Este mes de noviembre ha tenido lugar, en la Universidad Complutense de Madrid, el II Congreso de Historia del PCE: de la resistencia antifranquista a la creación de IU. Un enfoque social. El encuentro, enfocado al estudio de la militancia comunista durante el franquismo y la transición, puede considerarse un éxito a todos los niveles. Prueba de ello es que, desde el día de su clausura, se reciben felicitaciones en la FIM por el alto nivel historiográfico, reflejado en la calidad de las ponencias y debates, así como por el éxito organizativo que ha supuesto la realización de esta segunda edición.

La apuesta era arriesgada. En vez de organizar un congreso que tratara las facetas más conocidas y estudiadas de la historia política del Partido Comunista de España -sus líneas políticas y estratégicas, debates, el papel de los dirigentes, etc. – se optó por impulsar aspectos hasta ahora poco o nada trabajados -como las diferentes culturas militantes que se suceden y en ocasiones conviven dentro de la organización, la identidad de los comunistas, el papel jugado por éstos en el tejido asociativo de oposición al régimen, el protagonismo de las mujeres comunistas, etc. Organizar lo primero hubiera sido fácil, pero poco útil más allá del autobombo; lo segundo, además de más interesante y novedoso, resultaba a todas luces complicado, pues suponía adelantarse a los propios ritmos que ha marcado la historiografía interesada en la historia social del comunismo. Precisaba, además, de un considerable esfuerzo investigador por parte de los participantes (ponentes y comunicantes), que se adentraron en parcelas de estudio escasamente tratadas, y donde las referencias bibliográficas eran escasas. A todo ello se sumó la oportunidad de resituar el papel de la militancia en un lugar central de la historia de la organización.

Tan solo enumerar los principales temas que surgieron en las conferencias, ponencias, comunicaciones y debates, sería una tarea imposible en este limitadísimo espacio que nos dedica Mundo Obrero. Por ello nos limitaremos a exponer sólo alguna de las principales ideas que surgieron a lo largo del congreso. Especialmente interesante fue la sesión dedicada a la lucha de los comunistas a través del activismo y la movilización social en la cerrada y hermética sociedad franquista sometida al imperio del miedo y con el recuerdo vivo de la represión.

Estrategia promovida por los y las comunistas, cuyos resultados, más allá de los réditos que el Partido pudo obtener -en cuanto a crecimiento o implantación social se refiere-, tuvieron una dimensión interclasista y transversal en el momento que consiguieron -a través de la lucha en las fábricas, en las calles, en las universidades, en los barrios- que amplios colectivos sociales -trabajadores, estudiantes, grupos feministas, de profesionales, etc.- vieran atendidas sus demandas básicas tanto en materia de libertades como de avances en la consecución de derechos económicos, sociales, culturales. A través de esta estrategia, el Partido impulsó la creación de nuevos movimientos sociales en pleno régimen franquista. Experiencia de participación y compromiso para decenas de miles de ciudadanos y trabajadores que llevó -y este sí era el verdadero objetivo del PCE- a la aparición y extensión de una «cultura democrática» que hizo posible la deslegitimación de la dictadura y la imposibilidad de su continuidad tras la muerte del dictador.

Aún más novedosa fue la sesión dedicada a las identidades comunistas. Por primera vez se presentaban resultados sobre diversas investigaciones centradas en el análisis de los aspectos identitarios que caracterizaban a los comunistas. Más allá de una historia de la organización, se ponía sobre la mesa la historia del origen, pervivencia y desarrollo de los espacios vitales de los comunistas en el campo de las creencias, de sus símbolos, mitos e imaginarios colectivos. Sólo así comprenderemos los diferentes facetas de la acción colectiva y la actitud de los comunistas ante la realidad contra la que lucharon, empeñando sus vidas. Por este camino, que se ha revelado de una potencialidad extraordinaria, han ido apareciendo muchos de los factores que explican la movilización y la lucha de los anónimos comunistas, que terminarían por conquistar, en su momento, la hegemonía política y social en la lucha contra el régimen.

No queremos finalizar sin antes advertir sobre el valor que estos estudios deben tener en el seno de nuestra organización. El PCE tiene que mirar atrás y analizar su historia, porque es en ella, en sus méritos y en sus errores, donde el Partido puede rastrear respuestas que en salida a su crítica situación, y que -tal y como ocurrió durante el franquismo- le ayuden a extender su influencia por la sociedad, no para el beneficio de la organización en sí, sino para el de la sociedad, para la clase trabajadora en su conjunto. El siempre reclamado legado de la Historia del comunismo español -o lo que es prácticamente lo mismo, la historia del PCE- no puede ser una sucesión de celebraciones y recordatorios de aniversarios, conmemoraciones o de hechos relevantes -a modo de vieja y ya rechazada historia oficial o militante- que conecten con nuestra mejor tradición política y ahí termine nuestro interés colectivo.

Por su parte a la Sección de Historia de la FIM, que en los próximos meses publicará las actas del congreso, le toca -nos toca- realizar un trabajo de síntesis de los encuentros y publicaciones que en estos últimos años hemos ido desarrollando, para poder ofrecer al Partido un instrumento que le pueda ser útil en la ardua tarea que tiene por delante.

* Responsable de la Sección de Historia de la FIM y miembro del Comité Científico del Congreso
** Universidad Complutense de Madrid. Miembro
del Comité Científico del Congreso