Para empezar a hablar de materialismo ecológico hay que partir de una afirmación que no por obvia deja de ser implacable: el carácter depredador del sistema capitalista no es un efecto secundario del crecimiento económico, es su esencia.
Cualquiera puede deducir que este sistema económico necesita crecer para existir; es esa lógica de acumulación y crecimiento la que hace de la depredación de recursos naturales su motor y la base de su existencia. Capitalismo y ecología son conceptos antitéticos.
Ha habido varios intentos de superar esta antítesis dentro del sistema. La más exitosa de ellas quizá haya sido el concepto de desarrollo sostenible, muy extendido en los años 90. Este intento de unificar el desarrollo económico, social y protección ambiental, tuvo un amplio seguimiento teórico y un gran fracaso en la práctica. El mismo fracaso que ha tenido el neoliberalismo como generador de bienestar y justicia.
No es intención de este artículo menospreciar el trabajo teórico y práctico de todos los que han luchado y defendido el desarrollo sostenible como una posible solución a la crisis ambiental.
Lo que queremos decir es que el carácter depredador de la economía capitalista no se cambia con medidas paliativas.
Quizá uno de los mayores éxitos de la hegemonía política y cultural del neoliberalismo haya sido que las sociedades desarrolladas no percibamos la relación de dependencia ser humano-naturaleza ni economía-naturaleza. Hasta el punto de hacernos creer que una guerra por petróleo es una guerra por la libertad.
No es nada nuevo, todo sistema político y económico tiene bases materiales. Cuando éstas se agotan, el sistema busca formas de subsistir.
La mayoría de las veces, de forma violenta: guerras por territorios, materias primas, agua, colonización, etc.
Compartir este concepto es la base del materialismo ecológico. Como dice Bellamy Foster, «en su sentido más general, el materialismo afirma que el origen y desarrollo de cuanto existe depende de la naturaleza y de la «materia», es decir, de un nivel de realidad física que es independiente del pensamiento y previo a él».
Así, es fácil entender la imposibilidad real del sistema económico neoliberal para desarrollarse de forma armónica con el medio, cuya razón de ser es el crecimiento ilimitado, algo que inevitablemente choca con la base material de la que depende. De esta manera, se comprende la necesidad de retomar conceptos otrora abandonados por la necesidad de superar a corto plazo coyunturas diferentes de las actuales, como es el materialismo ecológico, que vincula la transformación social con la evolución de la relación del ser humano con la naturaleza.
Por tanto, es necesario incorporar esta óptica marxista para el análisis y la práctica política desde este mismo momento, con el objeto de responder a la necesidad de superar este modelo económico imposible, tanto desde la perspectiva social como desde la ambiental. Esta perspectiva es necesaria para erradicar la alienación en todos sus aspectos, no sólo en relación con el trabajo, sino en relación con la plena satisfacción de las necesidades básicas del ser humano.
Una relectura de socialismo o barbarie de Rosa Luxemburgo podría ser perfectamente aplicable al momento actual si se añade la consigna de la crisis ecológica, pues ya se dan conflictos por competencia de recursos y evidencia la apremiante necesidad de luchar por un modelo de desarrollo socialista que incorpore la óptica de los límites naturales en los que se desarrolla la actividad humana, así como la óptica del materialismo ecológico.
Las necesidades y exigencias de los países desarrollados económicamente, generadas siempre por las grandes corporaciones transnacionales, llevan a los países empobrecidos al colapso social y ambiental, ya que paradójicamente, son ellos los mayores productores de materias primas y los que albergan mano de obra en condiciones de explotación laboral más extrema.
Dentro de este entramado global, la crisis energética adquiere una dimensión especialmente alarmante. El fin de los recursos fósiles supone una fisura para el capitalismo que busca nuevas fórmulas energéticas para mantener su maquinaria. Los biocombustibles, la energía nuclear o la implantación de centrales térmicas, nos dan ejemplo de las nuevas estrategias imperialistas.
En consecuencia, se hace necesario un llamamiento a la movilización social, a la rebeldía y a la organización colectiva. La lucha por una redefinición del concepto de desarrollo, entendido actualmente como desarrollo económico, por un concepto más amplio e integrador que mida el grado de desarrollo social y de cubrimiento de las verdaderas necesidades humanas (ver Max Neef) mediante un sistema que ponga a disposición de toda la sociedad los satisfactores necesarios para dichas necesidades, para lo cual es indispensable la protección y conservación de los bienes comunes.
Este desarrollo alternativo debe avanzar hacia propuestas de cambio como son el decrecimiento económico, cambios en los modos de producción y consumo, educación, sistemas de fiscalidad ambiental y de internalización de costes ambientales. En definitiva, avanzar hacia el materialismo ecológico como base del socialismo del siglo XXI.
La alternativa será ecológica o no será…
Sira Abed, Marga Ferré y Arián García
Grupo de trabajo sobre Medio Ambiente de la Fundación de Investigaciones Marxistas