En el debate sobre las diferentes formas de enfrentar la actual crisis, la caracterización de la misma tiene una importancia crucial. No es lo mismo decir que la crisis es el resultado de una mera actividad delictiva de unos cuantos especuladores, como pretende la derecha, o afirmar que estamos ante un mero problema de regulación financiera, como mantiene la socialdemocracia (tesis que está en la base de las medidas adoptadas por los Gobiernos de la UE, por la nueva Administración de EE.UU. y que se ha impuesto en la reunión del G-20). Y, por supuesto, no es lo mismo que considerar que estamos ante una crisis del sistema capitalista, de carácter global -es decir, afecta a todo el mundo- y de naturaleza multidimensional -crisis de sobreproducción, crisis financiera, de materias primas, medioambiental y también de valores y civilización-. Las medidas que se proponen para la salida de la crisis dependen de la caracterización que se haga de ella.
Hoy es claro que la crisis no puede explicarse como una mera crisis financiera porque, por ejemplo en nuestro país, la destrucción de empleo con casi cuatro millones de parados y de capacidad productiva es innegable y esto está en la esfera de la economía real y tiene mucha más trascendencia que la situación del balance de bancos y cajas. Además, las medidas casi exclusivamente orientadas a ayudar a la Banca que ha tomado el Gobierno están fracasadas, la medicina no cura porque la enfermedad no es esa.
Dicho esto, hay que hacer también un ajuste fino de nuestro análisis. La crisis no puede explicarse solamente con recetas de manual; hay que examinar las cosas de cerca y de forma concreta. Esto significa apreciar, aunque la crisis no sea sólo financiera, la enorme influencia que está teniendo el aspecto financiero de la crisis sobre la situación de la economía real. Lejos de contradecir el análisis marxista de las crisis del capitalismo, esta apreciación lo confirma. En el origen inmediato de lo que ahora está pasando se encuentra el proceso de disminución de la tasa de ganancia del capital que se agudiza a comienzos de los años 70. Las medidas neoliberales fueron la respuesta a ese problema y han conducido a una disminución de la demanda por el descenso del poder adquisitivo de salarios y pensiones y a una financiarización vertiginosa de la economía.
Esta financiarización -realizada, además, con un modelo perverso- ha pasado ahora factura y la solución neoliberal a la crisis estructural del capitalismo ha fracasado.
Por otro lado, de afirmar que la crisis es del sistema, no podemos deducir que su evolución es indiferente para los trabajadores y que hay que pasar directamente a la propuesta socialista.
Éste es un debate viejo en el movimiento obrero que debemos intentar resolver, si es posible por fin, con cierto éxito. Por supuesto, hay que aprovechar la actual debilidad ideológica del neoliberalismo para situar la perspectiva socialista, con todos sus valores democráticos, fraternales y liberadores como alternativa.
MOVILIZACIÓN Y PROPUESTA
Pero no podemos desentendernos de la evolución de la crisis. Un elemento crucial de la situación es que la alternativa que puede proceder de la izquierda no tiene aún suficiente fuerza movilizadora, política e ideológica. Hay que construirla.
Y sólo la construiremos si nos ocupamos de los problemas concretos de los trabajadores y de los restantes sectores populares, si somos capaces de demostrar que esos problemas no tienen solución con el capitalismo y que aplicando las soluciones necesarias. Estamos abriendo camino a un nuevo sistema.
En estas ideas se fundamenta el discurso de IU de dotarnos de propuesta. Con ello, IU reafirma su voluntad de participar en la gestión de la crisis no sólo con la movilización sino también con la propuesta que nos sitúe en las mejores condiciones para salir de ella con un modelo económico más favorable a los trabajadores.
Creo que la contradicción clásica entre reforma y revolución está hoy planteada en términos nuevos. Fracasada la solución neoliberal, el capitalismo tiene hoy menor espacio para asumir reformas. La jornada de 35 horas, la Banca Pública, el rescate desde la mercantilización del mercado de los servicios públicos, por poner sólo tres ejemplos, son reformas, pero limitan seriamente la capacidad de refundación del capitalismo.
Tenemos propuestas claras y concretas
La propuesta de IU para intervenir en la salida de la crisis que tiene tres niveles:
PROTECCIÓN A LOS PARADOS
El primero de ellos es atender la dramática situación de los parados y de los que ya han dejado de percibir cualquier tipo de prestación. En este sentido, proponemos medidas para asegurar que ningún trabajador en paro pierda su vivienda como consecuencia de un embargo o un desahucio y exigimos 6.000 millones de euros durante lo que queda de 2009 para asegurar ingresos a los parados que hayan dejado de percibir las prestaciones de desempleo. Primero porque es nuestra gente, la gente a la que queremos defender y, además desde el fondo del problema, porque las soluciones de progreso a la crisis pasan por el incremento de la demanda de los menos favorecidos que no la transforman en ahorro.
DEFENSA DEL EMPLEO
El segundo nivel, defender el empleo existente y crear nuevos puestos de trabajo en sectores estratégicos y en los servicios públicos. Queremos frenar las ERE y los concursos de acreedores, cambiar empleos precarios por empleos dignos, estables y con futuro, invertir la mercantilización de los servicios públicos, dotar de músculo al Estado, reducir el ejército de reserva y la economía sumergida que son factores de división entre los trabajadores y de agudización de las desintegración social (que puede ser una peligrosa fuente del voto de derechas). Con ello, enfrentamos directamente el modelo de salida de la crisis de la derecha económica y política que busca por todos los medios abaratar la contratación, reducir los derechos de los trabajadores y meter la mano en la caja de la Seguridad Social, entre otras cosas. Se trata de un conjunto de medidas que representan la creación de 1.900.000 puestos de trabajo en tres años con un coste de 6 puntos de PIB y una financiación complementaria exigible a la Banca en contraprestación a las ayudas que está recibiendo.
CAMBIO DEL MODELO PRODUCTIVO
El tercer nivel, cambiar el modelo productivo con la participación de todas las fuerzas sociales, especialmente los sindicatos, y políticas. Esta propuesta, que es la de más calado estratégico, no se conforma con seleccionar que sectores pueden tener mayor futuro en nuestra país habida cuenta de la división internacional del trabajo, sino que defiende medidas cualitativas como la reforma para una fiscalidad progresiva, la creación de una banca pública, la recuperación para el sector público de empresas decisivas en los sectores estratégicos de nuestra economía, la garantía de la soberanía alimentaria, el desarrollo de las energías alternativas y la democratización de las relaciones económicas y laborales (con una planificación y control democrático de la economía).
* Secretario de Economía
y Trabajo de IU