Hay quien piensa que el blues es una música triste y, lógicamente, es la menos indicada para celebrar la entrada de un nuevo año. Gran error.
El blues no convierte las amarguras en un martirio, ni se regodea en las penurias. Al contrario, el blues es una de las mejores terapias para expulsar los estados de ánimo depresivos porque no te cuenta historias felices que nadie se cree, sino que actúa como catarsis. Por tanto, feliz BluesAño 2008. Y a eso voy.
Se acaba de editar un almanaque precioso con carteles editados en la década de los años veinte del pasado siglo anunciando la publicación de sencillos a 78 rpm con piezas antológicas de blues. La cosa va como sigue.
Cada mes consta de una hoja con el cartel más una foto del cantante o la cantante, o del grupo. En la parte inferior, el mes al estilo anglosajón, empezando por el domingo. En los días vienen anotaciones básicas para cualquier aficionado al género: fechas de nacimientos o fallecimientos de nombres fundamentales del género. Además, letras del tema escogido para ese mes y una pequeña biografía. Así hasta doce láminas geniales. Luego, un CD con las canciones seleccionadas en versión original, limpiadas con las técnicas actuales para obtener una mejor calidad de sonido. Imaginaros: una docena de cortes de hace setenta y tantos años, más otras cuatro piezas extra.
Los carteles tienen una enjundia tal que refleja no sólo por dónde incidía el blues de principios de siglo XX, sino cuál era la estética de promoción comercial. Conviene recordar que estos discos eran «hechos por negros exclusivamente para la comunidad negra. Negros y Blancos vivían en mundos diferentes. América (Estados Unidos) era una nación segregada y separada», explica John Tefteller, responsable de esta colección de calendarios, Blues Images, que ya va por su quinto año. Letras antológicas como «ella le trae todo menos la llave de la puerta de la cárcel», muchas de ellas con un claro sello machista o de la mujer revelándose contra su doble discriminación, como mujer y como negra.
Todo aquél interesado ha de dirigirse, en caso de no encontrarlo en su tienda de discos, a Resistencia, Glorieta de San Antonio de la Florida, 2, Bajo A, 28008 Madrid. Tef. 902 900 545. Mail: resistencia@resistencia.es o en http://www.resistencia.es.
Por cierto, una de las bandas míticas del rock como es Led Zeppelín tenía en el blues su gran base. Ahora, el 10 de diciembre, con treinta años por medio, vuelve a los escenarios. Serán los tres componentes originales -el cantante Robert Plant, el guitarrista Jimmy Page y el bajista John Paul Jones- más el hijo del batería fallecido supliendo en funciones a su padre.
Patti Scialfa es la mujer de Bruce Springsteen. Ya señalé hace un par de meses que casi coincidían en el mercado el nuevo trabajo de Patti y el último lanzamiento de Bruce. El de esta mujer se titula Play as it lays (Sony): crudeza folk, country-rock y blues en una voz un tanto aguardentosa, que tanto encaja en este género. Cortes muy buenos en melodía, arreglos musicales e interpretación; otros, algo melosos y sin chispa. Las letras no dicen casi nada, tónica propia del rock y pop anglosajón. Algunos músicos de la E Street Band, la legendaria formación de Springsteen, la secundan. En todo caso, el disco gana con cada escucha.
David Murray, un saxofonista tenor de la escuela del ‘free jazz’ ha publicado con el cuarteto Black Saint Quartet el álbum Sacred Ground (Justin Time / Resistencia). Siete cortes de los que cinco son instrumentales, con pasajes de trazos bien definidos, aunque la mayor parte del tiempo David Murray se enfanga en ese jazz áspero, de notas ligadas en cascada, de armónicos imposibles. Es un jazz poco vistoso, muy denso. Pero, para relajarnos, incluye dos piezas cantadas por la estupenda Cassandra Wilson: dos temas extraordinarios que por sí solos justifican este trabajo. Recomendable para amantes del jazz poco propensos a las irritaciones.
Diana Krall representa en el jazz pop la imagen más suave, pseudosensual y empalagosa del panorama de cantantes actuales. Es la que más vende porque es la que más se presta a la docilidad del jazz vocal dulzón, ése que ni molesta ni apasiona. No es guapa, pero los primeros planos de sus fotos dan otra impresión.
Luce pierna siempre que tiene ocasión. Pero, ojo, no canta mal, tiene buen gusto tocando el piano y moviéndose por las aguas templadas del jazz vocal domesticado. Su rostro enmarca un The Very Best of… (Verve), muy característicos de fin de año. Como recopilatorio, vale. Luego, busca otras voces, más versátiles y valientes.