La verdad es que esto de la crisis, tanto económica como de valores que parecían inamovibles, me tiene hecho un lío. A la vez, aprendo y desaprendo. Y me imagino que a muchos les pasará lo mismo.

Siempre había pensado que los ateos negábamos la existencia de cualquier ser divino, esto es, que rechazábamos cualquier jerarquía más allá del orden natural, pero ahora parece que no es así. Ahora resulta que, probablemente, dios no existe. Y me preguntó yo, ¿querrá decir que de repente si que existe? ¿O tal vez sea un producto más de esta confusa globalización y, en aras del entendimiento universal, finalmente veamos el caso contrario, pongamos por caso, cárteles de la Vigilia de la Inmaculada, anunciando que, probablemente, no estaba tan libre de mácula como se había asegurado? No lo creo. Así que nada de probablemente. Si o no. Y hasta que no se demuestre lo contrario, hasta que de una puñetera vez no mande ese famoso rayo divino con el que siempre nos amenazan, es que no. Sin más adjetivos ni adverbios.

Subieron la luz porque, según entendí, había una diferencia – en contra de la cuenta corriente de la industria energética – entre lo que costaba generar electricidad – a base de expoliar nuestros recursos naturales, los de todos – y lo que se facturaba. Bien. Me extrañaba, pero bien. Sin embargo, ahora resulta que todas las compañías no sólo no estaban al borde de la ruina, sino que, tanto las empresas como sus directivos, han tenido multimillonarios beneficios. Y por si fuera poco, además, resulta que también ha habido errores en las facturas. ¿Y qué pasa? ¿Enganchamos nuestros electrodomésticos a las torres de tensión saltándonos el cálculo del contador?, ¿los jueces encarcelan a los que nos han robado?, ¿el gobierno baja el coste de la luz dadas las apabullantes ganancias? Pues no. Y sobre todo, ¿salimos a la calle y le rompemos la cara a los responsables, metafóricamente hablando? Pues tampoco. Reclamamos a ver si nos devuelven unos centimillos y tan contentos, ¡es la crisis y que a nadie se le ocurra alterar la paz social!

La banca acumula miles de millones en dividendos y aún así, recibe dinero de los fondos del Estado, esto es de los fondos de todos – solventes e insolventes -, pero niega créditos a quienes los necesitan y por el contrario, los otorga a quienes no. Pero seguimos ingresándoles nuestra nómina y fortaleciendo la todopoderosa usura.

Se protege a la industria del automóvil, sin obligarla a cambiar sus caducas estructuras que la convierten en auténtico peligro para la especie humana, tanto por sus continuos ataques al medio ambiente como por la fragilidad de los vehículos. Se les recomienda, eso sí, que avancen en la producción de coches no contaminantes, mientras se les llena los bolsillos a sus directivos, por cierto los mismos de la industria del petróleo. Casi hasta puedo imaginar sus caras, enrojecidas por la risa mal contenida.

El costoso e improductivo ejército, oculta su auténtica función de guardianes del colonialismo, bajo el nombre de agentes de la paz. La monarquía se sube el escandaloso sueldo que ya tenían, pero respetémosla, ¡son tan monos, tan demócratas! ¿Que el diezmo del Vaticano sigue sumando?… ¡Invitemos al Papa!

Mientras, las fábricas cierran, pero no se ocupan. Los pisos envejecen vacíos, pero no se habitan.

Pareciera que estemos esperando que pase este mal sueño, del que despertar asusta, en vez de decidirnos a acabar, de una vez por todas, con la pesadilla.