La actual situación de crisis económica, dentro de su carácter global, ha evidenciado y agudizado las extremas debilidades de la economía española, que hacen que esa crisis vaya a ser, esté siendo ya, mucho más dura y probablemente más larga que en los países de nuestro entorno económico, los así denominados «desarrollados»; esas debilidades están basadas en un sistema productivo ineficiente, no competitivo y en un mercado de trabajo ligado a un sistema de relaciones laborales precarizados y fragmentados, con la construcción, el turismo, la agricultura del plástico y el trabajo inmigrante como motores del sistema. Esto no ha venido caído del cielo, sino que obedece a una construcción social llevada a cabo por la patronal y los sucesivos gobiernos (estatales, autonómicos, locales), asesorados y jaleados por los «intelectuales orgánicos» del sistema y secundados, como comparsas unas veces o como convidados de piedra otras, por las cúpulas de los dos grandes sindicatos, cuyo principal error ha sido el aceptar como únicas reglas del juego válidas las impuestas por la otra parte, las del llamado «pensamiento único».
Se ha construido un gigante (¿) con pies de barro que ahora se desmorona; unos (los menos, empresarios grandes, medianos y pequeños, banqueros, rentistas, constructores, inmobiliarias, algunos autónomos) nos han llevado a esta situación, beneficiándose de la misma(1), otros, los más (los trabajadoras), la están pagando, y no sabemos hasta cuando. Porque si no se va a la raíz de la cuestión, enfrentándose a ese sistema productivo, obsoleto y sin sentido desde ya antes de su diseño, y a ese sistema de mercado y relaciones laborales más propio de la proto-industrialización que de una sociedad del conocimiento, de la crisis se saldrá como se salga, pero para volver a estar en la misma trampa en la que se estaba. Y no parece que ni desde las medidas del gobierno, las mesas del diálogo social y las propuestas del principal partido de la oposición este enfoque se esté ni tan siquiera planteando.
Y sobre la forma de enfocar el problema de la crisis es particularmente significativa la posición del Partido Popular. Habiendo planteado su discurso a partir de la economía con la pretensión de acortar distancias con relación al PSOE debido a la mala gestión realizada por el gobierno con relación a esa crisis, ¿cuál es su posición? Dejando aparte obviedades y consignas populistas que no llevan a ningún sitio, como el «hay que apretarse el cinturón» de Esperanza Aguirre o el patrioterismo españolista de «nosotros podemos», dicho con otras palabras, al que se acoge Mariano Rajoy, el PP no ha modificado un ápice su posición, que lo mismo le vale para un roto que para un descosido, consistente en «reducir el gasto público, reducir los impuestos e incentivar la creación de empresas y profesionales autónomos», dentro de «un marco institucional que propicie confianza, la apuesta por la libertad y las reformas, un fuerte compromiso en educación e innovación, la estabilidad presupuestaria, el rigor en la gestión del gasto público y la modernización de nuestras infraestructuras», palabras y palabras que lo mismo pueden aparecer en su programa, que en los del PSOE, PNV, CiU y todo el centro-derecha-extrema derecha a lo largo y ancho del planeta en el que vivimos.
De todos modos, saliendo de la grandilocuencia de las declaraciones de principios y yendo a las medidas concretas, centrándonos en lo que nos interesa, las propuestas que pueden afectar a los trabajadores, su estancia y su salida de la crisis, la cosas empiezan a aparecer de otro modo. Veamos algunos ejemplos:
«Reducir el gasto público un 15%». Tampoco se concreta demasiado cómo se hace esto (dicen que revisando la financiación de las corporaciones locales por el método de crear un supraorganismo de vigilancia y control coordinado por el gobierno, es decir, aumentando de entrada la burocracia y el gasto público), pero, desde luego, lo que está claro es que en ningún momento el PP se mete en lo que para ellos sería un lodazal, es decir, en cómo incrementar el ingreso público (puesto que, y esto es la cuenta de la vieja, la reducción de un gasto se lleva a cabo o por la eliminación de partidas del mismo o por el aumento de los ingresos), incremento que puede ser vía mayor imposición, o sencillamente imposición más justa, o por la reducción y si es posible eliminación del fraude, controlando paralelamente las desviaciones a paraísos fiscales(2).
