El cartero siempre llama dos veces, pero ¡cuidado!, en la segunda puede entregarte, si eres del PCE, una carta de expulsión. Sólo faltaría averiguar si en esta Segunda Transición alguien está jugando el papel de Santiago Carrillo.