Los compañeros de Mundo Obrero me piden unas lineas sobre el proceso congresual de CCOO. En este sentido, me pregunto como podría encarar el análisis del próximo congreso del sindicato. Un «jubilado» como yo confiesa que la relación con mi sindicato o la de mi sindicato conmigo se limita a una comunicación trimestral virtual con intermediario bancario, a recibir en casa la revista de ámbito local «Lluita Obrera», manifiestamente mejorable, y sólo de vez en cuando la publicación de la Federación del Metal. Dicho de manera «incorrecta», no sé qué hace mi sindicato al no recibir información diaria de la acción sindical que desarrolla CCOO. Por ello, más que opinar sobre el proceso congresual, que me lo imagino como una disputa interna por el poder, ya sea a nivel federativo o territorial, en un marco de fusiones sectoriales como contrapoder de la estructura confederal, algo que hasta el momento no nos ha catapultado a ampliar nuestros porcentajes de afiliación sobre el número de trabajadores activos, me atrevo a aseverar que el proceso congresual es un movimiento sindical interno dentro de mi sindicato, de escasa incidencia en la representatividad sindical que obstenta.

¿Qué reivindica mi sindicato?. No lo sé y me gustaría saberlo. Si hablo por lo publicado en los medios de comunicación, casi nada. La acción sindical de lo «sindicalmente correcto», no genera noticia y dudo que contribuya a mejorar las condiciones sociales de la clase obrera. Lo que seguro no hace es contribuir a normalizar el conflicto social como parte indispensable de la lucha de clases en democracia.

Claro que este proceso «interno», pudiera tener una dimensión diferente si aprovechásemos esta enésima crisis del capitalismo, no para instalarnos en ella y sostener los cimientos que la han provocado, sino para protagonizar una grán movida en defensa del estado social, de una intervención nítida del Estado recuperando lo privatizado en los últimos años, regulando los mecanismos financieros y evitando que los «buitres» gestionen los dineros públicos, pues de ser así, estaríamos ante el mayor ataque al Estado social cometido jamas.

No puede mi sindicato apoyar ni por activa ni por pasiva unas medidas que sólo pretenden apuntalar un sistema capitalista ya fracasado, aunque las lágrimas de cocodrilo de los banqueros, empresarios y sus gobiernos gestores, pretendan dulcificar con un «mea culpa» sus fracasos. Me gustaría oír a mi sindicato decir que los bancos en quiebra son fundamentalmente los de inversiones que concentran la mayor parte de los fondos de pensiones, que pretendian sustituir el sistema público de pensiones y jubilaciones.

De ahí que más que una opinión sobre las disputas congresuales, me preocupen aquellos elementos que reafirmen mi confianza en mi sindicato, por ejemplo: mantener la convinción de que CCOO continúa siendo un sindicato de clase que quiere transformar el actual modelo capitalista en otro socialista. O que cuando la España oficial «va bién», aprovechemos, no sólo para mantener conquistas y la mejora diaría, sino consolidar conquistas sociales, capacidad de intervención en los medios de producción y derechos sindicales, y que en momentos como los actuales evitemos el desplazamiento del dinero público hacia la iniciativa privada.

¿Cómo quedarse impasible ante la cesión de docenas de miles de millones de euros a disposición del sector privado para socializar sus pérdidas y en paralelo, continuar cuestionando el futuro de la Seguridad Social?.

Me gustaría que el sindicato pensara más en quienes ya no estamos activos, no solo para nuestro futuro sino tambien para participar y contribuir en el presente en sus decisiones.

Me gustaría conocer qué opina mi sindicato del sistema público «limitado» para quienes superamos los 60 años y nos aparecen diversas «goteras» orgánicas, cuyo arreglo no cabe en la Seguridad Social, gafas u oftalmología, odontología, niveles auditivos cascados de años sometidos a muchos decibelios, etc. Es verdad que no pagar las medicinas sobre todo en crónicos es un alivio pero cuando uno observa la generosa oferta gubernamental con las seis grandes entidades bancarias, uno se preguntase si alguien piensa en este colectivo.

Me gustaría que mi sindicato -el único que he tenido- sea de verdad una herramienta al servicio de mi clase, y no un servicio que ofrece al conjunto de los trabajadores. Me gustaría que en estos momentos de «duelo» por el neoliberalismo estuviéramos empujando a ese sistema corrupto contra la cuerdas y amplificando nuestras propuestas que seguro están en los papeles pero que nuestra instalación en lo sindicalmente correcto nos impide aparacer con ellas. Propuestas como las siguientes:

*Ni un céntimo de los contribuyentes a los saqueadores del patrimonio.

*Más Estado y menos mercado.

*Renacionalización de Endesa, Telefónica y la Banca pública.

*Cancelación de todos los conciertos con entidades privadas; sanidad, enseñanza, transportes, energía, agua, comunicación, etc.

También me gustaría que la emigración dejara de ser una ecuación estadistica, de brazos y piernas y que hablásemos de personas que piensan, que tienen derechos, que superaramos la solidaridad benéfica y los tratamos como lo que son. En definitiva, me gustaría que mi sindicato abandonara sus «tic» funcionariales y asumiera que es la mejor herramienta que nuestra clase puede tener para mejorar sus condiciones de vida y trabajo.

* Coordinador de la ACIM (Asociación Catalana de Investigaciones Marxistas).