«Rebaja de impuestos centradas en la bajada de 5 puntos en el de Sociedades y recortes en las cotizaciones a la Seguridad Social». Eso para los empresarios, el resto se puede ir a la beneficencia pública.
«Reforma laboral que flexibilice el mercado e incentive la contratación fija», vuelve a ser una bonita frase en la que la concreción y el significado de flexibilizar e incentivar no se explican, aunque nos las sabemos de memoria, ya que han estado gobernando con esas propuestas y no hace tanto tiempo; para el PP, como para los empresarios, flexibilizar significa desregular, eliminar todas las reglas que puedan ser utilizadas por los trabajadores para defender sus derechos, e incentivar significa simplemente subvencionar a los empresarios. Desde luego, mejor callarse sobre las condiciones de entrada, estancia y salida de los trabajadores en el puesto de trabajo, ni sobre salarios y jornada, ni sobre despido y salarios indirectos. Y mejor también no hablar de los inmigrantes (basta con culpar de todo a las «regularizaciones» del PSOE).
«La flexibilidad en el mercado de trabajo en un mundo de cambio tecnológico permanente», ¿Cómo se hace esto?, de nuevo no se precisa nada, pero todo parece señalar a que el camino sería precarizando todavía más; no basta con la penuria de una gran mayoría de investigadores, ni con la imposibilidad demostrada de nuestro mercado y sistema de relaciones laboral para absorber a más del 40% de los titulados universitarios, por poner dos ejemplos suficientemente conocidos.
«Los objetivos de estabilidad presupuestaria incluirán los compromisos futuros en áreas como las pensiones». También aquí evitan concreciones, pero la amenaza implícita sobre futuros recortes a las pensiones públicas queda perfectamente clara.
Estos son unos cuantos ejemplos, pero de cualquier forma la existencia de clases trabajadores no se ve por ningún lado, y, desde luego, mucho menos las medidas para solucionar su angustiosa problemática; 18 millones de españoles con sus familias no aparecen con personalidad propia.
Pero, en una maniobra que lleva el cinismo hasta sus niveles más altos, en las campañas electorales iniciadas a comienzos de año, el PP, sin mover un ápice su programa, se ha lanzado a la inconsecuencia y a la demagogia barata. Daré tres ejemplos: 1) la inmigración, el PP comenzó denigrando las regularizaciones del PSOE, a las que se hacía responsables de todos los males de la crisis, sobre todo del desempleo, demonizando de forma directa e indirecta a los trabajadores inmigrantes, pero ha borrado este discurso, no se sabe si temporal o definitivamente, con el fin de poder criticar las políticas del PSOE sobre ordenes de detención de cupos de ilegales por zonas, y aquí hay que insistir en el cinismo de un partido que realizó y justificó el drogar a ilegales para las deportaciones; 2) el paro, cuya responsabilidad carga de forma exclusiva al gobierno, e incluso se atreve a hacer llamamientos a los parados para su movilización, sin dar ni una sola medida de cómo paliar el desangre ni como mantener e incrementar las prestaciones, sin reconocer en ningún momento que durante su mandato el número de parados, salvo en un ligero intervalo, no bajó de los dos millones y el PP en el gobierno solo se preocupó de maquillar las cifras de forma administrativa y poner obstáculos e impedimentos a que los desempleados pudiesen registrarse; 3) el abaratamiento del despido y la eliminación de los controles sobre los ERE, cuestiones en las sus propuestas son idénticas a, si no están calcadas de, las de la CEOE, y sin embargo se permite el lujo de rechazar y criticar las propuestas de esta última.
Los trabajadores deben medir cuidadosamente está degradación del discurso político con fines electoralistas y a corto plazo. Y la función de la izquierda alternativa es denunciarlas sistemáticamente.
NOTAS
1.- Por cierto ¿dónde están los beneficios con los que han pretendido apabullarnos con su supuesta eficacia, para ahora mendigarnos ayuda?
2.- Estas dos cuestiones, el fraude fiscal y la evasión de capitales a paraísos fiscales, surgieron en un determinado momento como grandes preocupaciones, incluso para el propio gobierno de la nación, pero a partir de la reunión del G20 desaparecieron como por ensalmo de todas las agendas.
* Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM)