Hablamos de un hombre al que hemos querido mucho, que queremos mucho. Un hombre al que nosotros nos hemos acercado tantas veces para demostrarle nuestro afecto, nuestra admiración y el orgullo de estar en su bando, en la misma lucha en la que él nos daba ejemplo.
Gregori nos ha ayudado mucho. Él ha estado junto a la izquierda alternativa, anticapitalista, estos últimos años, mostrándonos el camino sin desesperanza. Su sonrisa fina mostraba tranquilidad. Incluso cuando le tocaba corregir nuestros errores, sólo nos hacía falta el tono suave de sus palabras y ver el gesto amable de su cara para entender.
No ha sido fácil su vida. Muchos años de clandestinidad, de prisión, de exilio, de lucha, de trabajo constante, siempre dentro del PSUC, al cual ayudó a impregnar de unos valores éticos, democráticos, y de una práctica unitaria que permitieron superar los años del estalinismo, la concepción del «partido guía», en defensa de un comunismo, de un socialismo en libertad y en democracia. Él ayudó como el primero a abrir el partido, a hacer un partido diferente, abierto, a las fábricas, a los estudiantes, a las mujeres, a los barrios, a la universidad. Nos enseñó que la lucha antifascista era también una forma de lucha anticapitalista.
Gregori jugó un papel fundamental en la defensa de los intereses de los trabajadores, y fue un ejemplo de la asunción de la cuestión nacional por parte de los «otros catalanes». Nosotros hablábamos de partido de clase y nacional, y Gregorio encarnaba este elemento estratégico de nuestra política.
Pero Gregori, por su tradición y su historia, era profundamente internacionalista. Todos recordamos su dedicación a cuestiones como la guerra del Vietnam, la lucha del pueblo palestino y sudafricano por su libertad. Se ha dicho malévolamente que Gregori fue el hombre del PCE en Catalunya. Cuando lo detuvieron por última vez, en el año 1975, explicó bien pedagógicamente las ligaduras fraternales con el PCE, cuando hizo la comparación entre el PSU y el PCE, que dijo son «como dos naranjas que tienen el mismo color, el mismo sabor, la misma textura», que es igual a decir que practican la misma política y persiguen los mismos fines estratégicos de liberación de el hombre y la mujer en un mundo de libres e iguales.
Gregori ha sido el hombre abierto a una política unitaria hacia otras sensibilidades políticas de la izquierda. Colaboró en el diálogo entre marxistas y cristianos junto a gente tan valiosa como Alfonso Carlos Comín, Lluís Hernández, José María García Nieto y tantos otros. Impulsó la creación y estaba afiliado a una Izquierda Unida y Alternativa, pensado que podía ser un instrumento para la lucha social y política.
Gregori no esperó al hundimiento de la Unión Soviética por abrir sus ojos al fracaso de aquel modelo. Pero él, como muchos, no había luchado toda la vida por los ideales de una sociedad de hombres y mujeres libres e iguales en un planeta habitable y en paz, para dejar sus ideales en casa y adaptarse a una de las corrientes postmodernas del social liberalismo. Gregori sabía, como nosotros sabemos, que otro mundo es posible y necesario, y que esto requiere cambios estructurales. Porque era un hombre joven, abierto a las nuevas sensibilidades, que sabía escuchar a los jóvenes, que sabía enviarles palabras de futuro, porque era un hombre vitalmente joven. Últimamente, un joven de más de 90 años.
Hemos leído, estos últimos días, que Gregori había abandonado la política activa en 1986. No es verdad, excepto por los que consideran que política activa quiere decir cargo público.
Cuando dejó de ser diputado, Gregori siguió al pie del cañón, asistiendo a las reuniones, haciendo actos, ayudando a las campañas electorales. Y cuando se metió al PSUC dentro de un cajón, Gregori optó en conciencia y en consecuencia, y con su presencia y su consejo en nuestro Comité Central, ayudó extraordinariamente a dirigir el PSUC Viu, que estos últimos años ha sido su partido.
Gregori era la antítesis del sectarismo, como lo demuestran los homenajes, más que merecidos, que ha tenido estos últimos años. Homenaje que nosotros queríamos y debíamos haber hecho hace tiempo incluso yendo en contra de su voluntad.
Él no quería homenajes. Nos decía que no quería, que todavía estaba vivo y que le quedaba mucho tiempo para vivir. Por respetar esto no le quisimos hacer un homenaje. Ahora no está, y por eso estamos aquí, para rendir homenaje a nuestro compañero y amigo Gregorio López Raimundo, que queremos hacer extensivo a su familia, a sus cuatro hijos, pero muy especialmente a su infatigable compañera Teresa Pàmies, que tanto nos ha ayudado estos últimos años, con su consejo, a hacer compañía a Gregori.
Nada más. Hoy es un día de tristeza y de mucha emoción para todos nosotros. Gregorio, te queremos y te recordamos. Besos y abrazos.
* Miembro del Comité Central del PSUC