La Región de Murcia en otros tiempos famosa por su huerta, por sus productos que se exportaban al mundo entero, huerta que llegó a denominarse de Europa, la misma Europa de Mastrich, de la PAC, y del neoliberalismo galopante que convertida en cemento y ladrillo para el enriquecimiento rápido de unos pocos, elimina huertas, arboledas, bancales, acequias, tahullas, además de formas de vida de las personas. El imparable progreso, como antaño la llamada civilización de muchos pueblos indígenas, que hiciera de la desaparición de estos, hoy está en camino de hacer desaparecer a los huertanos, una forma de vivir de la tierra y para la tierra. Hoy en esa huerta crecen edificios y edificios y donde no, grandes carteles que anuncian la próxima construcción de otros muchos miles de viviendas.
Violante y Pedro son dos esos huertanos. Llevan toda la vida en la huerta de Murcia, en el Cabezo de Torres, en el 163 de la Senda de Grana, huertanos de verdad, no de los muchos que el día del bando de la huerta desfilan por la Gran Vía de Murcia, señorítos disfrazados, que desconocen la tradición y la cultura y que muchos de ellos no han visto un huerto en su vida y menos aun lo han cultivarlo trabajando de sol a sol para comer y vivir de lo que produce la tierra. Violante Pardo López, tiene 84 años, todos ellos vividos en la tierra y en la casa expropiada por el Ayuntamiento de Murcia para la construcción de una gran Avenida. Pedro Camacho Valencia, tiene 87 años, más de 50 viviendo con Violante en esas tierras y en la casa que construyeron con sus manos, vendiendo animales que ellos criaban para vivir y comprar los materiales para ir terminándola. Pagaba a plazos los materiales a diez euros al mes y se ganaba al día seis o siete pesetas, comiendo de lo que cultivaban, de lo que daba la tierra. En su escrito al Ayuntamiento de Murcia, Violante le recuerda que ha vivido siempre (84 años), y desde que se casó con su marido -que tiene 87años-, en las tierras que antes fueron de sus antepasados y que ahora les expropian. Que han vivido siguiendo los usos y costumbres de la huerta: criando conejos, gallina, etc, y cultivando la tierra para el autoconsumo. Es decir, se sienten, se definen y viven como huertanos. Y continúan: «No cabe la menor duda de que desde el punto de vista de la Antropología Social y Cultural, de la Etnología y de la Etnográfia -por no decir «de todo el mundo»- los «huertanos» de la Huerta de Murcia -que aun quedan «a pesar de los pesares»- forman un grupo social, un pueblo, perfectamente definido, identificado e incluso festejado, como lo es en el Bando de la Huerta».
Los abuelos de Violante compraron las tierras al amo. La tierra que tanto habían trabajado por fín era ya suya. Se liberaron del amo y con él de la esclavitud de depender de otros. En esa tierra se construyó la casa, poco a poco, abonando la tierra con mucho sudor y esfuerzo.
Hoy Violante y Pedro no entienden que el progreso les desarraigue de su modo de vida, que le quiten la casa, su espacio, su huerta que todavía cultiva, para esclavizarlos en un piso de 70 metros. Quieren una casa en la huerta, con sus vecinos en la que terminar sus días. Los 23 millones de las antiguas pesetas recibidas, no dan en la zona para la compra de una casa en iguales condiciones (cuestan entre 30 y 40 millones).No quieren el dinero, lo quieren devolver por una casita.
Hoy no duermen, no viven en paz, Violante sufre depresión y ansiedad, pero el progreso no sabe de eso. Metidos en abogados, con recursos, gastos al final de su vida, cuando creían que iban a convivir con la paz que han vivido en huerta, viene una orden de desahucio para amargar esa tranquilidad. El inestimable apoyo y ayuda de su yerno Ricardo ha llevado el tema en los medios de comunicación murcianos y nacionales, además de poner al ayuntamiento en un brete. El cinismo del concejal de Urbanismo de Murcia, que no tiene límites, y le llama a esto «expropiación humana». El ayuntamiento amedrenta a dos ancianos: llamadas por teléfono, escritos de desalojo, prepotencia, todavía no se ha reunido el concejal con los afectados, que aún esperan sus explicaciones y una solución adecuada a su problema.
Ambos vivieron las vicisitudes de la guerra civil, Pedro luchó con el ejército de la republica, campo de concentración del que se escapa, depurado en Tenerife durante tres años. Cuenta su periplo con tranquilidad y recuerda el largo viaje en barco y las largas noches y días en alta mar sin moverse y las noches de caminata después de la evasión del campo de concentración y los días escondidos, de su viaje en tren a Murcia agarrado en las tablas del vagón, del hambre y de los piojos, de su llegada a Murcia y casi no recordaba donde quedaba su casa.
Todo esto que puede parecer casual, es decir puede parecer que la tierra y la casa estaban en el sitio inadecuado para el desarrollo de la zona, pero no es así; la suerte es que los dueños del Pozo (empresa de alimentos cárnicos) han comprado las tierras que lindan con la casa y para que los accesos lleven a la puerta de sus tierras es necesario hacer una gran rotonda donde está la casa y la tierra. Así, mientras que los terrenos del Pozo tienen la más alta calificación urbanística, el resto es rústico.
Nada de casualidad, nada de mala suerte, la planificación se ha hecho para los ricos, para los señorítos, para los amos. El gobierno del PP en Murcia beneficia al Pozo y perjudica a Pedro y Violante, ¿Cuántos millones de euros va ha ganar el Pozo?, con tan pocos que cuesta dar una solución a Pedro y Violante.
«¿Me quita la casa? Déme usted otra», es Pedro quien así habla. No quieren dinero, ni una gran casa. No quieren especular con su tierra, quieren una casa con dos habitaciones, su baño, una salita y si tiene un patio mejor. La quieren en la huerta, en su entorno, en su hábitat, para seguir siendo lo que siempre han sido, «huertanos».
Hace tres meses de la carta de desalojo, pero estos dos ancianos, con el apoyo de la familia y la simpatía de muchos murcianos, se han hecho fuertes en su vivienda. Las maquinas junto a su verja siguen trabajando, David contra Goliat, Pedro atiende su huerto todos los días y ambos cuidan los animales que aun les quedan. Ahora esperan la resolución del contencioso que tienen interpuesto para que se pare la obra, hasta que se de una solución a su situación y que el Ayuntamiento hable con ellos. Han recibido ayuda desinteresada de mucha gente. Esta lucha desigual tiene una significación importante, la lucha por las raíces, por la calidad de vida, por las tradiciones, por la cultura de una forma de vivir dignamente, por una vivienda digna, por tantas otras cosas, que deber ser ganada.
Comentamos con Ricardo, yerno de Pedro y Violante, que hoy mientras se reivindican nacionalidades, culturas, lenguas, etc., la huerta de Murcia tiene todo eso. La entrega al neoliberalismo del gobierno del PP, es algo pernicioso para las gentes de la huerta de Murcia, respetar la cultura, la tradición, incluso el panocho (lengua de la huerta) no consiste en la realización de grandes festejos disfrazados para lucimiento del concejal de turno. Es algo más. Es hacer las políticas que mantengan no solo las tradiciones si no a las personas que las practican y el hábitat donde tienen su sentido más natural. Esperamos que se solucione y Violante y Pedro puedan vivir en paz en su casita y en la huerta.
* Director de Mundo Obrero